ORACIONES para la EUCARISTÍA    

                             
 

 

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Oraciones para la eucaristía

 

CORPUS CHRISTI

 

ANÁFORA

 

Humildemente, confiadamente, como recomendados de tu hijo Jesús,

nos dirigimos a ti, Dios y Padre nuestro.

Queremos ser conscientes de la trascendencia de nuestras palabras,

porque, aun reconociendo nuestra infinita pequeñez, 

creemos que realmente nos escuchas.

Lo primero que queremos decirte, Señor,

es que te agradecemos la vida que nos has dado y disfrutamos.

Sabemos que nos amas más de lo que nuestra mente es capaz de percibir.

Gracias, Padre.

Y aunque no necesites nuestras alabanzas,

queremos demostrarte nuestro cariño y agradecimiento

con este canto de bendición que entonamos juntos todos tus hijos.

 

Santo, santo…

 

Verdaderamente es justo y obligado darte las gracias 

porque nos has dado como hermano y guía a Jesús de Nazaret.

Estamos reunidos, como tantos otros domingos, alrededor de una mesa,

pero hoy cobra un sentido especial por ser la fiesta solemne de la eucaristía.

Querríamos, Señor y Padre nuestro, recibir ahora una bendición especial tuya,

para que esta celebración nos impacte,

nos ayude a comprender mejor el ejemplo de Jesús

y nos lleve a moldear nuestra mente y a cambiar nuestra actitud.

Queremos ser más conscientes que nunca de su verdadero sentido.

No esperamos en este momento, ningún milagro,

nadie va a  pronunciar palabras mágicas.

Sólo estamos rememorando la última cena que celebró Jesús con sus amigos.

Cuando él trató de enseñarles cómo debían entregarse al servicio de los demás

les dejó una imagen gráfica fácil de recordar,

la de un pan partido y repartido en trozos a cada amigo

o la de una copa de vino de la que todos bebieron.

 

El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,

te dio gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;

haced lo mismo en memoria mía».

 

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:

«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;

cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

 

Jesús no fue hombre de ritos.

Cuando nos dijo “haced esto en mi memoria”,

no quiso instituir ningún acto de culto,

sino invitarnos a imitar su entrega a los demás.

Este es el significado de lo que acabamos de realizar.

Jesús quiere que recordemos su vida, su muerte y resurrección,

poniendo al servicio de los demás todo lo que somos, nuestra vida.

Celebrar una eucaristía nos incita a comprometernos

a ser fermentos de unidad y de armonía entre los hermanos.

Queremos extender tu Reino,

para que sean verdaderamente felices todos los seres humanos sin excepción.

Te prometemos que este va a ser nuestro principal objetivo en la vida.

Dios Padre que estás en el cielo y en todos nosotros,

te damos gracias una vez más por cuanto haces de continuo

por la comunidad de los creyentes y por todos los hombres de buena voluntad.

Nos acordamos también de los hermanos y hermanas

que no están ya entre nosotros,

pero que con seguridad disfrutan ya de tu compañía.

Bendito seas, Padre santo, queremos honrarte como mejor sabemos,

y agradecerte que Jesús haya formado parte de nuestra historia.

Por él y en su compañía brindamos con orgullo en tu honor.

Amén.   

 

 

  

TÚ ERES, SEÑOR, NUESTRO MEJOR ALIMENTO

 

 

Ahora que están de moda las recetas culinarias,

que todo el mundo busca alimentos energéticos,

que vitaminicen y al tiempo sean sabrosos,

los cristianos tenemos el tesoro de tu Mesa.

Tú eres, Señor, nuestro mejor alimento.

 

Tú nos enseñaste a comer, que es compartir con los amigos,

que es hablar la vida, incluso con los que te traicionen,

que es disfrutar juntos y que haya de todo para todos,

para, al final, sentirse unidos, compañeros de camino

y constructores de unas relaciones sanas y una tierra nueva.

 

Tú que nos invitas a reunirnos en tu recuerdo

y a partir y repartir el pan unos con otros,

nos dejaste un mensaje, una misión, una tarea,

que es sentarnos a la mesa, unidos,

y hacer de la tierra entera una familia.

 

Cada vez que comemos tu cuerpo,

nos comprometemos contigo,

confirmamos que queremos vivir a tu manera

y que nos unimos a toda la iglesia, tu gente,

para cumplir tus sueños de amor y fraternidad.

 

El que come tu Carne, el que comulga,

se aparta de otros alimentos nocivos.

Se aleja de la competitividad, no le sirve la prisa,

se aparta del poder y relativiza el prestigio.

Hazte, Señor, carne de nuestra carne y vida de nuestra vida.

 

    Mari Patxi Ayerra 

 

 

No disponemos de las oraciones japonesas en estas fechas.