EVANGELIZAR HOY:
EL ARPA COLGADA DE LOS SAUCES
“Sobre los sauces colgamos nuestras arpas.
Si me olvidare de ti, ¡oh Jerusalén!,
mi diestra sea olvidada”.
Salmo 137.
Tissot lo expresó en términos pictóricos: Junto a los
canales de Babilonia. Al colgar sus arpas de las ramas
de los sauces, el pueblo de Israel colgó en ellas la fe,
la esperanza en las promesas mesiánicas de Yahvé, y las
ganas de evangelizar.
Verdi lamenta tan indolente estado en el memorable “Va
pensiero” de Nabucco:
“Arpa d’or dei fatidici vati, perché muta dal salice
pendi?”:
Arpa de oro de fatídicos vates, ¿por qué cuelgas muda
del sauce?
Las arpas colgadas en los sauces eran demostración de
que la cautividad anulaba el canto del pueblo judío. De
modo análogo, otro pueblo –una ekklesia: asamblea
popular en griego, la de los primeros cristianos-
quedará pronto rehén de dogmáticas doctrinas y mágicos
sacramentos que impedirán su natural y fecundo
desarrollo.
Espiritualidad arrancada de la piel de la vida y hecha
“metal que resuena o címbalo que retiñe” aprisionada en
la roca de Pedro.
En el árbol frondoso nacido del grano de mostaza –esta
vez en las riberas del Tíber- volvieron a colgarse arpas
mudas a lo largo de más de veinte siglos. Y en Roma,
siguieron sonando con eco de reproche en sus siete
colinas -y en todos los restantes dominios de su
imperio- las sombrías palabras de Jesús dirigidas
entonces a escribas y fariseos: “¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas y apedreas a los que te son
enviados!”. Mt. 22:37.
Muchos e insignes trovadores, que sentían la fuerza del
espíritu en sus carnes, intentaron descolgarlas y
tañerlas con nuevas y frescas melodías, acordes con los
ritmos de los tiempos. El más notable para la Humanidad,
Jesús, víctima soberana de una Ley igualmente transcrita
en unos bloques de piedra. Y con él, que proclamó “Yo
soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14:6), todos
cuantos, “venidos para que tengan vida y la tengan en
abundancia”, sintieron un día la necesidad de hacerlo.
Igual que el de Tarso, cuando escribió a los Corintios:
“!Ay de mí si no evangelizara¡”. El apasionado y celoso
apóstol de los gentiles conocía bien las Sagradas
Escrituras y en su itinerancia por el Asia Menor había
demostrado su capacidad para hacerlo. Pero quizás ya
entonces tomó plena conciencia de que la predicación de
la Buena Nueva, para que sea efectiva exige hacerla no
tanto desde la palabra cuanto desde la Vida. Reconocía
él en la misma epístola: “aunque tuviera el don de la
profecía y conociera todos los misterios y toda la
ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de
trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada”.
La Iglesia resolvió históricamente sus crisis con el
vigoroso y eficaz “método del rodillo” para aplastar
todo intento de reforma: Juan de Huss, Martín Lutero,
Thomas Cranmer, etc, etc. Willigis Jäger nos recuerda en
su última obra -Sobre el Amor- que muchos místicos
permanecieron fieles a sus convicciones aunque ello les
supusiera conflictos con la Iglesia o les condujera a la
hoguera.
Pero es que entonces los indignados, desprotegidos de
paraguas antinuclear alguno, abandonados a su suerte de
todo poder divino y humano, sin la más mínima capacidad
tecnológica de convocatoria, eran fulminantemente
laminados. Tronaba Júpiter en Roma y sus armas
–excomunión y hoguera- eran suficientemente persuasivas
para acabar ipso facto con cualquier intento de
revuelta.
Lo más inquietante es que todavía hoy se siguen
deportando creyentes a Babilonia. Pero también lo más
extraordinario es que estos exiliados en la propia
patria ya no cuelgan la cítara en los sauces. Su voz es
melodía en el aire, que evangeliza con el ejemplo, que
proclama la Buena Nueva de Jesús comprometiendo además
en ello su vida entera: la que tiene cuerpo visible de
materia e invisible de espíritu, como nos revela la
realidad del Universo.
Más Maestros de Vida –y menos de Ley- que, dando
testimonio de ella y con ella, harán que se cumplan las
proféticas palabras de Juan de Huss a su verdugo, a
punto de encender la hoguera: “Vas a asar un ganso (Huss
significa ganso en checo), pero dentro de un siglo te
encontrarás con un cisne que no podréis asar”.
Vicente Martínez