ORACIONES para la EUCARISTÍA    

                             
 

 

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Oraciones para la eucaristía

 

Domingo 19 tiempo ordinario

 

 

ANÁFORA 

 

 

Señor Dios nuestro, es hora de agradecerte

tantas buenas cosas que nos has dado

y de modo especial la vida, la vida que sin saber compartimos contigo.

Gracias en nombre de todos los seres humanos,

sean o no conscientes de tu presencia, tu impulso y tu generosidad.

Gracias, Padre santo, en nombre de toda la creación,

que con su sola existencia eleva hacia ti un canto de bendición.

Sería necio imputarte lo que no funciona en este mundo,

porque debemos reconocerte, con obligada humildad, 

que no hemos sabido organizarnos para que haya justicia

ni nos hemos decidido aún a distribuir tus bienes entre todos.

En el canto que ahora entonamos en tu honor van implícitos

nuestro agradecimiento por la infinita perfección de tu obra

y nuestra voluntad de luchar porque todos la disfruten por igual.

 

                   Santo, santo…

 

Gracias, Padre, por habernos dado a Jesús,

no tenemos mejores palabras para agradecerte su paso por la historia.

Gracias, Padre, gracias. Jesús lo es todo para nosotros.

Jesús es nuestro guía,

nos descubre la forma de andar por este mundo.

Por eso dijeron de él que es la luz y es el camino.

Jesús es nuestra fuerza, nos motiva, nos anima a seguirle, 

nos descubre la satisfacción de vivir para los demás.

Por eso dijeron de él que es pan y es agua, que es vida.

No se acaban ahí los signos que representan a tu hijo Jesús.

Partimos este pan para recordar su entrega total, hasta la muerte,

y brindamos con esta copa de vino

rememorando que nos dio su sangre y su vida.

El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,

te dio gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;

haced lo mismo en memoria mía».

 

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:

«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;

cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

Envíanos tu Espíritu, Padre Dios,

para que desterremos de nuestra vida

la amargura, la ira y toda maldad,

para que seamos buenos y comprensivos y sepamos perdonarnos,

para que caminemos juntos por el sendero que nos ha trazado Jesús,

que no deja por ello, de estar lleno de dificultades e incertidumbres.

En un mundo de tristeza, dónde predominan las malas noticias,

queremos ser portadores de consuelo y de buena nueva.

En un mundo en crisis, donde la esperanza brilla por su ausencia,

queremos ser profetas del Reino y defender a ultranza su utopía.

En un mundo desorientado, sin más meta que el poder y el dinero,

queremos estar del lado de los pobres y excomulgados de la sociedad,

creer que sus causas no están perdidas y tomarlas como propias.

Señor Dios,

queremos proclamar ante el mundo que existes y eres bueno

reflejando en nosotros tus entrañas de misericordia.

Por tu hijo Jesús, en su compañía,

te damos gracias, Señor, y te alabamos,  

como confiamos hacer por toda la eternidad.

AMÉN.

 

 


Colecta

 

Dios, que nos das la vida,

mira a tus hijos que vuelven a reunirse hoy en torno a Cristo

y haz que recibamos en plenitud la fuerza

que necesitamos para caminar construyendo tu reino.


 

Ofertorio

 

Dios, plenitud de amor,

estamos en torno a esta mesa, celebrando la entrega de Cristo.

Te pedimos que, respondiendo a ese amor de Jesús,

sepamos hacer de toda nuestra vida una pura ofrenda a los hermanos.
 


Postcomunión

 

Dios, llenos de nueva fuerza, te pedimos que,

a imitación de Jesús que se dio a sí mismo como alimento,

también nosotros sepamos caminar en el amor y darnos a los demás.




 

TODOS TENEMOS HAMBRE

 

Porque todos, Señor, tenemos hambre de ti,

no nos dejes, pasar por la vida sin regalar

nuestra risa, las caricias, los detalles,

que son los gestos que te hacen presente.

 

Porque tenemos hambre de ti, Señor,

hemos de llenar la tierra de confidencias,

de nuestro ser amigos, de crear buen clima de vecinos,

de generar ambiente cálido entre los compañeros,

de saber agradecer todo lo que la vida nos regala,

de intentar comprender a todo el mundo,

que es la forma de vivir a tu manera.

 

Porque Tú sacias nuestro hambre infinita,

ayúdanos a compartir con los demás

la alegría del comienzo del nuevo día,

la ternura de vivir en compañía,

la ilusión de disfrutar cada momento,

la emoción de poner amor en todos,

la sorpresa de lo nuevo de cada persona,

la salud del enfermo acompañado,

el compromiso con el mundo injusto y frío,

que Tú potencias en cada uno en los adentros.

 

Porque el mundo tiene hambre de Dios,

impúlsanos a hablar de ti con sencillez,

a contar lo que vas haciendo en cada uno,

a recordar que Tú liberas de toda atadura,

a acompañar vidas, haciéndote presente,

a ser chispa alegre y cotidiana,

a cambiar la rutina por tu vida en abundancia, 

a entusiasmar con la revolución del evangelio,

y a ser buena noticia en donde estemos,

pues Tú estás en nosotros para hacernos como Tú.

 


Mari Patxi Ayerra

 

 

Las tres oraciones (Colecta, Ofertorio y Postcomunión)

se redactaron en Japón, siguiendo la reforma litúrgica del Vaticano II

y han sido traducidas al español por José Lerga

http://www.telefonica.net/web2/vidaensintonia/tonosorientales.html