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Justo cuando tocaba mover pesadas piedras y resucitar... Nuestras vidas no se habían detenido hasta el presente por noticias que llegaran del Vaticano y sin embargo se han paralizado de repente al saber de su último aliento. Marcha cuando más podía doler la orfandad de liderazgo en medio de un mundo cada vez más tensionado. 

No sé por qué llegamos a pensar que su primavera de sempiterna bonhomía duraría para siempre, que el argentino grande tenía también una constitución de hierro, que arriba tenían sobradas razones para velar de forma que su salud nunca quebrara. El Papa que quería una tumba sencilla, terminó de enamorarnos. Nos cuesta abrir la quiniela morada, pensar en otros papables, imaginar que alguien pueda calzar esa sonrisa sin fin. Moría físicamente el lunes de Pascua, pero venía de "resucitar" en nosotros algo de la Iglesia que habíamos abandonado. 

Bergolio acogió en su corazón la más variada heterodoxia y nosotros dentro de ella. El Papa Francisco nos ha devuelto del exilio, por eso temíamos ese aleteo que finalmente ha emprendido. Se entregó por entero hasta el final y sin embargo no conseguimos dar vida a esos pulmones agotados. ¿Qué vendrá después del Papa que tocó tan hondo nuestros corazones? 

Ya dan paso al frente alfiles purpurados con claro perfil conservador, pero ojalá “fumata blanca” con quien sepa continuar sus reformas imprescindibles. Necesitamos otro “bergogliano”, alguien que en mitad del protocolo sepa tomar “la bombilla” de cualquier mate, seguir tendiendo puentes, acercándose a todos los universos humanos; alguien que en mitad de este mundo convulso sepa irradiar su irresistible esperanza y amor auténticamente fraterno.

 

Koldo Aldai

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