Oraciones
para la
eucaristía
PRESENCIA
DE DIOS
(DOMINGO
4º Cuaresma)
ANÁFORA
Acepta, Padre Dios de bondad infinita, esta
oración eucarística
en la que queremos expresarte nuestra más
sincera acción de gracias.
No es justo que pases
desapercibido para una inmensa mayoría de los
seres humanos.
Ni es posible que quienes mejor creemos
conocerte
apenas nos acordemos de
Ti y
vivamos a tus espaldas,
deslumbrados por cosas
sin importancia.
Tú eres nuestro centro y esencia, el motor de
nuestro ser.
Tú tienes que ser continuo referente en nuestras
acciones.
Es deber nuestro que respondamos a tu inmenso
amor
con nuestro humilde y filial cariño.
Ayúdanos a descubrirte en nuestro interior,
haznos conscientes de tu presencia en nuestra
vida.
Despiértanos, Señor.
Abre nuestros ojos
dormidos,
anima nuestro espíritu y despierta nuestra
ilusión y esperanza.
Juntos todos, en un clamor que quisiéramos fuera
de toda la humanidad,
elevamos a Ti esta oración de fe en Ti y este
sencillo canto de alabanza.
Santo, santo…
Recordamos agradecidos, Padre, la entrada de
Jesús en nuestra historia.
Gracias a él, tratando de comprender su palabra,
siguiendo su camino,
vamos descubriéndote, haciéndote un hueco
importante en nuestra vida.
Por él sabemos que lo que importa es ser fiel a
la propia conciencia.
Jesús ha significado nuestra liberación
personal, vivir tu fe en libertad,
sentirnos hijos y no siervos, sentirte como
Padre y Madre entrañable.
Después de oír las buenas noticias que sobre Ti
nos ha revelado Jesús
sabemos que no eres Dios juez a quien haya que
temer,
sino un Dios bueno que merece más que nadie ser
querido.
Y también nos ha enseñado que es amando y
sirviendo a los demás
como únicamente podemos identificarnos contigo.
Creemos que vives en nosotros y no necesitamos
morir para encontrarte.
Nos consta que fue en la oración y en el
contacto diario contigo
donde encontró Jesús su fuerza para vivir en
tensión su entrega total.
El Señor Jesús, la noche en que iban a
entregarlo, cogió un pan,
Te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa,
diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria
mía».
Acabamos de recordar, Padre Dios, la vida de tu
amado hijo Jesús,
ejemplar hasta su muerte y consumación en Ti.
En él se realizó la utopía soñada por Ti para el
hombre.
Nos demostró que otro mundo es posible, y otro
hombre y otra mujer.
Querríamos esperar confiados la llegada de una
humanidad adulta,
reconciliada, generosa y solidaria, llena de tu
espíritu.
Es posible la esperanza.
Jesús se llamó a sí mismo hijo de hombre para
hacernos ver que el primer paso
y el último es sencillamente crecer cada día en
humanidad,
y llegar a merecer la gloria de ser de verdad
humanos.
No podemos olvidar, Señor, que no te gusta hacer
milagros,
que los milagros los tenemos que hacer nosotros,
que ese mundo nuevo y fraternal que ansiamos
lo hemos de ir forjando día a día, cada uno de
nosotros.
Te ofrecemos nuestra mejor voluntad de servicio
y sintiendo que está con nosotros tu querido
hijo Jesús, nuestro hermano mayor,
te dirigimos esta oración de acción de gracias,
Dios y Padre nuestro.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
principio
Padre, andamos por la vida como ciegos,
necesitamos tu luz, y por eso venimos a tu mesa,
a recibir tu palabra que ilumina, tu luz que
ayuda para caminar.
Gracias, Padre, porque alrededor de tu mesa
recibimos tu aliento y tu luz.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Por tu luz hemos sabido que es mejor dar que
recibir:
Jesús lo dio todo, como grano de trigo y de uva.
Nosotros vamos a comulgar con él y queremos
darlo todo,
nuestra vida entera, por tu Reino, como el mismo
Jesús.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias, Padre, por el agua, el vino, por el
pan, por la luz.
Gracias por la eucaristía en la que recibimos
todo eso.
Gracias, sobre todo, por Jesús, tu mejor regalo.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
José Enrique Galarreta
ALGUIEN VIENE
Sin llamarle,
sin haber pensado
siquiera en él,
sin saber muy bien quién
es,
sin tener ojos para
verle…,
alguien viene,
pasa junto a nosotros,
se fija
y se sienta a nuestro
lado
para estar con nosotros,
los hombres.
Alguien viene,
y tiene tantas cosas
que cambiar dentro de
nosotros
y en nuestro entorno…
No viene para que todo
siga igual
ni para hacer silencio a
nuestro lado;
viene porque es posible
ser de otra manera,
tener vista y vida,
levantarse y caminar,
ser personas nuevas,
dejar la ceguera
y dar testimonio del
reino
acogiendo sus semillas.
Alguien viene,
nos dirige su palabra,
una palabra que
comprendemos
porque es clara,
afecta a nuestras
miserias,
cura viejas heridas
y deshace tantos
insoportables esfuerzos y montajes…
Viene desde la cercanía
de Dios
a encontrarse con
nosotros
y a abrirnos los ojos
para que conozcamos su
rostro
y nunca más tengamos
miedo.
Viene
y sólo nos pide
lavarnos,
creer en él
y cambiar de bando,
para tener lo que más
anhelamos.
Florentino Ulibarri