¿QUIÉNES PROMETEN EN TIEMPOS DE CRISIS?
En tiempos de crisis, de catástrofes naturales o
provocadas, hay que tener mucho cuidado con los
falsos profetas que anuncian soluciones fáciles,
puestos de trabajo fijos: milagros imposibles.
A nuestro sano juicio no parece probable que alguien
puede creer esos llamados y que es evidente a todos
ojos el engaño, pero no. No todos ven la piel al
lobo. Muchos más de los que creemos se apuntan a
promesas mágicas, a entrar en seminarios o
conventos, a movimientos extraños, a sectas
religiosas, que tarde o temprano terminan en
extremismos intolerantes y radicales o grandes
estafas sin escrúpulos.
La oferta de trabajo fijo de la Conferencia
Episcopal Española en su inaudita campaña
vocacional, me avergüenza como cristiana y me duele
como madre de dos hijos adultos que se suman a las
listas de los parados o mal empleados, de los
desorientados, desanimados, sin horizontes; ya ni
aspiran a ser mileuristas: saben que eso es un lujo.
Tengan o no tengan preparación, estudios,
habilidades, dudan de encontrar algún día un trabajo
fijo. Muchos se ven en la necesidad de ir a otros
países en busca de lo que no encuentran aquí. Y en
este contexto la oferta eclesiástica es, como poco,
una broma de mal gusto.
Resulta irónico que la Iglesia jerárquica haga
compaña ahora con los jóvenes, después de tantas
declaraciones de descrédito hacia ellos. Pero no
solo eso, no se dirige a todos los jóvenes. A mi
hija no le ofrece trabajo fijo; sigue mirando solo a
los varones, como siempre ha hecho. Los homosexuales
tampoco pueden aspirar a las listas. Por tanto, en
el caso de que fuera una oferta de trabajo fijo, y
no una burla, ya sería una oferta injusta y
discriminatoria.
Más aún, en los mismos días de esos reclamos
desesperados de "trabajadores asalariados", son
noticia, una vez más, las prohibiciones de enseñar a
teólogos porque no piensan según las normas de sus
obispos. ¿Cuántos sacerdotes han tenido que
abandonar sus "puestos de trabajo" porque su
fidelidad al Evangelio no le ha permitido someterse
al dictado de uno u otro obispo? ¿Cuántos teólogos
han sido expulsados de sus cátedras universitarias
por la libertad de su pensamiento? ¿Le importó
entonces a la jerarquía la situación laboral de los
que despedía a la miseria? ¿Qué tipo de credibilidad
laboral puede tener esa empresa?
No es de recibo utilizar la preocupación social más
grande en este momento, el desempleo de los jóvenes
y sus dificultades de acceder a un puesto de trabajo
fijo o digno, para hacer una campaña de marketing
vocacional. En el caso de que fuera real esa oferta
de trabajo para los varones no homosexuales, no dice
que el precio de ese trabajo es la libertad de
conciencia.
¿Jesús entendió su misión como un puesto fijo de
trabajo, a fin de cuentas asalariado, invitando a
mujeres y hombres a su seguimiento? El evangelio de
Marcos nos dice que Jesús inicia su misión como un
anuncio de "buena noticia" de parte de Dios, una
noticia que es sanación, liberación del mal en "su
entorno", que era Galilea. Jesús hizo misión suya
hacer el bien, traer buenas noticias en situaciones
malas como las nuestras. No hizo grandes bienes,
hizo pequeños bienes, los que hallaba a su paso:
sanar a una mujer con fiebre, la suegra de Pedro (es
decir, estaba casado). Tomándola de la mano, la
levantó. Hacía su misión con el contacto físico,
humano. No inventó un seminario para varones que no
tocaran nunca a las mujeres. No hay que salir de la
vida para cuidar de la vida y para cuidarla hay que
tocarla, más aún, acariciarla.
¿Alguien se ha preguntado alguna vez y no ha tenido
dudas sobre el ministerio sacerdotal? ¿Fue eso lo
que quiso e instituyo Jesús? ¿Quería Jesús y pondría
como condición para seguirle en el servicio del
Reino tener que negar las tendencias sexuales o
sublimarlas? ¿Aceptaría Jesús que la mujer ocupara
el lugar que la jerarquía a lo largo de la historia
le ha dejado, considerándola inferior al hombre y
sin posibilidades de realizar los mismos servicios?
¿Estaría de acuerdo con este sistema eclesiástico
que prohíbe tantas cosas y condena tantas otras que
no son precisamente "el mal" que se presenta en sus
mil formas personales y sociales: el hambre, la
avaricia que crea desempleo, las guerras
justificadas por el bien común, los muros y murallas
que se levantan, que se necesiten permisos o
pasaportes para cruzar países, que haya fronteras,
que llamemos ilegales a los que han llegado para
salvarse del hambre, que nos dividamos entre ricos,
pobres y miserables?
¿Qué diría Jesús de este sistema de poder
institucional de la Iglesia que se siente en
posesión de la verdad y prohíbe, excomulga, persigue
y difama a quien disiente? ¿Le gustaría el estatus
de poder sacerdotal, de seguridad y puestos fijos de
trabajo?
¿No hubiera sido más honesto haber declarado que la
Iglesia no tiene suficientes sacerdotes para atender
al culto, que hay una gran crisis de vocaciones y
analizar juntos y con humildad los porqués y las
posibles soluciones? ¡Qué diferente si la Iglesia
hiciera un llamamiento a todos los que creen en el
Jesús del evangelio para ver juntos, mujeres y
hombres sin que importe tendencias y prácticas
sexuales, sin jerarquía, entre laicos y religiosos.
todos llamados a ver cómo hacemos entre todos, de
este mundo, algo más parecido a lo que Jesús de
Nazaret llamó el Reino de Dios. (¡Hasta ese nombre
se puede cambiar, con tal de dar solución a nuestro
problema del mal hoy!)
Matilde Gastalver