Somos testigos:
no podemos callarnos
ante tanta vida machacada
El pueblo africano, desde hace tres siglos,
está siendo saqueado, silenciado y condenado
a no tener voz.
Con mucha ilusión, miedo y coraje una
representación de la Asociación Elín, salimos de Ceuta
el día 11 de julio por la mañana, Jesús, Rocío,
Cristina, Paco y Hna Paula. A lo largo de cuarenta días,
hemos atravesado Marruecos, el Sahara Occidental,
Mauritania, Senegal y Malí y por ultimo Costa de Marfil.
Por todas estas tierras hemos caminado con un
profundo sentimiento de respeto e ignorancia ante un
pueblo que, de tanto morir sabe como ningún otro lo que
es la vida. En esta realidad sufriente y gozosa, nos
hemos encontrado con algunos de los grupos de
inmigrantes en transito hacia Europa con amigos
retornados de Ceuta a Senegal, con familias,
organizaciones africanas y de cooperación y hemos sido
testigos privilegiados de la realidad que viven y de su
trabajo. Todo esto nos llama fuertemente a dar a conocer
con palabras y gestos nuestro testimonio del porqué
estas personas cada día tienen que seguir arriesgando su
vida para salvarla de la muerte lenta en sus países,
impuesta por nuestra sociedad de consumo y por el
sistema neoliberal, pero siempre con la esperanza de
poderla salvar y mejorar.
Nuestra primera parada fue Rabat, (Marruecos)
allí hemos visto cómo sobreviven cientos de personas de
Congo y Costa de Marfil, la mayoría con el estatuto de
refugiado, escondidos en lugares inhóspitos e insalubres
y hacinados donde se turnan para dormir, sometidos
continuamente a la presión y al control de la policía
que no reconoce su estatuto de refugiado y continuamente
les amenaza, les detiene o les lleva a la frontera con
Argelia, tanto a hombres como mujeres y niños, esto
porque el gobierno marroquí no reconoce ni respeta sus
derechos.
Por ello cada día son arrojados a vivir de la caridad,
de las sobras de la basura y a mendigar para pagar el
alquiler de la cueva en la que se esconden en Rabat, y a
pesar de ello, nos acogen, nos sonríen, nos cuentan sus
esperanzas y nos piden que no les olvidemos. Creen que
la situación puede cambiar y resistirán hasta ese
momento porque están seguros que Dios les va a ayudar
siempre.
Todo el tiempo que estuvimos allí nos acompañó
Adama, un joven amigo nuestro, refugiado de Costa de
Marfil, perseguido y huido de su país a causa de la
guerra civil, que atravesó el desierto entre Malí y
Argelia, desafiando la sed, el extravío, el pillaje de
bandidos y de las fuerzas de seguridad. Una vez en
Marruecos es protagonista de una historia similar a la
anterior, abandonado en el desierto, caminó 500 Km. a
pie, hasta llegar de nuevo a Rabat.
Pidió al Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados (UNHCR) su reconocimiento
como refugiado. Ya lo tiene, pero el gobierno marroquí
no se lo reconoce. Malvive en una casa mal dotada, con
otros sesenta refugiados. No pueden trabajar, no pueden
comprar apenas alimentos, viven de las sobras de los
mismos mercados. Las fuerzas de seguridad los hostigan,
nosotros fuimos testigos de una agresión por parte de la
policía marroquí cuando estábamos con él. Nos impresiona
su coraje y su servicio a los demás.
Dejamos Marruecos y nos adentramos en el
Sahara, muchos kilómetros de arena, de silencio, de
rostros curtidos por el sol, el calor y la soledad...
Llegamos Al Aiun, antes ciudad de paso para
muchas personas que esperaban llegar a España o a Europa
a través de Marruecos.
Con pena y rabia constatamos que después de los acuerdos
políticos entre Europa, España y Marruecos sobre el
control y externalización de fronteras, esta ciudad se
ha convertido en prisión de inmigrantes y refugiados que
son detenidos por la policía marroquí en el mar, hasta
que son abandonados a su suerte en la frontera de
Mauritania o en el desierto entre Argelia o Malí, y
cementerio de todos los cuerpos sin vida que el mar
devuelve a sus playas, todos ellos, meses antes habían
salido de sus países en busca de una vida digna para
ellos y sus familias, en busca de la tierra prometida,
que Dios quiere para todos.
Seguimos adentrándonos en el desierto dirección
Mauritania. Llegamos a Dahkla una ciudad con bastantes
restos de la colonización española después de pasar por
continuos controles de policías que suponían tiempos de
espera de cierta inseguridad y de muchas preguntas,
buscamos la iglesia católica, allí dormimos y nos
informaron de que había un grupo de inmigrantes
detenidos en un polideportivo.
