ORACIÓN EUCARÍSTICA    

                             
 

 

                               cristianos siglo veintiuno
ÍndicePágina Principal

 

 

 

Oración eucarística

domingo 28 ciclo A

 

 

Reunidos en torno a la mesa de la palabra y la fraternidad,

te damos gracias, Padre Santo, por tu hijo Jesucristo.

Por él has revelado tu nombre y tu bondad a las naciones

y has convocado toda lengua y toda raza a la comunidad universal.

Con su muerte y resurrección se ha inaugurado el banquete del Reino,

donde todos los pueblos de la tierra podrán ver la salvación.

 

Gracias, Señor, porque de mil maneras sigues saliendo a los caminos

convidándonos al banquete de la esperanza y el amor

Con todos los invitados a tu Reino cantamos un himno a tu gloria.

 

Santo, santo…

 

Bendito sea Jesús, que ha preparado para la comunidad de los  creyentes

una mesa de perdón y de gracias para este tiempo de espera y esperanza.

 

Padre, envíanos el Espíritu Santo, que nos prepare a la fiesta de tu hijo

con el vestido de una actitud agradecida y el traje de una fe sin excusas.

 

Con gestos de entrega y hermandad anunció Jesús su muerte salvadora

y su presencia entre los mortales hasta que vuelva en gloria.

El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,

dio gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;

haced lo mismo en memoria mía».

 

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:

«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;

cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

Padre, en este mundo nuestro de empresas y negocios,

de corazones poseídos por las riquezas u oprimidos por la miseria,

no es fácil escuchar profetas que nos hablen de banquetes gratuitos,

ofrecidos a todos por igual, en un Reino de amor.

 

Por eso te pedimos que abras primero los oídos de los hombres y mujeres

y cambies la disposición del corazón para escuchar la invitación de tu hijo.

 

Te pedimos por la Iglesia, que sea morada abierta de todos los llamados,

que cada uno merezcamos en ella el puesto que ocupamos.

Acuérdate de tu siervo el Papa y de nuestro obispo,

para que inviten a tu mesa a los hermanos más olvidados.

 

Te pedimos por los hambrientos de la tierra,

para que tengan parte en la mesa abundante de este mundo y del venidero.

 

Padre del cielo, haz que venga tu reino para los vivos y los difuntos.

Que todos los que compartimos la tribulación de este mundo

nos encontremos en la fiesta de tu reino, con Jesús resucitado,

por los siglos de los siglos.

AMÉN

 

 

Casiano Floristán

Luís Maldonado