LA EUCARISTÍA CRISTIANA - 10 LOS TRES PRIMEROS SIGLOS
Luís AlemánLa Eucaristía fue lo primero que comenzó. Pronto comenzaron a reunirse. Aún con el susto metido en el cuerpo, y la alegría por la fe en una pronta vuelta de Jesús.
Como en cualquier vida que comienza, reinaba cierto caos. "La tierra era un caos informe. Sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas" Gn 1, 2.
Al principio se reúnen como judíos que eran. Rezan como judíos. Incluso comen como judíos, y recuerdan al Maestro al partir y repartir el pan y el vino. Seguramente no comprenden bien lo que hacen, pero lo hacen porque lo mandó el Maestro. Pero al recordar las palabras de Jesús van iluminando la mesa.
Como judíos sueñan como hicieron sus profetas: (Is. 60, 1-4)
¡Levántate, brilla, Jerusalén, que ha llegado tu luz,
y la gloria del Señor ha amanecido sobre ti!
mira cómo la oscuridad cubre la tierra,
y espesa nube a los pueblos,
pero sobre ti amanece el Señor
Caminarán las naciones a tu luz,
alza los ojos en torno y mira:
todos se reúnen y vienen a ti.
También lo soñó Jesús. Pero fue sólo un sueño. Y lo reconoció con amargura: (Mt 23, 37-39)
«¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar desierta vuestra casa. Porque os digo que ya no me volveréis a ver hasta que digáis:¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»
Después de morir, cuando su Padre lo levantó de la muerte, se enteró de todo:
Mt 28, 18-20
Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»
Ellos también, cuando ya se fue el Maestro, empezaron, poco a poco, a comprender el evangelio. En aquellas mesas, en aquellas cenas comenzó el proceso de conversión. Su fe se hizo, muy lentamente, una fe adulta.
Lc 14, 16-24
Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: 'Venid, que ya está todo preparado.'
Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: 'He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses.' Y otro dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses.' Otro dijo: 'Me acabo de casar, y por eso no puedo ir.'
«Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, el dueño de la casa, airado, dijo a su siervo: 'Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, a ciegos y cojos.'
Dijo el siervo: 'Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio.' Dijo el señor al siervo: 'Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa.'Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena.»
Y es que en la mesa del Señor está toda la vida del Señor; está todo el sueño de Israel, todo el proyecto del Creador: los hombres convertidos en hermanos, reunidos en la mesa del Señor.
Por eso la eucaristía es una oración de gracias al Padre:
por la Creación, obra de su amor,
por su amor a todos los hombres,
por habernos dado a Jesús que nos enseñó a ser hermanos.
Por eso la eucaristía es una oración de todos juntos
para que su Espíritu permanezca en medio de su iglesia: su nueva y única Jerusalén
porque somos su Templo, su único Templo.
porque todos, su pueblo unido, hacemos lo que confían los gentiles a un chamán, un brujo, un sacerdote.
Los romanos, los de los templos y sacrificios, creyeron que los cristianos eran ateos: porque no tenían templos, ni sacerdotes ni sacrificios.
Los seguidores del galileo, no se reunían para llorar, ni para implorar perdón ni para ofrecer sacrificios. Se reunían para dar gracias, bendecir a su Dios, recordar a Jesús, comer juntos y sentirse hermanos.
Mucho más tarde vendrían el "yo pecador", el "ten piedad", el continuo santiguarse, el ponerse de rodillas, las paraliturgias del ofertorio, el altar etc.
Cada iglesia, la de Jerusalén, Alejandría, la de Roma construía su oración de acción de gracias, su oración eucarística. Anáforas orientales y occidentales.
Estas anáforas locales se escriben, no para unificar jurídicamente sino para poder ser intercambiadas entre unas iglesias y otras. Una forma de "comunión" de unos con otros. Si un obispo de Antioquía o de Bizancio escogía para un día concreto la oración de Roma o Jerusalén manifestaba de ese modo su unión a esas iglesias y a toda la Iglesia del Señor.
La iglesia de Roma fue la primera en retirarse de este concierto universal. Se acababan los tres primeros siglos. Llegaba la ley. Se evaporaba la libertad. La ley, el rito estabilizado pretendía la unidad. Pero el ritual unificado se cargaba la vida. Cuando Jesús pedía al Padre "que todos sean uno", no añadió "aunque estén muertos".
Más de cinco mil pequeños o grandes preceptos ritualistas contó J. A. Jungmann, salieron de Roma – y siguen saliendo - para controlar la alabanza y bendición al Padre. ¡Horroriza sólo pensarlo! El ritualismo, el derecho canónico ha disecado la eucaristía.
Luís Alemán