JEREMÍAS Y DIOS

Jeremías está orando en el templo cuando una Voz lo baja
de las nubes y le pregunta:
- ¿Qué ves, Jeremías?
Jeremías responde:
- Veo un templo con paredes de adobe muy gruesas; su
piso es de lajas y su techo de cardón.
La Voz sigue:
- ¿Te sientes bien en ese templo, Jeremías?
- ¡Oh sí, me siento feliz! Todo está muy cálido y
tranquilo aquí. Estas paredes tan gruesas me dan una
sensación de protección y de mucha paz; me siento como
en mi cuna.
Dice la Voz:
- Ves, Jeremías, te sientes así porque este templo está
hecho de tierra. La Tierra es tu verdadera casa, y es la
casa de tu pueblo; es tu madre y es la madre del pueblo.
La Tierra es la que les da protección y paz a todas y a
todos; les brinda vida y los envuelve con su calor y
ternura. En este templo estás dentro del cuerpo de
Pachamama, hijo mío, y yo soy Pachamama.
- ¿Tú eres Pachamama?
- Sí, Jeremías, soy Pachamama y soy Roca, soy Manantial
de aguas vivas, soy Sol, soy Luz, soy Cabalgador de las
nubes; soy viento, Jeremías, soy la respiración del
universo. Soy Pan para el camino y soy Vino para la
fiesta. Soy Vid y soy Cordero.
Soy el Dios de los filósofos y de los sabios, el Dios de
los místicos y el Dios de los miles de rostros de todas
las religiones. Soy Poeta y Músico, Pintor, Arquitecto y
Alfarero. Soy Matemáticas también y soy el Dios que no
existe de los ateos, de los que no creen, de los que
buscan, de los que dudan, de los que no pueden ver.
Soy el Dios que cada pueblo capta a su manera: para los
pastores de ovejas soy el Pastor del pueblo; para los
enfermos soy el gran Médico; para los pescadores del mar
soy Pescador de hombres; para los oprimidos soy el
Liberador; para los agobiados soy el Descanso; para los
peregrinos soy Compañero de camino; para la mujer
enamorada que busca desesperada el cuerpo del amado, soy
el Jardinero que la llama con palabras de resurrección:
“Levántate, hermosa mía, y
ven acá. Acaba de pasar el invierno y las lluvias se han
ido. Han aparecido las flores en la tierra, ha llegado
el tiempo de las canciones...”
(Cantar de los cantares 2,
10-12).
Soy Padre, Jeremías, soy Hijo y soy Espíritu. Soy Alá,
soy Yahveh, soy absolutamente Uno. Pero al mismo tiempo
soy Tres.
También soy Madre que sabe conmoverse hasta lo infinito
en sus entrañas.
Soy Fuego devorador, soy Amor, soy Esposo apasionado,
celoso, tierno y compasivo, soy Vida, hijo mío. Soy
Creador e Inventor, soy Liberador de las tiranías, soy
Rey y soy Servidor, soy Sabiduría, Justicia, Libertad y
Perdón; soy Ternura, Verdad y Fidelidad, soy
Misericordia y Fortaleza. Yo soy Principio y Fin.
Dicen de mí que soy el Todopoderoso, el Altísimo y el
Santísimo, lo cual es cierto, pero sobre todo me gusta
ser el padre que pierde la cabeza de alegría por el hijo
extraviado que vuelve a casa; o aquel señor que paga muy
bien y por igual a sus trabajadores, hayan trabajado
ocho horas o una hora apenas.
Pues sí, soy el Gran Relojero del universo, soy la Razón
y el Sentido de todo; soy la Palabra y la Energía de las
energías. Y sin embargo, soy tan otro y tan diferente de
todo aquello que bien se puede decir que no soy
absolutamente nada de eso. De hecho, soy todo aquello y
a la vez soy Otro.
En una palabra, SOY EL QUE SOY Y EL QUE SERÉ. Mis
nombres son infinitos y mi verdadero nombre nadie lo
conoce.
Soy Humano, Jeremías. Soy el más pequeño y la más
pequeña de entre las hijas e hijos de mi pueblo; soy el
más pobre de entre todos vosotros. Y vosotros, en la
raíz de vuestro ser, sois mi imagen.
Soy un Germen, un Brote, una chispa de eternidad dentro
de ti y de tu pueblo, dentro de la humanidad y de todo
el universo. Por encima de todo, soy Alegría.
Después de estas palabras, la Voz dejó de hablar.
Jeremías había caído de rodillas. Cataratas de luz lo
habían tumbado al suelo, dejándolo sumido en adoración y
total desconcierto.
Creyó que había muerto, pero algo como un fuego se había
encendido en su corazón.
Eloy Roy