RELACIONES HUMANAS   

                             
                               cristianos siglo veintiuno
ÍndicePágina Principal

 

 


Tipologías, para conocernos mejor

 

Sabemos que las tres facultades del ser humano son inteligencia, voluntad y sentimiento. Cada uno las posee en mayor o menor medida. Es obvio que no estamos todos igualmente dotados en inteligencia y capacidad de raciocinio. Hay personas más activas y resolutivas que otras. No todos somos iguales en capacidad de amar y de sentir.

Pero hay además un matiz relevante: cada persona posee una facultad en mayor grado que las demás. En cada uno existe una facultad predominante, por la que sobresale.

Y la consecuencia es que cada facultad resulta distinta según sea dominante o dominada. Es más, la facultad que predomina matiza a las otras. De esta forma, el individuo alcanza una coherencia interna y aúna sus tres potencias como base de un determinado temperamento. 

Por supuesto, son muchos los factores que inciden y conforman la personalidad de cada individuo y otros tantos los condicionantes que se suman a nuestra libertad para explicar el comportamiento de cada día. Por ello las tipologías resultan puramente orientativas.

Nos explican en todo caso el temperamento de una persona, una parte importante de su carga genética, el sustrato natural, los cimientos de una personalidad que luego van a labrar la educación, el entorno y la trayectoria vital del individuo. Que todos somos fruto, o víctima según se mire, de nuestra propia historia. 

Hablamos pues de arquetipos, de patrones, no de individuos. Sin ánimo determinista. Afortunadamente, la singularidad de cada persona es la que hace inmensamente rico y variopinto al género humano.

 

REFLEXIVO + responsable + sensible

 El primer tipo corresponde a una persona que posee la inteligencia en mayor grado que su voluntad y su sentimiento. Dominando la razón, esta persona podría calificarse como primordialmente REFLEXIVO o racional.

Se deja guiar por la razón. Resulta precavido, previsor, prudente, ya que tiende a pensar antes de actuar. Es más analítico que intuitivo. De personas así se dice que son de función secundaria, porque su reacción no es automática ni impulsiva.

Llega a formular sus conclusiones mediante una rigurosa lógica. Y cuando ha fijado sus criterios, se gobierna por ellos y resulta metódico, sistemático, detallista, en su intento de cumplir con exactitud los principios y ser consecuente con ellos.

Suele establecer normas de conducta en cada circunstancia, reglas que se exige a sí mismo y por las que tiende a juzgar a los demás con cierto rigor. El deber se convierte en norte de su existencia. Su actividad, mayor o menor, está marcada por el sentido de la responsabilidad. Actúa por convicción.

Como su razón influye también en su sentimiento, no se permite efusiones incontroladas, por lo que no resulta fácil descubrir su emotividad interior. La apariencia de frialdad esconde posiblemente una exquisita sensibilidad. Peca quizás de susceptible.

Podría considerarse tímido, introvertido, reservado. No le es fácil ni cómodo establecer rápidamente una íntima comunicación, pero es muy correcto en su trato. 

 

consciente + ACTIVO + entusiasta 

El segundo tipo se configura a partir de un predominio de la voluntad, que le lleva a ser especialmente ACTIVO o ejecutivo.

Tiende a realizar rápida y eficazmente cuanto se propone. Le preocupa más el resultado que la forma de conseguirlo. No es que crea que el fin justifica los medios, pero sí que el objetivo logrado justifica todo el derroche de energías y la tenacidad empleados. Como contraste, el tipo reflexivo se centraría en el modo de hacer la tarea, confiando en que poniendo los medios se consiga el resultado previsto.

Apenas se planifica previamente, pero sobre la marcha reconduce su actuación, las veces que sea preciso, para hacerla eficaz y fructífera. La razón le sirve sobre todo para analizar qué está pasando, para ser consciente de la situación en cada momento.

Es persona que se nutre de unas pocas pero fundamentales ideas, por las que se guía en su esforzado quehacer de cada día. Son ideas raíces que acaso ha madurado en experiencias anteriores. Su tenacidad puede confundirse a veces con terquedad. Pero es pragmático y tiene en realidad poco apego a sus propias ideas, desde el momento que está dispuesto siempre a cambiarlas por otra mejor. Es más bien innovador, nada conservador.

De función primaria, reacciona con rapidez de reflejos, es impulsivo, intuitivo más que analítico.

Su versión del sentimiento es el entusiasmo, que le da fuerzas para acometer con tesón y constancia sus actividades. Perdona y olvida con facilidad. Puede resultar agresivo e incluso incorrecto en su trato. No requiere exquisiteces ni tiende a prodigarlas. Sus modales serán a veces bruscos, suele gesticular mientras habla.

