JESÚS, EL MESÍAS Y EL REINO
Es un relato que está presente en los cuatro
evangelios, Mc,6. Lc,9. Jn,6, y se repite en
Mt,16 y en Mc,8. En las seis narraciones
(menos explícitamente en Lucas), este
episodio supone un momento de inflexión en
el seguimiento de las multitudes. Desde
aquí, el seguimiento va a ser selectivo,
porque Jesús va a defraudar las esperanzas
que se están poniendo en él.
De hecho, estos textos se sitúan en todos
los evangelistas un poco antes de la
confesión que Jesús provoca "¿quién dice la
gente - quién decís vosotros - que soy yo?".
Y en Juan, la multiplicación es el pórtico
del sermón del pan de vida, catequesis que
se ha dado como eucarística, pero que
trasciende este sentido: se trata de aceptar
a Jesús como el venido del cielo: ya no es
el maná, es Jesús. Se trata de la adhesión a
Jesús o su rechazo como Mesías.
Y se producen tres reacciones: las
multitudes, en gran parte, ven que el
mesianismo de Jesús no es un reinado con
abundancia de pan fácil, y se irán alejando;
los jefes, sacerdotes, letrados y
fariseos, entienden bien el mensaje y
rechazan a Jesús, le piden signos, le exigen
que dé pruebas de su autoridad; incluso en
sus discípulos hay una crisis, y muchos se
apartan y ya no van con él, sin duda porque
han entendido la ruptura que Jesús supone. Y
unos pocos creen en él ("¿a quién
iremos, tú solo tienes palabras de vida
eterna").
Inmediatamente, en todos los evangelios,
Jesús hace una catequesis del mesías dejando
claro que el mesías será crucificado. (Mt
16,21. Mc 8,31. Lc 9,21. Jn 6,70). Es decir,
que el esquema prácticamente idéntico en
todos los evangelios es: multiplicación – se
escapa de la gente - confesión de mesianismo
- anuncio de la cruz.
El evangelio, por tanto, está situando la
figura de Jesús en su contexto correcto:
quién es Jesús, quién es el Mesías, qué es
el Reino. Y rechazando explícitamente toda
interpretación política, de abundancia
material; incluso anunciando que el Reino
sufre rechazo y persecución. El Reino es
abundancia, pero de dones espirituales, y
será carencia, renuncia o persecución,
incluso muerte, en lo material.
"Vuestros padres comieron el maná en el
desierto, y murieron. Yo soy el pan vivo
bajado del cielo: el que coma de este pan no
morirá para siempre". Es la esencia: todos
los aspectos materiales, políticos, de
supremacía de Israel, de Dios-para-nosotros,
todas las bendiciones materiales como signo
de las espirituales... han pasado. Frente a
eso, alimentarse de este pan será aceptar la
cruz y la oscuridad de Dios. Y ponerse al
servicio.
1.- LA RELIGIÓN DE JESÚS.
Desaparecen aquí los últimos rasgos míticos
y tribales de la religión de Israel. Dios
protector del pueblo, la alianza que produce
efectos de bendiciones terrenas, abundancia,
salud, larga vida, éxito, reconocimiento,
poder... Se acabó.
El que come de este pan pasará por la cruz,
y ése - no las prosperidades materiales -
será el signo de que se está en el reino. Lo
de Jesús va por tanto muchísimo más allá de
lo que han soñado todas las religiones
antiguas, incluida la religión de Israel.
Mucho más allá, porque está mucho más aquí.
Más allá, más de Dios, porque está mucho más
cerca del ser humano. Porque no se trata de
sacar al ser humano de su condición, de
situarlo en contextos de mitos, poderes,
intervenciones milagrosas de la divinidad...
Se trata, simple y sorprendentemente de
"encender la luz" para ver qué significa
vivir. No se trata de añadir divinidades
para explicar misterios, se trata de
iluminar la vida. No se trata de que Dios
hace milagros esporádicos bendiciendo con
cosas terrenas al justo. Se trata de que
Dios nos hace comprender y ser capaces de
llevar adelante la vida.
Lo más oscuro de la vida es que es camino
que recorrer, que hay cruz, que no se ve a
Dios por ninguna parte. Y que a nosotros nos
apetece sentarnos, no caminar, disfrutar, no
llevar la cruz, y ver a Dios, no estar
sometidos al esfuerzo y al riesgo de creer.
Jesús no nos deja sentarnos, no nos quita la
cruz, no hace que se nos aparezca Dios.
Jesús da fuerza para caminar, alimenta al
caminante, lleva la cruz y muestra cómo
llevarla, da fuerzas para ello, y nos deja
ver todo lo que de Dios podemos y
necesitamos ver. Y eso es todo.
Es un modo de vivir, no una escenografía
milagrera para ocultar o soslayar la vida.
Es un modo de vivir más arriesgado,
apostando por valores que contradicen la
lógica normal. Un modo de entender a Dios
menos lógico, porque no se basa en el
amo-legislador-juez, sino en el amor,
impredecible y ajeno a toda lógica.
Las religiones se basan en la supremacía de
Dios que exige tributos bajo pena de justo
castigo. Lo de Jesús se basa en salvar la
vida entera del ser humano. Verdaderamente,
Dios se ha hecho hombre.
2.- JESÚS PAN DE VIDA
No
pocas veces tendemos a pensar que los
relatos de los Sinópticos son meramente
históricos, crónica de sucesos. Sabemos que
el cuarto evangelio utiliza los sucesos como
soporte del símbolo, pero pensamos que los
Sinópticos no lo hacen. Y es un grave error.
Es
evidente que para el cuarto evangelio los
sucesos son sobre todo “SIGNOS”, pero los
Sinópticos también utilizan ese género.
