El caso Juan Masiá
paradigma del abuso
de poder de los obispos
No tengo que empezar diciendo que estoy en desacuerdo con
la decisión que se ha tomado de silenciar a Juan Masiá
en su blog de Religión Digital. Por supuesto, estoy en
total desacuerdo con semejante medida, sea quien sea el
último responsable de tal decisión.
No estoy de acuerdo con lo que se ha hecho porque estoy
convencido de que Juan Masiá es un buen creyente, un
buen religioso y un excelente teólogo.
Se podrá estar o no estar de acuerdo con algunos de sus
puntos de vista o con su modo de expresar lo que piensa.
Pero, ¿dónde está escrito que todos los cristianos y
todos los teólogos tenemos que pensar de la misma manera
y debemos expresar nuestros puntos de vista con el mismo
lenguaje?
Sabemos que la fe nos exige aceptar y coincidir en los
contenidos que pertenecen a lo que, en la tradición de
la Iglesia, se consideran “verdades de fe”, es decir,
aquellas verdades que han sido definidas como dogmas de
fe por el magisterio extraordinario de la Iglesia o que,
en el magisterio ordinario, son presentadas como
pertenecientes a dicha fe.
Aquí es conveniente recordar que, según la enseñanza del
concilio Vaticano I, “deben creerse con fe divina y
católica todas aquellas cosas que se contienen en la
palabra de Dios escrita o tradicional, y son propuestas
por la Iglesia para ser creídas como divinamente
reveladas, ya sea por juicio solemne, ya sea por el
magisterio ordinario y universal” (Const. “De Fide”.
Denz.Hün., 3011).
Pues bien, verdades de las que nos consta que han sido
reveladas por Dios y que la Iglesia universal las
propone “como divinamente reveladas” no es todo lo que
dice el episcopado de un país, ni siquiera lo que dice
el papa en un discurso o incluso en una encíclica.
Sobre todo lo que no nos consta que pertenece a la fe
universal de la Iglesia, se puede disentir o se pueden
manifestar puntos de vista diversos, incluso
contradictorios. Y una Iglesia, que no acepta y vive
esta realidad, es una Iglesia que deja de ser una
“comunidad de fe” y se convierte en una “dictadura
ideológica”.
De ahí que el respeto a la pluralidad de ideas y
planteamientos es constitutivo de la fe cristiana. Como
también es constitutivo de nuestra fe la tolerancia en
todo cuanto no pertenece a la fe, en el sentido que nos
indica el concilio Vaticano I.
Por eso, en la Iglesia se han producido, desde sus primeros
tiempos, disensos, divisiones y hasta enfrentamientos
que, no por eso, han roto la comunión en la fe.
Quien haya leído con atención el Nuevo Testamento, sabe
que, según el libro de los Hechos de los Apóstoles,
Pablo y Bernabé se enfrentaron hasta tal punto que
llegaron al “paroxysmos” (Hech 15, 39), una palabra dura
que indica literalmente una “irritación”, un “conflicto
fuerte”. Tan fuerte que, a partir de aquel momento,
Pablo y Bernabé se separaron definitivamente (Hecho 15,
39-40).
Y más conocido aún es el conflicto que se produjo entre
Pedro y Pablo, un conflicto público (Gál 2, 14 a), en el
que Pablo le echó en cara a Pedro cosas muy serias, por
ejemplo, que vivía “como un pagano” (Gál 2, 14 b). Y no
por eso, ni la Iglesia se vino abajo, ni ninguno de
aquellos dos grandes apóstoles rompió con la fe
cristiana.
Por todo esto, he dicho que lo ocurrido con Juan Masiá es
paradigmático. Quiero decir: cuando en la Iglesia no se
tolera que haya cristianos (o teólogos) que se expresan
con libertad, aunque se trate de expresiones que
molesten a algunos obispos o superiores religiosos, eso
es indicativo de que la autoridad eclesiástica se excede
en sus pretensiones y, dicho claramente, abusa del
poder.
Porque exige una sumisión que no tiene derecho a exigir o,
lo que es lo mismo, se arroga un poder del que carece.
Hay que decirlo claramente: en la Iglesia hay ahora
mismo obispos que abusan del poder. Porque exigen una
sumisión que no tienen derecho a exigir.
Yo sé que, al decir estas cosas, algunos obispos,
sacerdotes, religiosos/as y no pocos laicos se van a
sentir en desacuerdo. Y algunos seguramente podrán
sentir el mismo “paroxismo” que sintieron Pablo y
Bernabé. Es lógico. Tenemos que aceptarlo con serenidad,
sosiego, respeto y tolerancia.
Pero mi punto de vista es que hay que decir estas cosas.
Porque seguir callando, ante los abusos de poder que
estamos viendo en la Iglesia, eso hace más daño a esta
Iglesia a la que sinceramente amamos. Y es por eso,
porque la queremos, por eso decimos lo que pensamos que,
en este momento, más necesita la fe de muchas personas
de buena voluntad, que buscan a Jesucristo, pero no
soportan el peso de una autoridad que nadie sabe
exactamente ni por qué ni dónde está justificada.
José María Castillo
Religión Digital