Es extravertido, tiene facilidad para la comunicación, pero la utiliza para sus fines. Suele ser jovial, franco, pero no se entretiene demasiado en la relación personal. Es como si no tuviera tiempo para ello, puesto que la actividad le reclama.

 

comprensivo + generoso + AFECTIVO

Centra su atención este tipo de persona sobre la vertiente humana y personal de la vida. La hegemonía de la facultad del sentimiento le lleva a tratar de compatibilizar el amor de sí mismo con el amor a los demás y la amistad.

En cuanto se refiere al propio amor, se orienta a la búsqueda de satisfacciones tanto de orden físico como psíquico. Tiende a la comodidad, se consiente con facilidad lo que le apetece, rehuye todo exceso en el esfuerzo. En una palabra, se quiere bien y considera que éste es el primer derecho del ser humano y su principal deber. 

Su segunda dimensión es el afecto a los demás, que le lleva a cultivar la amistad y la convivencia. Le gusta dialogar, disfruta estando en compañía de otros. Tiende a comunicarse con todos. Son muy importantes para él las relaciones interpersonales. Quiere lo mejor para los que le rodean. Desea agradar y agradece las buenas intenciones y los gestos amigables que tienen con él. Es sociable, amable, generoso.

Su extraversión es evidente. Transmite afabilidad, cordialidad. No esconde nada, denota cuanto le afecta. En este sentido puede decirse que es de función primaria.

Su inteligencia, al servicio del sentimiento, le hace ser observador y comprensivo. Y de tal forma que sabe evitar los conflictos y confrontaciones personales y conciliar a quienes no se entienden bien. Reconoce y acepta el punto de vista de los demás. Todo ayuda en él para ser moderador social, para integrar y cohesionar al grupo en el que vive.

La persona afectiva vive y disfruta en lo posible cada momento, se reafirma en el presente viviéndolo intensamente. Contrasta en esta actitud con el tipo reflexivo que cada día prepara y condiciona el mañana. Y con el tipo activo, que sacrifica el día de hoy para lograr un mejor mañana.

 

La constitución del individuo   

El análisis que acabamos de desarrollar en base al predominio e influencia de las facultades del ser humano, encaja en gran medida con una serie de teorías de psicología diferencial que parten de la constitución del individuo, suscritas por Hipócrates, Kretschmer, Sheldon o Wallen, entre otros.

Su investigación complementa el esquema descrito, dándole forma física a cada uno de los tipos analizados.

Los individuos reflexivos se corresponderían con los biotipos asténicos o cerebrotónicos. Son personas delgadas, de hombros estrechos, cuello largo, cabeza pequeña. Sus manos son largas y huesudas. Sobresalen sus huesos por escasear en músculos y grasa.

Los activos cuadran con los atléticos o somatotónicos. Son personas fuertes, de hombros anchos y rectos, mediano cuello y cabeza grande. Sus manos son recias y duras. Poseen una gran constitución ósea.

En tercer lugar, los afectivos encajan con los pícnicos o viscerotónicos. Son personas más bien gruesas, de hombros curvados, cuello corto y cabeza ancha y redonda. Sus manos son amplias y carnosas. Predomina la adiposidad.

La tesis del jesuita Roldán aplica estos biotipos al terreno de la ascética y defiende la clasificación de sus tres hagiotipos:

los  deontotónicos, personas que se rigen por el deber, que quieren cumplir y desean que cumplan también los demás;

los praxotónicos, que ponen su empeño en la acción, en las buenas obras;

los agapetónicos, que se centran en la caridad y las buenas relaciones interpersonales.     

 

Las relaciones interpersonales   

Resulta interesante aplicar estos esquemas a nuestro entorno más próximo. ¿Cómo es él o ella? ¿cómo soy yo? Y actuar en consecuencia, teniendo en cuenta quién es el destinatario y quién es el remitente. Habría que conocer los matices que lleva nuestro mensaje y vislumbrar cómo va a ser acogido. Hay que partir de una objetiva percepción de uno mismo y completarlo con el conocimiento de los puntos fuertes y débiles del otro.

Los extremos se atraen. No hay suficiente cruce de efluvios entre personas que se tienen por vistos en el espejo de cada día. La pareja suele formarse con personas de distinto temperamento, diferentes en gran medida, aunque en el fragor del enamoramiento nos llamemos eufemísticamente personalidades complementarias. Cumplimos así con el deber de enriquecer la especie. 

La convivencia de personas de temperamentos contrastados puede resultar muy interesante, como fuente cotidiana de sorpresas y nuevos descubrimientos. Pero también puede desembocar en un conflictivo desencuentro y producir continuas chispas.

Pero la vida en común, cuando la brújula de la pareja señala permanentemente hacia el amor, termina por limar muchas diferencias en gustos y actitudes, e incluso, pasados los años, mostrando sorprendentes semejanzas físicas.  

 


Subir