LECTURAS
Jueves
Santo
Éxodo
11- 12
En
aquellos días, dijo el Señor a Moisés y Aarón en tierra
de Egipto:
-
Este mes será para vosotros el principal de los meses,
será para vosotros el primer mes del año. Di a toda la
asamblea de Israel: el diez de este mes, cada uno
procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la
familia es demasiado pequeña para comérselo, que se
junte con el vecino hasta completar el número de
personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarla.
Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o
cabrito.
Lo
guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la
asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la
sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel e la casa
donde vayáis a comerlo. Esa noche comeréis la carne,
asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y verduras
amargas. Y lo comeréis así: las sandalias en los pies,
un bastón en la mano, y os lo comeréis a toda prisa,
porque es La Pascua, el Paso del Señor.
Yo
pasaré esa noche por la tierra de Egipto heriré a todos
los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres
hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los
dioses de Egipto. Yo el Señor.
La
sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis.
Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros,
y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo
hiera al país de Egipto.
Este
será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis
como fiesta en honor del Señor, de generación en
generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre.
Es
como como lejano anuncio de la ceremonia que celebró
Jesús, señalando que es la Pascua, es decir “El
paso de Dios para sacar a su pueblo de la esclavitud”.
Pero es
una lectura horrible. Para sacar de la esclavitud a
su pueblo mimado y privilegiado Dios mata a multitud de
inocentes. Pues no, ése no es el Dios de Jesús. Es una
interpretación de Israel que nos debe horrorizar.
Sugiero
sustituirla por la del Maná.
ÉXODO 15 – 16
Moisés hizo partir a
los israelitas del Mar Rojo y los llevó hacia el
desierto del Sur; caminando tres días por el desierto
sin encontrar agua, llegaron por fin a Mará, pero no
pudieron beber el agua porque era amarga (por eso se
llama Mara).
El pueblo protestó
contra Moisés, diciendo:
–¿Qué bebemos?
El clamó al Señor, y
el Señor le indicó una planta; Moisés la echó en el
agua, que se convirtió en agua dulce. Allí les dio leyes
y mandatos y los puso a prueba, diciéndoles:
–Si obedecéis al
Señor, vuestro Dios, haciendo lo que él aprueba,
escuchando sus mandatos y cumpliendo sus leyes, no os
enviaré las enfermedades que he enviado a los egipcios,
porque yo soy el Señor, que te cura.
Llegaron a Elim,
donde había doce manantiales y setenta palmeras, y
acamparon allí a la orilla del mar.
Toda la
comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto
de Sin, entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo
mes después de salir de Egipto. La comunidad de los
israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el
desierto, diciendo:
–¡Ojalá hubiéramos
muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos
sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta
hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar
de hambre a toda esta comunidad.
El Señor dijo a
Moisés:
–Yo os haré llover
pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración
de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi ley
o no. El día sexto prepararán lo que hayan recogido, y
será el doble de lo que recogen a diario.
Moisés y Aarón
dijeron a los israelitas:
–Esta tarde sabréis
que es el Señor quien os ha sacado de Egipto, y mañana
veréis la gloria del Señor… Esta tarde os dará de comer
carne y mañana os saciará de pan; el Señor os ha oído
protestar contra él; ¿nosotros qué somos? No habéis
protestado contra nosotros, sino contra el Señor.
Por la tarde, una
bandada de codornices cubrió todo el campamento; por la
mañana había una capa de rocío alrededor del campamento.
Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la
superficie del desierto un polvo fino parecido a la
escarcha. Al verlo, los israelitas preguntaron:
–¿Qué es esto?
Pues no sabían lo
que era.
Moisés les dijo:
–Es el pan que el
Señor os da para comer. …
Los israelitas
llamaron a aquella sustancia «maná»: era blanca, como
semillas de coriandro y sabía a galletas de miel.
Los israelitas
comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron
a tierra habitada. Comieron maná hasta atravesar la
frontera de Canaán.
Jesús
mismo se refirió a esta escena, aplicándosela a sí
mismo: (Jn 6.49)
Vuestros
padres comieron el maná en el desierto y murieron; este
es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no
muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come
de este pan, vivirá para siempre;
Y es para
nosotros una hermosa imagen de Jesús: como Yahvé
alimentó (según la fe de Israel) a su pueblo en el
desierto, el Padre nos alimenta ahora: Jesús es el que
alimenta nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro
servicio. Nos alimentamos de Él. Nos alimentamos de su
Palabra y de su Espíritu, que se nos da muy
especialmente en la reunión de los hermanos, cuando
compartimos la Palabra, cuando comemos juntos su pan y
bebemos su cáliz.
1
CORINTIOS
11:23‑26
Yo he recibido una tradición, que procede del
Señor y que, a mi vez, os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a
entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de
gracias, lo partió i dijo:
- "Esto es mi cuerpo que se entrega por
vosotros. Haced esto en memoria mía"
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar,
diciendo:
- "Este cáliz es la nueva alianza sellada con
mi sangre; haced esto, cada vez que lo bebáis, en
memoria mía"
Por eso, cada vez que coméis de este pan y
bebéis de este cáliz, proclamáis la muerte el Señor,
hasta que vuelva"
Sabemos que éste el texto eucarístico más antiguo,
escrito alrededor del año 55, probablemente desde Éfeso,
y anterior por tanto a la redacción de los evangelios.
Con esta lectura conectamos con emoción profunda nuestra
eucaristía con toda la larga cadena de eucaristías
celebradas por los cristianos desde el principio, desde
las comunidades de Pablo, en el recuerdo del Señor Jesús
tal y como él nos encomendó.
Resulta muy significativo que las cuatro fórmulas
eucarísticas de que disponemos (Marcos, Mateo, Lucas y
Corintios) son diferentes entre sí, y que ninguna de
ellas es igual a la que empleamos hoy en nuestra
eucaristía. Podría ser un buen motivo de reflexión para
los que entienden la “fórmula de la Consagración” como
unas palabras cuasi mágicas que producen el milagro.
José
Enrique Galarreta, S.J.