TESTIGOS DE LA LUZ
Es el comienzo del segundo evangelio.
Marcos, como Juan, omite todo lo referente a
la infancia, y comienza el evangelio por la
Predicación del Bautista en el Jordán. (Juan
antepone su prólogo sobre la Palabra hecha
Carne).
Citando a los profetas, entre ellos el mismo
texto de Isaías que vemos en la primera
lectura, se presenta a Juan como heraldo de
Jesús. Jesús se presenta por tanto como "El
Señor que viene", y se subraya la necesidad
de prepararle el camino.
Juan prepara ese camino por medio de la
conversión, el arrepentimiento y confesión
pública de los pecados, y el rito del
bautismo como expresión de esa preparación.
Todo ello sirve de preparación para recibir
a Jesús, que es mucho mayor que Juan, es la
presencia en el mundo de "El Espíritu".
Isaías y Juan bautista son los dos heraldos
del Salvador. Isaías anuncia la restauración
del pueblo. Juan Bautista anuncia la
restauración definitiva, la presencia de
Jesús, Dios-con-nosotros-Salvador.
Es el principio de todo el anuncio
evangélico: el Reino de Dios está en medio
de vosotros, volveos, cambiad. La religión
es un encuentro: el hombre camina hacia
Dios, Dios camina hacia el hombre. Dios es
el Salvador, la voluntad de Dios es salvar,
Él es fiel y cumple su parte. Se trata de
que nosotros cumplamos la nuestra, nos
volvamos a Él.
Este es el contexto y el sentido de
"abandonad los ídolos", "salid al encuentro
de Dios que viene", "vigilad", "la Promesa",
que Dios cumple siempre, "la Alianza" que
Dios ofrece y nosotros podemos aceptar o no
aceptar.
Esta es la función de "los profetas", las
personas que "Dios suscita" entre su pueblo
para que el pueblo se vuelva a Dios. Dios
siempre está invitando a la salvación.
Convertirse es volverse a ese Dios que
siempre está, darse la vuelta hacia Él.
Los profetas incitan constantemente al
pueblo a volverse hacia Dios. Y ésta es una
vocación propia de todo cristiano: profeta,
y sacerdote y rey. Profeta, que hace
presente en el mundo la palabra; sacerdote,
que ofrece su propia vida como ofrenda al
Señor; rey, instalado en el reino, liberado
de toda esclavitud.
Este aspecto de la predicación del Bautista
es un modelo magnífico de la vida cristiana.
Y es espléndidamente definido por Juan el
Evangelista:
“Hubo un hombre enviado
por Dios, llamado Juan, que vino como
testigo, para dar testimonio de la luz, de
modo que todos creyeran por medio de él. Él
no era la luz, sino un testigo de la luz…"
…que puede ser un perfecto resumen de
nuestra vida cristiana. Nuestro testimonio
de Jesús consiste en que se vea en nosotros
la luz de Jesús. Esta luz se ve incluso en
nosotros pecadores, porque no anunciamos al
mundo nuestra luz, sino la luz de Jesús que
va cambiado nuestra vida y hace a la gente
preguntarse por qué.
Así, nuestro anuncio profético, nuestro
testimonio de Jesús, no son preferentemente
nuestras palabras, sino nuestro modo de
vivir, nuestra jerarquía de valores, nuestro
modo de estar en el mundo, al estilo de
Jesús. Esta idea se expresa perfectamente en
el Sermón del Monte (Mateo 5, 16):
"Que brille vuestra luz ante los hombres de
modo que al ver vuestras buenas obras
reconozcan a vuestro Padre de los cielos"
Así, cada uno de nosotros ha asumido la
vocación de ser para los demás "el testigo
de la luz": la dinámica interna de nuestra
conversión, el motivo de nuestro esfuerzo
por salir del pecado es, sobre todo, la
necesidad de no entorpecer la visibilidad de
Dios. Dios ha de ser visible en nuestra
conversión, y es ese el motor más íntimo de
nuestra liberación del pecado.
Otros motivos para salir del pecado (el
miedo al castigo, el deseo de perfección
propia...) son válidos (si es que son
válidos) "después" de éste. El encuentro con
Dios es aceptar al Señor que viene a salvar,
a salvar a todos, a salvar todo.
El Adviento remueve en nosotros algunos
elementos básicos de nuestra postura
religiosa, de nuestra condición de
creyentes. Nuestro descubrimiento de Dios se
ha dado por medio de otras personas que han
sido para nosotros "testigos de la luz".
Nuestra conversión no ha sido simplemente un
proceso de autoconvencimiento, sino
responder a una llamada, descubrir que Él
está ahí, invitando, dispuesto, ofrecido.
Nuestra vida cristiana es allanar el
terreno, porque Él viene si yo le hago
sitio. Y a partir de eso, nuestra condición
cristiana es ante todo de heraldo, de
testigo del Señor, porque esa es la misión:
aceptar la misión es vivir para que el mundo
crea.
Y todo esto, en el contexto de absoluta
alegría en que nos introduce la profecía de
Isaías. Jesús es el reino, su mensaje es "La
Gran Noticia"; descubrimos el Reino, una
manera de vivir mucho más satisfactoria, un
tesoro que vale más que cualquier otra cosa.
Descubrimos sobre todo cómo es Dios para
nosotros, y abandonando los ídolos del Juez
Altísimo Justiciero y sus semejantes,
aceptamos a Dios Luz y Pan para el camino,
Agua de vida y fecundidad. Y con ese Dios se
puede vivir mejor, encontrar sentido a todos
los rincones de la vida, incluso los más
oscuros.
Entrar en el Reino, aceptar el Dios de Jesús
y la vida como misión de hacerlo visible, es
una inmensa alegría: y ése será el mensaje
básico de la navidad:
Os anuncio una gran alegría para todo el
pueblo:
os ha nacido un Libertador.
S A L M O 4 0
Elevamos a Dios esta oración en
nombre de la iglesia entera, presentándole
nuestros temores y pidiéndole que nos libre,
a nosotros la iglesia, de nuestras
oscuridades.