(Mc 12,38-44)
Frente a tanta hipocresía...
A tantos y tantas a quienes "les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos"... En estos tiempos mediáticos, de hacerse públicos a cualquier costo. ...Cualquier camino es bueno para conseguir que te pidan autógrafos o unos segundos en la tele... En estas épocas de mostrarse, de profanar intimidades, de exponer lo cotidiano en tiempo real, de que los pensamientos salgan sin filtro transformados en twit.
En estos años en que sólo lo que resalta parece valioso, reencuentro a esta mujer, con sus dos moneditas. Y la puedo resignificar.
No es una mujer escondida en el anonimato. No anda agachadita para que nadie la vea poner su ofrenda. No está esquivando la mirada de los otros. Ni le da vergüenza poner poco, ni se cree grandiosa por ponerlo todo.
No es una señora sacrificada, una víctima del cumplimiento, una seguidora de la ley a costa de sí misma.
No es una opción de despojo, de "abnegación", de renuncia... Porque no es ahí donde se juega el reino, sino en el pan compartido...
Es el salto a la comunidad que la nutre. El salto a ciegas, a la promesa de que será saciada.
Es una mujer que cree en la fraternidad y se lanza a ella sin medir, sin guardarse en el miedo...sabiendo que el "amor de todos" puede sostenerla, cobijarla, reduplicar sus monedas, aliviar su hambre y su sed.
Es una mujer confiada, que se suelta con coraje a la promesa del viento, a la lógica de apostar los talentos, o de entregar a la tierra el grano de trigo.
Donde, si me dono me potencio, hacemos sinergia y alcanza-sobra para todos.
Quien ha soltado todo, es libre para danzar con el espíritu.
Desde la vitalidad, poner "todo lo que tenía para vivir"
En la certeza de que en la fraternidad, el pan se multiplica.
Gestar una comunidad así.
Donde pudiéramos entregar y entregarnos, en la absoluta convicción de que lo colectivo fuera manto, red y plataforma de despegue. Donde pudiéramos aflojar tensiones, dejarnos alzar en andas o dejarnos llevar en brazos en la fragilidad, lo mismo da, el entramado permitiría relajación. Donde cada otro fuera compañero (aquellos que comparten el paño con el que se abrigan...hechos de la misma tela humana...)
Soñemos con esos espacios, aunque sea en lo pequeño... Atrevámonos a generar esos "talleres", de pertenencia, de descanso... "Refugios de la esperanza, lugares de nacimiento, donde nadie quede afuera"...
Una comunidad donde lo de mujeres como ésta no sonara a locura. Donde esa imprudencia incondicional, tan al estilo de Jesús, fuese la regla.
Sandra Hojman