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HECHOS 2, 42-47 / PEDRO 1, 3-9

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2º DOMINGO DE PASCUA

HECHOS 2, 42-47

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los Apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.

Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que hacían los Apóstoles en Jerusalén.

Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la Fracción del Pan en las casas y comían juntos alabando a Dios, con alegría y de todo corazón.

Eran bien vistos de todo el pueblo y, día tras día, el Señor iba agregando al grupo a los que se iban salvando.

El tercer evangelio y el libro de los Hechos formaron probablemente una sola obra, dividida en dos libros, que se separaron después (antes del 150). Muestran una fuerte unidad, no solamente temática sino también literaria, de lengua, estilo, etc., etc., que nos permite reconocer un solo autor.

Este autor ha sido reconocido por la tradición de la Iglesia como Lucas, y tenemos testimonios de ello en documentos del siglo II. El análisis interno del texto nos muestra un cristiano de la generación apostólica, griego o judío muy helenizado, buen conocedor de la Biblia, con conocimientos médicos, y compañero de viajes de San Pablo (en los viajes suele hablar en primera persona del plural).

Respecto a la fecha y lugar de composición, no tenemos nada seguro por datos externos, y debemos guiarnos por los datos que nos da el mismo libro. Los críticos señalan que no puede haberse compuesto ni antes del año 64 ni después del 100. Para reconocer la intención y el modo de trabajar del autor, recordemos los prólogos de ambos libros

EVANGELIO DE LUCAS

Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido...

DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

El primer libro lo escribí, Teófilo, sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde un principio hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue llevado al cielo. A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, «que oísteis de mí: que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días ». Los que estaban reunidos...

Por esta razón, este libro es algo así como "El Evangelio de la Iglesia". Se narran sucesos ("hechos") de la primera comunidad cristiana, porque significan la presencia de Dios, del Espíritu de Jesús, en aquella comunidad.

Se trata, pues, de un relato de gran valor. El autor se muestra muy bien documentado -incluso se aprecia en su estilo la presencia de fuentes diferentes- y, en ocasiones, testigo presencial de lo que cuenta o receptor de primera mano de los testigos de los sucesos. Pero no se trata simplemente de un libro de Historia. Se narra fundamentalmente la "Historia en el Espíritu", es decir, el desarrollo de la Fe de la primera comunidad cristiana.

En este campo, se observan varias líneas fundamentales:

1.- La proclamación de Jesús como Mesías.

Es el tema fundamental de los discursos de Pedro y de Esteban, y el sentido de los "milagros". Jesús es "el que esperábamos", es el Mesías, que tenía que padecer y que está vivo por el triunfo de la fuerza de Dios.

2.- La toma de conciencia de la iglesia de su vocación misionera.

En este sentido se va narrando la expansión de la Iglesia en algunas misiones particulares (Pedro, Felipe, Pablo...)

3.- El anuncio a los paganos.

Es el primer problema. La Iglesia como continuación de la Antigua Ley, con sumisión a los preceptos mosaicos, o la Iglesia como Alianza Nueva, superación de la Antigua. El anuncio a los paganso plantea este problema a Pedro (cap.10) de manera que tiene que justificarse ante los hermanos (cap.11). El mismo problema lo planteará Pablo, y será uno de los temas báscicos de llamado "Concilio de Jerusalén" (Cap.15).

Hay por tanto en el libro una clara intención apologética de la línea de Pablo: el anuncio a los paganos ("ellos sí escucharán") y la liberación de las obligaciones rituales de la antigua Ley.

 

EN RESUMEN

En el Libro de los Hechos encontramos tres componentes que nos interesan mucho:

1.- Una historia de la primera comunidad cristiana y su expansión. Pero "historia" del tipo "evangelio", con una intención semejante a la de los libros "históricos" del Antiguo Testamento: historia para mostrar cómo actúa el Espíritu en es primera comunidad.

2.- Una cristología: las más antiguas expresiones de la fe en Jesús, anteriores a las elaboraciones de Juan y de Pablo. Es - casi - el primer estadio de la respuesta de la Iglesia a la gran pregunta sobre Jesús: "¿quién es este hombre?".

3.- Una eclesiología: no hay doctrina sobre la Iglesia, pero vemos cómo funcionaba la Iglesia y qué pensaba de sí misma, cómo oraba, cómo se organizaba, cómo resolvía los problemas... Lo cual nos es muy útil para reflexionar sobre lo permanente y lo transitorio de las instituciones de la Iglesia.

EN EL TEXTO DE HOY

Vemos una descripción -bastante idealizada- de la primera comunidad. Por otros textos -aun de este mismo libro- conocemos que no todo era de color de rosa: hubo problemas, serios problemas, de doctrina y de organización.

Aquí se refleja solo el "espíritu básico" de aquella comunidad: la oración común, la eucaristía, la vida y propiedad en común, el aprecio de la gente, la suave difusión de la iglesia. Más tarde vendrán otros problemas y las persecuciones.


PEDRO 1, 3-9

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo.

La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ellos, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en pruebas diversas; así, la comprobación de vuestra fe - de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan en el fuego - llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo nuestro Señor.

No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

No sabemos cuándo salió Pedro de Jerusalén. Sí sabemos que murió en Roma el año 64, en la persecución de Nerón. Tampoco está claro que esta carta sea del mismo Pedro. Los antiguos Padres de la Iglesia, Ireneo, Policarpo, la atribuyen a Pedro. Pero hay muchos datos, en el estilo, los datos internos y otros factores, que lo hacen difícil de admitir.

Los especialistas están conformes - como mínimo - en que esta carta refleja la predicación de Pedro y está escrita por alguien del círculo de sus discípulos más cercanos. La misma carta (5, 12) nos dice quién fue su discípulo-secretario: Silvano. Algunos la siguen atribuyendo al mismo Pedro. La carta apenas tiene unidad temática. Salta de un tema a otro.

El texto se trae hoy para "acompañar" al evangelio, empalmando con la frase de Jesús a Tomás: "Dichosos los que crean sin haber visto". Y es que nos encontramos ante la "segunda generación" de los cristianos, los que creen en Jesús por la predicación de los Testigos. Estamos en el comienzo de "La Tradición", la larga cadena de personas y generaciones que se entregan una a otra la fe en Jesús. Aunque no es esa transmisión humana la que produce la fe: esa transmisión humana es solamente el vehículo de "La fuerza del Espíritu". Pedro parece admirarse de esa fuerza: ¡No le habéis visto y creéis en Él!".

 

José Enrique Galarreta, S.J.

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