S E M B L A N Z A
de
JOSÉ MARÍA MARDONES
José María vio la luz primera en Agüera de Montija (Burgos- España), el
14 de noviembre de 1943.
Fue hijo póstumo de padre, que falleció antes de que naciera su primer
y único vástago. Apenas tenía un año, cuando su
joven madre fue a vivir con su hijo a S. Vicente
de la Barquera (Santander), haciendo las veces
de ama de casa de un sacerdote tío suyo. El
niño José María tenía vivos recuerdos del
sacerdote pariente, de quien fue monaguillo.
Madre e hijo permanecieron allí unos siete años.
Fue entonces cuando se volvieron a Agüera a vivir con los abuelos
maternos. Por aquel tiempo, la madre del niño
contrajo matrimonio en segundas nupcias con D.
Eusebio Sainz, que actualmente tiene 83 años, y
con el que José María mantenía una relación
constante y cordial.
A sus once años, fue enviado al Colegio Profesional de los Maristas de
Zalla (Vizcaya). La familia conserva fotos de
José María, en la que aparece trabajando en una
máquina fresadora. Pero no era su destino pasar
su vida haciendo tornillos.
A sus 18 años ingresó en el seminario de los HH. Maristas en Anzuola
(Guipúzcoa), donde hizo el postulantado y el
noviciado. Luego, pasó tres años haciendo los
estudios de magisterio en Valmaceda (Vizcaya).
Durante la celebración del Concilio Vaticano II, le encontramos a José
María en el Colegio S. Luis de Pamplona, donde
hizo sus primeras prácticas en la enseñanza.
Siguió el desarrollo del Vaticano II con gran
interés y leyó con verdadera fruición los
documentos del mismo. Asimismo, le eran muy
familiares los escritos de los grandes teólogos
del Concilio.
El cronista de esta semblanza coincidió con él en el colegio Marista de
Pamplona. Recuerdo que en el Aula Magna del
centro, José María, muy jovencito todavía, tuvo
varias intervenciones en unas jornadas
educativas.
Tres años más tarde, se encuentra en el colegio Salvador de Bilbao,
continuando en sus tareas docentes, con los
alumnos de bachillerato elemental.
En esta época, inició los estudios de Teología en la universidad de
Deusto. Fue un alumno brillante, tanto que los
profesores, a menudo, le invitaban a impartir
las clases. Compaginó a la vez los estudios de
teología con los de sociología, licenciándose en
ambas especialidades.
Antes de trasladarse a Alemania para hacer el doctorado, pasó allí uno
o dos veranos, trabajando en una fábrica de
acero. Contribuía, de este modo, a costear en
parte sus estudios. Desgastaba piezas de 14
kilos, sosteniéndolas con sus brazos, ante una
máquina. En una de sus cartas, me comunicaba que
era un trabajo durísimo, no apto para
“señoritas”.
A continuación, impartió clases en las facultades de Teología y
Sociología de la universidad jesuita de Deusto,
doctorándose poco después en Sociología. Como
siempre, obtuvo la máxima calificación.
De Deusto pasó, después de unos 8 años, a la universidad estatal del
País Vasco, para enseñar Sociología.
En 1985, un grupo de diez maristas dimos el
salto canónico a la Sociedad de Vida Apostólica
FE y JUSTICIA, una asociación dependiente del
Obispado de Bilbao. José María Mardones formaba
parte del grupo. En todo momento las relaciones
con la Institución Maristas fueron cercanas y
cálidas.
Cuando
se produjo una plaza vacante en el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas de Madrid (CSIC),
accedió a ella y la ganó, trasladándose a la
capital, donde estuvo sus últimos 20 años.
En la tarde del 23 de junio del año en curso, sufrió un ataque al
corazón y en cuestión de segundos, se nos fue,
sin tiempo de despedirse. Su muerte ha producido
un profundo impacto en los medios en que era
conocido. La concurrencia a las dos misas
habidas en el tanatorio, los días 24 y 25, dan
fe de la condolencia que en muchos suscitó su
repentina desaparición.