Concretamente en la multiplicación de los
panes, el valor de signo es muy superior al
valor de crónica.
El suceso sirve de pista de despegue para el
mensaje. El suceso es que Jesús se retira
con los discípulos a un lugar solitario, que
la gente le sigue, hambrienta de su palabra
y de sus curaciones, que Jesús – como
siempre – siente compasión y se dedica a
hablarles en vez de tomarse el día libre,
“porque estaban como ovejas sin pastor”, que
se produce el inexplicable suceso de que
comen todos con poco y que Jesús rechaza sus
aclamaciones mesiánicas, los despide, a la
gente y a los discípulos, y se queda de
noche solo en el monte, orando.
El mensaje que subrayan los cuatro
evangelistas es el que explicita
perfectamente el cuarto evangelio en el
Sermón del Pan de Vida: Jesús no es sólo el
nuevo Moisés sino el nuevo Maná. No se trata
de que Dios da un alimento material para
sobrevivir en el desierto, sino de que Dios
da el alimento definitivo, el alimento que
no alimenta al cuerpo sino al espíritu.
Jesús se define como pan, pan regalo de
Dios.
Los evangelistas escriben estos relatos unos
cuarenta años después de que sucedieran, y
estos relatos se leen en la Cena del Señor,
en la eucaristía. Es evidente que los
relatos sirven magníficamente para ilustrar
qué es la Fracción del Pan: alimentarse de
Jesús, compartir el pan y el vino con Jesús.
Y también ahora podemos hacer, a propósito
de estos relatos, una catequesis eucarística
profunda. Los que participamos en la
eucaristía vamos a ella a alimentarnos (no
preferentemente a cumplir, a adorar, a
ofrece… ). Nos alimentamos de muchas cosas
que son en el fondo la misma: nos
alimentamos del perdón celebrado, de la
comunidad que acoge y ora en común, de la
palabra… de todo Jesús presente en la
comunidad, en la iglesia. Y comulgamos con
él.
El pasado día 25, a propósito de la fiesta
de Santiago, leíamos la petición de los
Zebedeos (tronos ministeriales en el reino
del Mesías) y la contra-propuesta de Jesús:
beber su cáliz. En la eucaristía comemos su
pan y bebemos su cáliz, es decir, que Jesús
nos propone lo mismo que a los Zebedeos:
¿Estáis dispuestos a beber mi cáliz, a comer
mi pan? Y contestamos, con hechos, que sí.
El significado del pan y del vino es el más
profundo de todas las expresiones
parabólicas con las Jesús habla de sí mismo
(y de Dios). Jesús se define como agua, como
luz, como pastor, como médico… Pero en su
cena de despedida expresa cómo se ve él a sí
mismo, definitivamente: como grano de trigo
molido para ser pan, para ser comido y ser
alimento. Como granos de uva estrujados para
ser vino para que todos tengan qué beber. Y
no son signos para admirar, sino alimento y
bebida para comer y beber… con él.
Eso es comulgar con él: compartir su pan y
su vino, aceptar que también nosotros,
porque comulgamos con él, hacemos de nuestra
vida trigo molido y granos estrujados, para
que el mundo entero tenga menos hambre y
menos sed.
3.- LA SOLEDAD DE JESÚS
Después de todo esto, de la comida abundante
etc etc, Jesús despide a todo el mundo y se
queda solo, porque los discípulos
(probablemente) aprovechan el entusiasmo
para promover una aclamación popular, para
elegir a Jesús Rey.
Una vez más, no se han enterado de nada; van
en la línea de los Zebedeos pidiendo
poltronas ministeriales.
Cuando Jesús explica que seguirle es hacerse
pan para el mundo, aunque haya que beber el
cáliz, se queda solo. La gente, y los
discípulos, quieren ante todo alimento fácil
para el cuerpo y triunfar sobre los
enemigos. Es la tentación de mesianismo
facilón, terreno, que pone a Dios a nuestro
servicio para darnos gusto, para que se haga
nuestra voluntad, no la suya.
Jesús invierte radicalmente el
planteamiento: no se trata de qué esperamos
nosotros de Dios, sino de qué espera Dios de
nosotros. Buscar la voluntad de Dios, no lo
que a nosotros nos gusta; no pretender que
el poder de Dios se acomode a nuestra
voluntad y a nuestros gustos. Esto se llama
conversión, cambiar de sentido, darse al
vuelta; hasta Jesús, muchos en Israel han
entendido que Dios es para Israel, el éxito
de Israel, la salud, la larga vida, la
prosperidad, el sometimiento de las
naciones… mesianismo fácil y halagador.
Jesús es el anti-Mesías. Y por eso le
rechazarán.
Podríamos sacar consecuencias abundantes:
señalaremos dos caminos de reflexión, y que
cada uno piense:
·
a nivel personal: para
qué quiero yo a Dios. Para responder a esta
pregunta basta con analizar nuestra oración
de petición: dime cómo pides y te diré cómo
es tu fe. Basta con reflexionar si nuestra
oración de petición es el Padre Nuestro o
nos pasamos la vida cansando a Dios pidiendo
lo que a nosotros nos parece que Él nos
tiene que dar …
·
a nivel eclesial: el éxito, el esplendor del
culto, la influencia social, las multitudes
aclamando, los poderosos de las naciones
haciendo homenaje… ¿seguro que todo eso es
de Jesús? ¿No será un resto de falso
mesianismo?
Que cada uno se lo piense y se lo aplique.
Recordando que es más fácil ver la paja en
ojo ajeno (la Iglesia) que la viga en el
propio (mi conversión).
José Enrique Galarreta