LECTURAS
Domingo
16 tiempo ordinario
SABIDURÍA 12, 13-19
Fuera de ti no hay un Dios que de todas las cosas cuide,
a quien tengas que dar cuenta de la justicia de tus
juicios...
Como eres justo, con justicia administras el universo, y
no condenas a quien no merece ser castigado.
… Tu señorío sobre todos los seres te hace indulgente
con todos ellos... Juzgas con moderación y nos gobiernas
con mucha indulgencia porque, con sólo quererlo, lo
puedes todo.
Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser
amigo del hombre, y diste a tus hijos la buena esperanza
de que, aun en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
Este Libro es, como todo el mundo sabe, el último del
AT. y se escribió probablemente en tiempos de Jesús o
pocos decenios antes, en Alejandría. Su título completo
es "Sabiduría de Salomón", y es un buen ejemplo de cómo
los libros se atribuían al autor más importante del
género, como a un "epónimo" literario. (Así, los Salmos
a David, los tres libros de profecías a Isaías...)
Prescindiendo de su contenido general, el fragmento que
leemos hoy ha sido atraído aquí exclusivamente por la
idea de Dios juzgando al final, es decir, como
complemento de una parte del mensaje de la parábola de
la cizaña. Con eso muestra el empequeñecimiento al que
sometemos al Evangelio. Lo metemos en los moldes del AT,
que nos van más. Nuestra conversión a Abbá está aún en
camino. Preferimos una imagen más clara: el Juez
misericordioso. Y nuestra condición humana, de pecadores
siempre animados por el Padre, cede ante la imagen de
buenos y malos, premiados y castigados por el Juez.
Hay sin embargo en este fragmento una profunda
Sabiduría, una reflexión sobre Dios extraordinaria.
Precisamente su absoluto poder es lo que hace a Dios
misericordioso. Y es una preciosa imagen del pecado y
"la virtud": la envidia, la venganza, la injusticia son
muestras de ánimo mezquino, son en el fondo
empequeñecimientos del ser humano. Esta concepción del
pecado como disminución es muy importante. Notemos
solamente que es la riqueza del espíritu la que nos hace
pobres, es el amor el que nos hace perdonar... Ninguna
virtud es represión, sino plenitud; ningún pecado es
libertad, sino esclavitud.
ROMANOS 8, 26-27
El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza.
Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como
conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos inefables.
El que escruta los corazones conoce cuál es la
aspiración del Espíritu…
Tal como se nos presenta, nada tiene que ver con el
resto de las lecturas. Y, privada de todo contexto, en
un fragmento tan breve y tan aislado, apenas tiene
significado. la dejaremos, pues, como está y omitiremos
todo comentario.
José
Enrique Galarreta, S.J.