José María nos ha legado un vasto mundo de conocimientos repartidos en
unos 30 libros y numerosos artículos y
conferencias, que fue dando en muchísimos
lugares de España y América Latina,
especialmente.
Se le considera como una de las figuras más sobresalientes en la
Filosofía de la Religión. Obras suyas como
“¿A dónde va la religión?” han iluminado
muchas mentes. Era un gran analista, con una
visión certera del futuro, tanto en el campo
social como en el religioso.
Hace unos 4 años, fue invitado a asistir al Congreso del CELAM, en
Santiago de Chile, esa conferencia que
periódicamente suelen celebrar los Obispos
latinoamericanos. A su vuelta me comentó que, en
un momento dado, les dijo a los ilustres
asistentes: “Miren, hagan algo (promuevan un
laicado adulto…) en sus diócesis respectivas. A
nosotros, en España, se nos ha acabado el
tiempo, es ya tarde”. Uno de los arzobispos
que le escuchaba, fue a encontrarle,
profundamente impresionado por la referencia a
España, y José María trató de iluminar la mente
del jerarca.
José María era un experto en el filósofo alemán M. Horkheimer y
escribió un libro “Habermas y la religión”
(1998). A muchos de los interesados por
estos temas, este libro ha arrojado mucha luz
para comprender el rigor del filósofo alemán
sobre la religión.
En “Capitalismo y religión” estudió críticamente las claves de
la religión política neoconservadora. En
“Posmodernidad y cristianismo” se interroga
sobre el papel de la religión en una sociedad
sin rumbo.
He vivido con él estos 11 últimos años y he podido gozar del contagio
de un sabio, con una mente clara para muchas
situaciones oscuras en estos tiempos tan
convulsos. Han sido muchas las diócesis
españolas que se han beneficiado de sus amenas,
vibrantes y esclarecedoras conferencias, como
una voz autorizada que muestra senderos por los
que transitar.
En la última parte de su vida, dos veces al año, febrero y junio, iba a
México a impartir clases de doctorado en varias
universidades y pronunciar distintas
conferencias. Visitaba a las Comunidades
cristianas, que él promocionó, teniendo un
amplio eco en muchas personas, ávidas de un
cristianismo adulto. Especialmente, algunas de
ellas están muy interesadas en divulgar esta
corriente cristiana. Estos grupos cristianos
siguen en aumento.
Es de destacar la dimensión pedagógica de José María a la hora de
transmitir la Palabra de Dios. Él decía que el
evangelio es de una grandísima novedad y
riqueza, pero que para muchos cristianos es un
libro desconocido. Muchos nos hemos beneficiado
de los comentarios de los pasajes evangélicos,
que solía hacer en grupo, con la participación
de los asistentes, que iban, línea a línea,
profundizando en su riqueza. José Mª era un
auténtico maestro en este arte. Yo mismo le debo
muchísimo, pues aprendí de él a extraer esa gran
riqueza de la Palabra.
José María se nos ha ido sin despedirse, sin decir nada. Mejor dicho,
se ha marchado, después de decirnos muchísimo y
abrir de par en par su corazón, sus ilusiones,
sus inquietudes, sus reflexiones más profundas.
“No me quedo satisfecho con nada, sino con
Dios”,
nos decía, porque fue un buscador de Dios,
alguien que pasó muchas horas en actitud orante,
sintiéndose “hijo” en el Hijo Jesús.
Descansa en paz, José María, te lo decimos con el alma rota y
con lágrimas en los ojos, con el sollozo a punto
de estallar. Tu súbita desaparición nos ha
dejado “huérfanos”, pero ahora más que nunca
necesitamos ser fieles a la tarea impulsada por
ti.
Contamos con tu presencia misteriosa en medio de nosotros y tu aliento
que nos impulsa a redoblar nuestro esfuerzo en
la construcción del reino de Dios, que es de justicia,
paz y amor.
Pedro
Olalde
Sacerdote y compañero de comunidad de
José María