Oración eucarística
domingo 28 ciclo A
Reunidos en torno a la mesa de la palabra y la
fraternidad,
te
damos gracias, Padre Santo, por tu hijo Jesucristo.
Por
él has revelado tu nombre y tu bondad a las naciones
y has
convocado toda lengua y toda raza a la comunidad
universal.
Con
su muerte y resurrección se ha inaugurado el banquete
del Reino,
donde
todos los pueblos de la tierra podrán ver la salvación.
Gracias, Señor, porque de mil maneras sigues saliendo a
los caminos
convidándonos al banquete de la esperanza y el amor
Con
todos los invitados a tu Reino cantamos un himno a tu
gloria.
Santo, santo…
Bendito sea Jesús, que ha preparado para la comunidad de
los creyentes
una
mesa de perdón y de gracias para este tiempo de espera y
esperanza.
Padre, envíanos el Espíritu Santo, que nos prepare a la
fiesta de tu hijo
con
el vestido de una actitud agradecida y el traje de una
fe sin excusas.
Con
gestos de entrega y hermandad anunció Jesús su muerte
salvadora
y su
presencia entre los mortales hasta que vuelva en gloria.
El
Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un
pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced
lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Padre, en este mundo nuestro de empresas y negocios,
de
corazones poseídos por las riquezas u oprimidos por la
miseria,
no es
fácil escuchar profetas que nos hablen de banquetes
gratuitos,
ofrecidos a todos por igual, en un Reino de amor.
Por
eso te pedimos que abras primero los oídos de los
hombres y mujeres
y
cambies la disposición del corazón para escuchar la
invitación de tu hijo.
Te
pedimos por la Iglesia, que sea morada abierta de todos
los llamados,
que
cada uno merezcamos en ella el puesto que ocupamos.
Acuérdate de tu siervo el Papa y de nuestro obispo,
para
que inviten a tu mesa a los hermanos más olvidados.
Te
pedimos por los hambrientos de la tierra,
para
que tengan parte en la mesa abundante de este mundo y
del venidero.
Padre
del cielo, haz que venga tu reino para los vivos y los
difuntos.
Que
todos los que compartimos la tribulación de este mundo
nos
encontremos en la fiesta de tu reino, con Jesús
resucitado,
por
los siglos de los siglos.
AMÉN
Casiano Floristán
Luís Maldonado