"La familia es la primera comunidad de vida y amor, el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado (Juan Pablo II)
29 de diciembre La Familia de Jesús
Mt 2, 13-15.19-23
"A la muerte de Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo:
-Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, que han muerto los que atentaban contra la vida del niño"
El amor ha sido siempre mucho mejor plasmado en su dimensión emocional por el arte simbólico y realista que por el abstracto. Poco tiene que ver "El Beso" frío, sin color ni calor, de Picasso con el de Gustav Klimt en el que la vertiente erótico-divina se plasma de pasión. La misma que mueve a Manon a suplicar a Des Grieux que la bese con osadía y ardor porque, dice ella, ¡Mi boca es un altar en el que el beso es Dios!
No soplaban vientos favorables de amor romántico entre las parejas judías de Palestina. Eran aquellos tiempos días grises de matrimonios por conveniencia, concertados por padres o tutores, cuya finalidad prioritaria era la procreación. El cimentado en la atracción y el amor entre sexos estaba oficialmente proscrito y su ejercicio era marginal. El de José y María obedecía a las normas vigentes, siendo el marido dueño absoluto de la casa y la mujer una posesión más en todos los sentidos.
De modo que la familia de Nazareth fue plenamente humana. Y seguro que Jesús era protagonista con sus padres del guión de la película. La imaginación creativa se encargó luego de escribir otro muy diferente. Santa Teresa discrepó de él con este precioso texto en el que cita al Cantar de los Cantares:
"Pues, Señor mío no os pido otra cosa en esta vida "que me beséis con beso de vuestra boca", y que sea de manera, que aunque yo me quiera apartar de esta amistad y unión, esté siempre, Señor de mi vida, sujeta mi voluntad a no salir de la vuestra; que no haya cosa que me impida pueda yo decir, ¡Dios mío y gloria mía!, con verdad, "que son mejores tus pechos y más sabrosos que el vino".
En el útero de la familia biológica aprendemos a alborear la sombra de las otras familias: la tribal –de particular acento y poderosa fuerza entre los judíos- la nacional y cultural a que pertenecemos, la de todos los pueblos y la de todas las cosas que conforman la creación. Nacido del amor de la suya, Jesús no se revela como Dios, nos revela cómo es Dios. Y desde esta magnitud de hombre espejo de la divinidad –que no de su naturaleza- nos abre las puertas a ser reflejos de ésta divinidad en idéntico sentido que él lo era, sin arreglos cosméticos con que luego fue desfigurado.
Este oleaje de círculos concéntricos en expansión como los de la piedra arrojada al estaque, avanzan libremente hasta los límites imposibles de su superficie. La honda expansiva, mayor cada vez, termina haciendo que esa familia inicial se estabilice y acabe fundiéndose con las demás. Una fusión de amores que, como a Beethoven en la Oda de Schiller, le va a llevar a exclamar: "Este beso, para el mundo entero", en el 4º movimiento de su Quinta Sinfonía. Posiblemente la mejor manera de hacer realidad la Buena Nueva reavivando la llama de un AMARSE CON LOS OJOS ABIERTOS, que nos hace familia universal.
TANGO DE AMOR
(Adaptación de un texto de la obra de Jorge Bucay Amarse con los ojos abiertos)
En la vida, como en el tango, hay que escuchar
y no presuponer lo que el otro nos va a decir.
Si no escuchamos, difícilmente podremos contestar
a lo que el otro nos dice.
En cuyo caso el diálogo acabará siendo un estéril y molesto monólogo.
En el tango se baila una danza en la que cada uno improvisa
de acuerdo con el movimiento del otro.
Quienes se relacionan,
tienen que construir un circuito de tensiones encontradas,
manteniéndose próximos... y suficientemente lejos a la vez,
sin asfixiarse ni impedirse el libre movimiento.
El equilibrio no está en cada uno, sino en el centro de los dos.
No entenderse puede conducir a la desestabilización de ambos.
Vicente Martínez