Oraciones
para la
eucaristía
DOMINGO
3º DE PASCUA
BUENAS
NOTICIAS
ANÁFORA
Porque es justo y es nuestra primera
obligación,
te dirigimos, Dios y Señor, esta humilde
plegaria
para agradecerte las grandes cosas que has
hecho,
la creación de todo el infinito universo.
Pero nos sentimos agradecidos especialmente,
porque has querido que te llamemos
y te sintamos Padre,
porque nos tratas como hijos
y contamos con tu incondicional cariño.
Gracias, Padre, por habernos regalado
la maravilla de tu presencia viva en
nosotros.
Queremos bendecirte y responder a tu amor,
sirviéndote como profetas y proclamando ante
el mundo
que eres un Dios bueno, Padre y Madre de
todos,
que no pretendes otra cosa que nuestra
felicidad,
y que sólo nos pides que nos llevemos bien
entre todos.
Tenemos que advertir a nuestros hermanos
que hemos de hacernos cargo de los que peor
lo pasan,
que es responsabilidad nuestra, no tuya,
que el mal desaparezca de esta pobre Tierra
que a diario maltratamos.
Debemos y queremos anunciar bien alto
que tu amor y misericordia no tienen
límites,
que es santo y bendito tu nombre, Padre
Dios.
Por
eso te cantamos con alegría
este himno de alabanza…
Santo, santo…
Queremos manifestarte, Padre santo,
nuestro agradecimiento y gozo,
al escuchar la buena noticia
que tu hijo Jesús nos trajo de tu parte.
Nos la repitió de mil maneras
y nos la explicó con sencillas parábolas.
Para que supiéramos cómo eres,
nos contó la historia de aquel padre, todo
corazón,
que no solo perdonó a su pródigo y
descarriado hijo
sino que además salió en su busca para
abrazarlo.
Y para que entendiéramos
cómo tenemos que ayudarnos unos a otros,
nos puso de ejemplo a un buen samaritano
y todo lo que hizo por aquel pobre
desconocido
al que vio tirado en la cuneta del camino.
Nos llegó a decir que no es posible amarte a
Ti
si no queremos y cuidamos a nuestros
prójimos.
Nos aseguró que la persona, cualquiera que
sea,
ha de estar siempre por encima de las normas
y nos enseñó a orar en confianza, con
humildad.
Tu hijo Jesús fue tu mejor profeta,
tu mensajero definitivo y total,
que no sólo nos marcó tus caminos
sino que se hizo él mismo el camino,
y la puerta que nos lleva
a tu casa paterna, cálida y entrañable.
Jesús plasmó tu Palabra en vida
y la compartió con todos.
Fracción del pan
Recordamos con emoción, Padre nuestro,
a tu hijo Jesús,
su vida esforzada por hacernos comprender tu
Palabra,
su condena a muerte por rechazar toda
violencia
y predicar el amor,
y finalmente, su abrazo eterno contigo.
Gracias una vez más por su valiente
testimonio.
Envíanos tu Espíritu, lo necesitamos para
seguir a Jesús
y tratar de imitarle.
Tenemos por delante una tarea inmensa y
urgente, convertirnos nosotros
y hacer que en este mundo reines Tú,
que reine el amor y la equidad.
Queremos descubrir a los hermanos tu bondad
infinita,
para que nadie te tema ni se esconda de Ti,
para que todos aprendan a quererte y te
bendigan.
No permitas que
quienes nos presentamos ante el mundo
como comunidad cristiana
sigamos dando tan pobre testimonio de Ti y
de tu hijo.
Ayúdanos a ser fieles testigos tuyos
y verdaderos seguidores de Jesús.
Uniendo nuestras voces, en presencia de tu
hijo Jesús,
te glorificamos y bendecimos ahora
como querríamos hacer toda la eternidad.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
PRINCIPIO
Venimos a tu mesa, Padre, para celebrar la
alegría de Jesús vivo,
de la vida nueva que nos regalas.
Gracias, Padre, por la vida, por la fe,
por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Entregado hasta la muerte, como pan, como
vino, así fue Jesús
y así queremos ser nosotros.
Que nuestra vida entera sea un servir
desinteresado a los hermanos,
como nos enseñó Jesús, tu Hijo, nuestro
Señor.
DESPEDIDA
Gracias Padre, por la eucaristía,
porque renuevas nuestra fe, nuestra
esperanza,
nuestro deseo de servirte en tus hijos.
Gracias por la nueva vida que nos da tu
hijo, Jesús, nuestro Señor.
José Enrique Galarreta
QUÉDATE
Quédate, Señor, que se hace ya tarde,
que el camino es largo y el cansancio
grande.
Quédate a decirnos tus vivas palabras
que aquietan la mente y encienden el alma.
Mantén en ascuas nuestro corazón torpe,
disipa nuestras dudas y temores.
Míranos con tus ojos de luz y vida,
devuélvenos la ilusión perdida.
Lava las heridas de estos pies cansados;
despiértanos vida con gestos humanos.
Quédate y límpianos rostro y entrañas;
quema esta tristeza, danos esperanza.
Quédate, Señor, comparte nuestras viandas
y muéstranos, paciente, tus enseñanzas.
Pártenos el pan de tu compañía;
ábrenos los ojos de la fe dormida.
De tus palabras cuelga lo que buscamos,
lo hemos visto caminando a tu lado.
Quédate y renueva valores y sueños;
danos tu alegría y tu paz de nuevo.
Condúcenos siempre al mundo, a la vida,
para ver tu rostro en rostros cada día.
Quédate, Señor, que se hace ya tarde,
que el camino es largo y el cansancio
grande.
Florentino Ulibarri