col kowalski

 

Santísimo Padre:

Quisiera agradecerle mucho su presencia en Córcega. Es usted muy bienvenido. No puede imaginarse el entusiasmo que hemos experimentado en las últimas semanas, gracias al anuncio de su presencia entre nosotros. Esta conferencia sobre la piedad popular en el Mediterráneo nos ha permitido ampliar nuestra visión de lo sagrado en el ámbito público.

Viajamos a España, Sicilia, Cerdeña y el sur de Francia para comprender mejor estas tradiciones, que forman parte del patrimonio de nuestras tierras bañadas por el Mediterráneo. También nos adentramos en las tradiciones corsas: procesiones, cofradías, laicismo, etc. Es un hermoso descubrimiento ver cómo la piedad popular permite situar la fe en la esfera pública sin crear tensiones sociales. En los actos públicos relacionados con nuestra fe, vemos un importante principio de libertad e igualdad. A lo largo del camino, todos están en pie de igualdad: los muy religiosos, los no tan religiosos, los curiosos, etc.

Recorrer físicamente un determinado itinerario (en el barrio o en un pueblo) y llevar una estatua o una imagen de un santo o de la Virgen María acentúa la visibilidad de nuestra fe. El movimiento de la encarnación favorece el aspecto visual. Esta dimensión sencilla nos ayuda a recordar la sencillez en nuestra vida.

Respondemos a nuestra vocación espiritual con nuestra inteligencia, ciertamente, pero también con nuestro corazón y nuestro cuerpo. En el siglo XXI, nuestra sociedad necesita redescubrir la sencillez y la libertad para avanzar. Nuestro sistema social se ha vuelto complejo y duro. Las prácticas sencillas de fe, sin estrategias ni tácticas, pueden ayudarnos a recuperar la cohesión en lo esencial.

Clausura del congreso de religiosidad popular

El Mediterráneo es rico en tradiciones espirituales.

Hemos querido iniciar un intercambio para conocernos mejor. Esperamos que este intercambio se extienda a otras religiones, otras tradiciones y otras tierras.
A través de estos lazos que nos animan a vivir, podremos restablecer una civilización humana dañada mediante el diálogo y el encuentro, en lugar de la oposición y el conflicto.

Podremos construir una nueva humanidad más serena y pacífica porque está pacificada, capaz de garantizar vínculos fraternos libres y confiados.

Gracias de nuevo, Santo Padre, por estar aquí con nosotros.

 

Cardenal Francisco Javier Bustillo