ORACIONES para la EUCARISTÍA    

                             
 

 

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Oraciones para la eucaristía

 

Domingo 4º de Adviento

ANÁFORA

 

 

Padre santo, es nuestro deber pero al mismo tiempo nuestro mayor gozo

bendecir tu nombre y manifestarte nuestra admiración y agradecimiento

por las maravillas de tu Creación y por el amor que has puesto en tu obra.

De modo especial te agradecemos el cariño con que nos tratas a nosotros,

los seres humanos, a quienes nos has privilegiado con dones singulares.

Podemos conocerte y quererte, ser conscientes de tu presencia en nosotros,

estrechar nuestras manos y vivir felizmente en una perfecta fraternidad.

Pero tu proyecto de humanidad dista mucho de nuestra cotidiana realidad.

Aunque nos produce sonrojo reconocer tanto desperdicio de facultades,

no obstante, tenemos todavía muchas razones para la esperanza.

Dirige tu mirada, Señor, sobre tantas buenas madres,

que como María, la madre de Jesús o Isabel, la madre de Juan,

dedican sus esfuerzos a engendrar, alimentar y cuidar nuevas vidas. 

Y mira también complacido a quienes han dado a luz proyectos de vida

que han servido a la humanidad para avanzar hacia un mundo mejor.

Ponemos en Ti, Dios, Padre y Madre, nuestra alegría y nuestra esperanza.

En tu honor, a tu mayor gloria, cantamos agradecidos este himno.

 

                   Santo, santo…

 

Te agradecemos muy especialmente, Señor, el nacimiento de tu hijo Jesús.

Porque con la venida de Jesús al mundo,

la noche se convertiría en aurora y amanecería una nueva vida.

Pero es día para recordar también agradecidos a María, su madre,

que lo arropó y alimentó en sus entrañas, durante un largo adviento,

y preparó con exquisita dedicación y amor su nacimiento a este mundo.

María comprendió antes y mejor que nadie el misterio de tu encarnación.

Supo verte en su interior, siendo modelo de oración y contemplación,

te vio en cuantos la rodearon, a quienes ofreció siempre cariño y ayuda.

Y te vio sobre todo en su hijo Jesús, tratando de comprender su misión,

acompañándole en los momentos más duros, protegiendo a los suyos.

Por todo ello es bendita entre las mujeres, afortunada como ninguna.

Gracias, Padre Dios, por su magnífico testimonio, casi sin palabras.

Y gracias una vez más por el mensaje luminoso de Jesús,

que sumado a su buen hacer, constituye nuestra guía y modelo de vida.

 

El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,

dio gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;

haced lo mismo en memoria mía».

 

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:

«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;

cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

 

Al recordar la entrega total a los hermanos

que plasmó Jesús toda su vida, desde el nacimiento hasta su muerte,

esperamos, Dios y Padre nuestro, que nos hagas partícipes de tu espíritu,

el mismo espíritu que guió los pasos de Jesús y de María,

ese espíritu innovador, que necesitamos para recrear este mundo.

Nuestras esperanzas se reavivan en estas fechas. Seguimos expectantes

gestando el alumbramiento de una nueva tierra y una nueva humanidad.

No queremos caer en derrotismos

porque sabemos que hay mucha buena gente,

repartidos por todo el mundo, creyentes de cualquier religión o no creyentes,

que haciendo el bien, con sencillez, dan el mejor testimonio de tu bondad.

Ilumina con tu espíritu a toda nuestra comunidad eclesial,

renuévanos, haznos nacer de nuevo.

Extiende tu bendición sobre todos los seres humanos

y sobre cuantos tienen mayor poder y responsabilidad.

A Ti, Padre de los cielos, que estás en todos nosotros,

te damos las gracias por Jesús y por María y te alabamos ahora y siempre.

AMÉN. 

 

 

Rafael Calvo Beca

 

 

PRINCIPIO

 

A cinco días de Navidad, venimos a tu mesa, Padre,

para aprender de Jesús, para alimentarnos de su Palabra.

Prepara tú, Padre, nuestro corazón,

para que celebremos bien, de corazón, el nacimiento de Jesús.

Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

 

 

OFRENDA

 

Como el pan y como el vino, así fue la vida de Jesús,

entregada para la vida de todos.

Nuestro pan y nuestro vino ofrecidos en esta mesa

significan que queremos que nuestra vida sea así, Padre, como la de Jesús.

Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

 

 

DESPEDIDA

 

Gracias, Padre por la Palabra y por el Pan.

Gracias por esta eucaristía y por tantas y tantas que nos regalas.

Y gracias por tu mejor regalo, por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.

 

 

 

PROFESIÓN DE FE de Adviento

 

 

Yo creo en un niño pobre

que nació de noche en una cuadra,

arropado sólo por el amor de sus padres

y la bondad de la gente más sencilla.

 

Yo creo en un hombre sin importancia

austero, fiel, compasivo y valiente,

que hablaba con Dios como con su madre,

que hablaba de Dios como de su madre,

contando, llanamente, cuentos sencillos,

y por eso molestó a tanta gente

que al final lo mataron,

lo mataron los poderosos, los santos, los sagrados.

 

Yo creo que está vivo, más que nadie,

y que en él, mas que en nadie,

podemos conocer a Dios

y sabemos vivir mejor.

 

Y doy gracias al Padre

porque Él nos regaló este Niño

que nos ha cambiado la vida,

y nos ha dado sentido y esperanza.

 

Yo creo en ese niño pobre,

y me gustaría parecerme a Él.

 

 

José Enrique Galarreta