RELIGIÓN: “LA MÚSICA DE FONDO”
El reciente estudio, que la Fundación Bertelsmann ha hecho
sobre los valores religiosos en 21 países, pone en evidencia
que la religión en España es asunto de mujeres y personas
mayores. Así es. Basta asomarse a cualquier iglesia y en
cualquier día de la semana (incluidos los domingos y fiestas
de guardar) para darse cuenta de que, efectivamente, en los
lugares de culto, fuera de casos muy raros, sólo hay mujeres
y algún que otro hombre de edad.
A la gente joven, normalmente, no le interesa lo que se hace
o se dice en los templos. Lo sabemos de sobra. Y a veces
tengo la impresión de que asistimos resignados a este
proceso de descomposición de las creencias sin saber a
ciencia cierta en qué va a parar todo esto.
Los especialistas que, en base a 22.000 encuestas, han hecho
el estudio de la Fundación Bertelsmann, dicen que, en
España, la religiosidad está presente en la sociedad, aunque
muchos sólo la perciben de forma inconsciente en su vida
cotidiana, como si fuera una “música de fondo”. Algo es
algo. Pero ya sabemos que una música de fondo viene bien
para ambientar o hacer más agradable lo que realmente
estamos haciendo, que sin duda es una cosa que nada tiene
que ver con la música.
¿Qué nos está pasando? Hay un hecho que salta a la vista: la
oferta de gratificación inmediata que la sociedad de consumo
nos hace a todas horas y por todas partes, esa oferta tiene
más fuerza de atracción que todo cuanto suele ofrecer la
religión hablando de la otra vida, como promesa de
felicidad, y de esta vida como exigencia de no pocas
renuncias.
Sinceramente, cada día veo más claro que mientras la
religión y sus dirigentes sigan por ese camino, religión y
dirigentes van derechos a hundirse en la miseria. Y que
nadie me venga con aquello del “sentido de la vida”, para
hacer la barata apología de que es la religión la que “da
sentido” a esta vida sin sentido. No, por favor.
Sánchez Ferlosio ha dicho, hace poco, que “a la felicidad
nunca se le ha ocurrido, que se sepa, preguntarse por su
propio sentido... una vida feliz no pregunta por su sentido,
porque se siente fin en sí misma, no está en función de
nada...
Sólo la vida infeliz pregunta por el sentido, porque no lo
halla en sí misma, y piensa que su infelicidad debe de
consistir en estar en función de otra cosa que sea su
sentido, y pregunta: ¿Dónde está mi sentido?”. Si uno dice
que la religión da sentido a su vida, es que esa vida no
tiene sentido.
La religión dejará de ser “música de fondo”, para muchos, el
día que se convierta en “gozo de felicidad”, para todos, el
día que los dirigentes y practicantes de la religión
comprendamos, de una vez por todas, que la religión se puede
vivir de otra manera. Es más, que se debe vivir de forma
distinta.
En estos días, en los que la victoria electoral de Obama nos
ha hecho recordar el famoso “sueño” de Martin Luther King,
en 1963, yo también me atrevo a decir que tengo un sueño.
Por supuesto, sueño en las mismas cosas que soñaba Luther
King. Pero me pregunto muchas veces cómo conseguir que ese
sueño se haga realidad. Y no encuentro otra respuesta que el
retorno a los valores que configuran la vida feliz y con
sentido que a todos nos presenta el Evangelio.
Lo digo sin rodeos: el Evangelio, más que un libro de
religión, es un libro que enseña las claves de la vida. Las
claves que explican lo que ha ocurrido en la campaña
electoral de Estados Unidos. El milagro de la superación del
racismo. El milagro de la recuperación del entusiasmo de los
jóvenes. El milagro de una religión que no divide a la
gente, sino que une a blancos y negros, a cristianos y
musulmanes, a fieles e infieles, a ricos y pobres, a cultos
e incultos, a todos, en la ilusión de que es posible un
mundo más humano, más habitable, más fraterno.
En un libro, que acabo de escribir sobre “La Religión de
Jesús”, digo que el Evangelio es una recopilación de
“recuerdos”. O mejor, el Evangelio es el “recuerdo peligroso
de la libertad”. Porque es el recuerdo que se refiere a
aquellas tradiciones de las que nació uno de los más grandes
anhelos de libertad que la humanidad ha presentido, como
bien ha sabido explicar el gran pensador de la teología
política, J. B. Metz.
Se trata de la libertad que cuestiona nuestros miedos,
nuestras represiones, nuestras inseguridades, nuestros
irracionales sentimientos de culpa, nuestros desalientos,
nuestras cobardías. Y también nuestras seguridades.
Por eso el Evangelio es “memoria subversiva”, que nos
descubre horizontes nunca imaginados. Porque nos dice que,
cuando hacemos de nuestra vida un proyecto de felicidad, o
sea, cuando sabemos aunar los sueños y anhelos de muchos,
para fundirlos en sonrisas de alegría compartida, sin
reproches ni amenazas, sin yugos que oprimen nuestras
espaldas, sino con el disfrute y el encanto de la gran
fiesta de todos, entonces - y sólo entonces - estamos
entendiendo eso que llamamos “Evangelio”, la Religión de
Jesús, el Proyecto de la Humanidad, aquello en lo que todos
coincidimos.
Estoy seguro de que el día que empecemos a entender así la
religión, ese día la religión no será cosa sólo de mujeres y
de personas mayores. Será sin duda la cuestión capital para
todos. Porque la religión dejará de ser la pesada carga que
separa y divide, que canoniza a unos y se olvida de otros,
que amenaza a casi todos y pone pedestales a no pocos
ambiciosos. Entonces la religión empezará a ser el gran
Proyecto de la Humanidad.
José M. Castillo