EL GRAN SERVICIO DE LOS POBRES
"Yo les aseguro que si ellos se callan, gritarán las
piedras.”
(Lc 19, 40)
Si el cuerpo no sintiera el dolor y si no pudiera gemir,
llorar o gritar, sería una catástrofe. No nos
enteraríamos de la enfermedad, nos despreocu-paríamos y
moriríamos como moscas.
Pues bien, en el gran cuerpo de la sociedad, no hay
enfermedad más grave que la pobreza. Si los pobres
soportan el peso y el dolor de la pobreza sin quejarse,
sin protestar, sin decir una palabra, la sociedad está
en peligro de morir. Por eso, hoy como ayer, del grito
de los pobres depende el futuro del mundo.
La paz y, por ende, la vida del mundo penden de ese
grito y de la respuesta que el mundo le dé. El grito de
los pobres es el mayor servicio que se pueda prestar a
la humanidad. Acallarlo con caramelos, promesas que
nunca se cumplen, o con alicientes que fomentan
dependencia, parasitismo y mendicidad es un crimen.
¿Cuánto tiempo podrá seguir avanzando todavía la
humanidad con toda la injusticia que le machaca el
cuerpo? ¿Quiénes pueden promover mejor la justicia, la
libertad y la paz que los que están más cruelmente
desprovistos de ellas?
Desgraciadamente, ellos son los que menos hablan,
cansados tal vez de no ser escuchados. Con todo, es
necesario que su grito nos taladre los oídos y nos
atraviese el corazón para que despertemos. Para la
humanidad entera es cuestión de vida o muerte.
Pero es necesario también que los pobres sepan soñar, ya
que el sueño es la otra gran fuerza capaz de curar al
mundo enfermo y transformarlo en un maravilloso jardín
donde todos los hombres y las mujeres puedan finalmente
compartir con paz y alegría los mismos derechos en
igualdad y libertad.
Los pobres de la tierra son los grandes profetas de la
tierra: llevan en su cuerpo el mundo que debe morir y en
su corazón el que debe nacer.
Y para los que no lo saben, la vieja Biblia –de una
actualidad más acuciante que nunca– es, desde una tapa a
la otra, la voz del pobre, su grito, su sueño, su
esperanza y sus triunfos. La Biblia es el libro de los
pobres que, desde la sangre de Abel hasta el grito
desesperado del Crucificado del Calvario, golpea la
conciencia humana para que despierte y comprenda que la
salud, la salvación, o sea el bienestar, la paz y el
futuro de la humanidad son absolutamente inseparables
del trato que la misma humanidad le está reservando al
pobre.
Eloy Roy
http://todoelmundovaalcielo.blogspot.com/