Nos acercamos al lugar, desde la calle vimos
algunos subidos en la tapia nos pidieron ayuda, en sus
rostros pudimos leer todo lo que las palabras no
alcanzaban a expresar: hambre, cansancio, preocupación,
abandono, resistencia y sobre todo dignidad, nos dijeron
que eran mas de 80, que llevaban mas de 20 días
esperando a ser repatriados a Senegal, viviendo a la
intemperie y comiendo una vez al día pan y agua, que 8
habían muerto en el mar y 4 en el hospital. Antes que
nos diéramos cuenta teníamos a la policía detrás y ante
el miedo a tener que pasar un control más o una
retención policial nos despedimos, sus palabras fueron:
"gracias, no nos olvidéis, ayudadnos a llegar a España".
Impresionados por la situación vivida y
abatidos por la impotencia nos dirigimos a Mauritania.
Después de pasar el control de Marruecos nos encontramos
ante un desierto de tres kilómetros minado y sin ruta a
seguir porque es terreno de conflicto entre Marruecos,
el Frente POLISARIO y Mauritania. Con miedo y gran
dificultad lo atravesamos. Llegamos a NUAODHIBU, un
lugar a descubrir poco a poco, donde se mezclan los
animales con la basura y multitud de pequeños negocios y
gente de muy diverso origen. Aquí entre tanta pobreza es
difícil distinguir un inmigrante de un mauritano.
Fuimos a la misión católica, nos acogió el
padre Jerome, él es quien más conoce de la inmigración,
allí nos pone en relación con las diferentes comunidades
de extranjeros que en la ciudad están más o menos
establecidos, provenientes de Malí, Ghana, Gambia,
Guinea Conakry... etc. Todos coinciden en decirnos que
no era fácil la vida allí pero que en sus países lo
tenían mas difícil, no conocen la realidad de los que
salen en los cayucos.
Continúan intentándolo porque lo prefieren
a seguir muriendo lentamente en su país.
Tuvimos encuentros y dialogamos con grupos de
jóvenes inmigrantes de Malí, Costa de Marfil y Guinea,
que esperaban la oportunidad de hacer el viaje en cayuco
hacia Canarias. Pero a
pesar del control policial que sigue repatriando
inmigrantes al desierto, donde muchos mueren de
cansancio hambre y sed, y de que las mafias les engañan
cobrándoles el dinero y a veces dejándoles de nuevo en
Mauritania, o vendiéndoles la gasolina con agua,
provocando que en alta mar se rompa el motor etc,
continúan intentándolo
porque lo prefieren a seguir muriendo lentamente en su
país.
Todos viven en la clandestinidad; la ciudad
aparentemente está en calma y para ellos es más fácil la
vida aquí que en Marruecos ya que éste es un lugar de
acogida de inmigrantes desde siempre.
Las mujeres
inmigrantes son menos, pero lo tienen mas difícil,
también con ellas nos encontramos, y nos contaron, cómo
son violadas y maltratadas por los militares y la
policía.
En Nouakchott la capital de Mauritania la
mayoría de la población es del África negra. Fuimos
acogidos por la diócesis. No pudimos encontrarnos con
ningún inmigrante en transito porque viven en la
clandestinidad. Compartimos muchos momentos e
intercambiamos experiencias con la comunidad de
religiosos y religiosas que trabajan allí.
El obispo nos recibió
y nos expresó su impotencia ante la situación de
injusticia, nos dijo: "aquí somos extranjeros y si
queremos permanecer, nuestro trabajo tiene que ser
discreto y de acuerdo con el gobierno, sin embargo somos
conscientes de las injusticias que este pueblo y toda
África está viviendo".
En Senegal todo es distinto; dejamos la arena y
entramos en la sabana, todo verde, el color de sus
gentes y las expresiones abiertas de sus caras, sus
trajes de colores… África subsahariana nos acoge.
Pasamos por Saint Louis con el mar repleto de cayucos
esperando para zarpar al "paraíso". Qué difícil es poder
conectar con los que quieren salir. En Dakar nos
estremeció ver tantos vendedores y tan pocos compradores
y tantos niños de la lata o de la calle, niños comprados
para utilizarles y obligarles a mendigar durante todo el
día si quieren dormir bajo techo durante la noche.
Fue muy emocionante el encuentro con nuestro
querido Assane recién repatriado desde Ceuta donde ha
estado 9 meses. ¡Qué de ilusiones frustradas! En su
rostro se reflejaba la alegría de vernos y la
frustración del retorno. Fue repatriado a Guinea Bissau
siendo senegalés. Nos
cuenta cómo fue obligado por la policía a descender del
avión a la fuerza, le golpearon y lastimaron un brazo y
la espalda, dice que lo volverá a intentar porque en
Senegal no hay futuro y quiere que sus hijos puedan
comer e ir al colegio y donde vive no es posible.
Con él llegamos hasta Tambacunda donde nos
encontramos con Mussa, el otro retornado de Ceuta, con
las emociones del encuentro se mezclaron cantidad de
sentimientos de alegría, rabia por la deportación tan
injusta que han sufrido, esperanza en el futuro. Mirando
sus rostros de fracaso y cansancio, sentíamos
fuertemente las cicatrices de la injusticia en sus caras
y la pregunta era, ¿por qué a ellos? ¿Qué hacer para que
esto cambie?
