EZEQUIEL 34, 11-17
Así dice el Señor Dios:
Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo
su rastro. Como un pastor sigue el rastro de su
rebaño cuando se encuentra las ovejas dispersas, así
seguiré yo el rastro de mis ovejas; y las libraré,
sacándolas de todos los lugares donde se
desperdigaron el día de los nubarrones y de la
adversidad.
Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré
sestear -Oráculo del Señor Dios-. Buscaré las ovejas
perdidas, haré volver a las descarriadas, vendaré a
las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y
fuertes las guardaré y las apacentaré debidamente.
En cuanto a vosotras, ovejas mías, dice el Señor
Dios: He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y
oveja, entre carnero y macho cabrío.
Ezequiel vivió entre los años 600 - 550, sin que
podamos precisar más. Son los años trágicos de la
destrucción de Jerusalén por los babilonios de
Nabucodonosor (578). Ezequiel y Jeremías son los dos
profetas testigos de la caída de Jerusalén y la
deportación a Babilonia.
La primera parte de la profecía de Ezequiel es
contemporánea de los últimos días de Judá, y es
anuncio de la caída de Jerusalén. La segunda parte,
ya en el destierro, se dedica a mantener la
esperanza del pueblo en la restauración, fundándola
en la confianza en Dios y por tanto en la adhesión
del pueblo al Señor, no en vanas esperanzas
políticas.
El texto que hoy leemos corresponde a esa segunda
parte. Está sacado de contexto, como casi siempre.
El texto entero es una violenta diatriba contra los
malos pastores. Las desgracias del pueblo son en
buena parte responsabilidad de los malos jefes, que
no han sido pastores sino depredadores, que no se
han preocupado del rebaño sino que lo han echado a
perder.
Pero el Señor mismo tomará la iniciativa y será
pastor de su pueblo. La imagen se completa con la
exigencia de responsabilidades, en forma de juicio,
entre oveja y oveja. Es también un texto mesiánico y
escatológico, anuncio de un único futuro pastor y de
una instalación final en los más verdes pastos.
El texto se incluye aquí como magnífico complemento
de la "parábola" del Juicio final que leemos
en el Evangelio.
CORINTIOS 15, 20-28
Hermanos: Cristo ha resucitado, primicia de todos
los que han muerto. Si por un hombre vino la muerte,
por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán
murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo como
primicia; después, cuando Él vuelva, todos los
cristianos; después los últimos, cuando Cristo
devuelva a Dios su Reino, una vez aniquilado todo
principado, poder y fuerza.
Cristo tiene que reinar
hasta que "haga de sus enemigos escabel de sus
pies". El último enemigo aniquilado será la muerte.
Al final, cuando todo esté sometido, entonces
también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo
había sometido todo. Y así Dios lo será todo para
todos.
Las dos frases-clave de este texto, que lo incluyen
bien en la fiesta de hoy, son sin duda "Cristo tiene
que reinar" y “Dios será todo en todos”.
Se presenta pues una imagen del desenlace de la
historia humana, interpretada como "el triunfo final
de Cristo a la cabeza de la humanidad entera".
Cristo triunfa de todos sus enemigos. Es muy
significativo que su mayor enemigo es la muerte. No
se trata de que Cristo triunfa sobre personas. Nunca
Cristo es enemigo de personas.
Los enemigos de Cristo son los enemigos de las
personas; y el último enemigo es la muerte, que se
presenta aquí como símbolo del pecado. El texto es
entre simbólico y profético. Se toma la imagen de
Adán, el hombre sin Dios abocado a la muerte, y se
contrapone con Cristo, el hombre lleno de Dios,
fuente de vida para todos.
"Cristo tiene que reinar"- “Dios será todo en
todos”, equivalen a "se realizará el reino de Dios",
la humanidad entera llegará a la plenitud en Dios,
por la fuerza del Espíritu de Cristo. Es uno de los
textos más completos, más esperanzadores, que mejor
revelan el pensamiento global de Pablo respecto a la
función de Cristo Libertador de la humanidad.