Al día siguiente volvimos a encontrarnos,
recordamos el pasado y buscamos cómo enfrentar el
futuro, pero la solución no era fácil y seguimos con los
interrogantes… Tenían que volver a sus casas y de nuevo
la impotencia. Nos comprometimos a no olvidarles y a
buscar, con más gente en España, alguna solución. Os
invitamos a ello.
Pasamos a Malí y llegamos a Bamako, fue un día
intenso, encuentros con familias de algunos inmigrantes
y con un grupo de inmigrantes retornados a Bamako desde
las fronteras de Ceuta y Melilla. Algunos sabían de
nuestro trabajo en Ceuta pero que nunca pudieron llegar
a nuestra casa, la guardia civil los había devuelto a
Marruecos y la policía marroquí a Malí. Algunos tenían
heridas de bala, a uno de ellos le faltaba una pierna
como consecuencia de ellas.
Todos se resisten a volver derrotados a sus
pueblos. Fue muy interesante el encuentro que tuvimos
con Aminata Traore una mujer muy comprometida en la
acogida y el acompañamiento a inmigrantes retornados de
España, y en la búsqueda de soluciones.
Con un poco de miedo, algo cansados y con
muchas ganas de ver a Ana Morano nos fuimos acercando a
la frontera de Malí con Costa de Marfil, sabíamos que
podría ser difícil porque este país está en guerra y
entrábamos por la zona rebelde. Ana salió a nuestro
encuentro y después de unas pequeñas negociaciones y la
ayuda de Dios, el día 29 de julio, después de atravesar
un sin fin de controles de militares armados, gracias a
nuestra querida Ana que dominaba la situación, llegamos
a la ciudad de Bouaké, objetivo final de nuestro viaje.
Nos parecía un milagro, nos sentíamos
privilegiados y cada vez más afectados por la pobreza y
la guerra de estas tierras. Bouaké una ciudad sitiada,
cada vez mas pobre a consecuencia de la guerra. La
población sobrevive como puede, sin escuelas, sin
trabajo, sin luz sin agua... etc.
Ana nos introduce rápidamente en su proyecto.
Encuentros con mujeres, acondicionamiento de guardería,
de casa de salud, pintura, electricidad, juego con
niños, encuentros con grupos, parroquias organizaciones
y familias, algunas de ellas nos acogieron en sus casas
y compartieron con nosotros lo mejor que tenían.
Experimentar su pobreza fue duro para nosotros, pero
mereció la pena porque fuimos enriquecidos por su
calidad humana y su fe.
Disfrutamos mucho con Ana, nos encantó su
trabajo y su manera de estar en esta realidad, trabaja
con mujeres inmigrantes, con niños, la mayoría
abandonadas por sus maridos y algunas con problemas de
sida.
Esta ha sido una experiencia muy fuerte y muy
rica. Sentimos que es Dios quien nos ha acompañado y se
nos ha manifestado en el camino. A lo largo de todo el
viaje se han dado cita muchos cuestionamientos, muchos
sentimientos, muchas experiencias y sobre todo mucha
gente buena viviendo situaciones límite. Con ellas hemos
convivido y compartido su lucha por la supervivencia.
Cuesta expresar con palabras tantas emociones
y tantos gritos que aún resuenan en nuestro corazón.
Pero no podemos callarnos ante tanta injusticia y tanta
vida machacada por el hambre, la falta de agua, la
enfermedad, la guerra y la explotación, donde la mayoría
de niños no pueden acceder a la escuela porque están
desnutridos y enfermos.
Nos impresionó de forma extraordinaria la dignidad de
este pueblo que, en medio de una gran pobreza material,
vive una gran riqueza de valores de supervivencia y
dignidad que hace que la injusticia no les aplaste y
sigan buscando La Tierra Prometida.
Esto es algo de lo mucho que hemos vivido.
Ahora de nuevo aquí, nuestra responsabilidad es mayor y
los cuestionamientos más fuertes.
Sabemos que el pueblo africano desde hace tres siglos
está siendo saqueado, silenciado y condenado a no tener
voz. África está muy cerca de nosotros para robarles sus
riquezas como son: el café, el cacao, los diamantes y
minerales, el petróleo, el gas; pero muy lejos para oír
sus gritos de denuncia ante la venta de armas, el apoyo
a gobiernos corruptos, los experimentos de fármacos etc.
que cada día producen las guerras, el hambre, la
enfermedad y la muerte.
Son miles de personas, sobre todo niños, los que mueren
cada hora y a pesar de ello nos extrañamos, rechazamos y
condenamos a los que tienen el coraje de dejar su tierra
y arriesgar sus vidas, en lugar de acogerles y
acompañarles en esta búsqueda interminable de una tierra
mas digna, no porque no quieran la suya, sino porque no
les dejamos ni pueden vivir en ella.
Paula
Domingo,
comunidad de Ceuta
Federación de Comités de Solidaridad con África Negra
www.solidaridad.net