EVANGELIOS Y COMENTARIOS
Jesús y la religión
El texto que leemos ha sido despiadadamente mutilado, eligiendo un serie de versículos y prescindiendo de otros, con lo que se pierde bastante de la energía de la composición de Marcos, aunque se conserva lo esencial.
En los versículos 8-13 Jesús aplica la doctrina no sólo a las costumbres tradicionales sino a la misma interpretación de la Ley que hacen los fariseos. En efecto, los fariseos habían desarrollado los preceptos de la Ley ampliándolos y especificándolos en infinitos mandamientos, transmitidos muchas veces oralmente. Esta enorme carga de preceptos era absolutamente in-cumpible por la gente normal, pero se observaba meticulosamente por parte de los fariseos, que se consideraban, por ello, "justos".
Jesús rechaza en principio todo ese mundo de preceptos pero, además, la misma interpretación de la Ley como cumplimiento escrupuloso de preceptos. Lo que mancha al hombre no viene de fuera, sino de dentro: las cosas no son puras o impuras; es el corazón del hombre lo que las hace puras o impuras.
En 15-20 se da la enseñanza al pueblo, en contraposición de 21-23 en que se explica todo más detenidamente a los discípulos. Marcos va subrayando cada vez más la doble actividad de Jesús: con las masas y con los discípulos. En esta línea se inscribirá el "secreto mesiánico", tan característico de Marcos, que en definitiva significa el alejamiento por parte de Jesús del concepto mesiánico habitual, sustituyéndolo por el anuncio de la cruz y la resurrección.
Así, la enseñanza de Jesús pasa de la defensa de los discípulos porque no cumplen todas las tradiciones farisaicas a una interpretación mucho más profunda y espiritual de la ley y de la religión misma.
El texto refleja dos oposiciones históricamente reales: la que opusieron a Jesús los fariseos y los letrados (especialmente los de Jerusalén), y la que sufrieron las comunidades cristianas por parte de esos mismos fariseos, ya en el nacimiento de las comunidades cristianas (recuérdese la persecución ejercida por el fariseo Saulo) y más radicalmente tras la destrucción del Templo y la desaparición de la clase sacerdotal.
Es un texto muy característico de la mentalidad e intención de Marcos. Desde el comienzo de la predicación de Jesús en Galilea, Marcos presenta la oposición de los fariseos y los letrados, en contraste con el entusiasmo de la gente. Desde los capítulos primero y segundo se subraya la oposición larvada, que se hace manifiesta en la comida en casa de Leví (2, 16), en el ayuno (2,18), en las acciones y curaciones en sábado (2,23. 3,1). Esta oposición va a ir creciendo hasta convertirse en una verdadera persecución. Ya en 3,6 los fariseos y los herodianos se proponen acabar con él, y en 3,22 dicen que lleva dentro a Belcebú.
Marcos presenta pues una figura de Jesús sumamente polémica, que culmina en la gran reprobación del capítulo 12, en vísperas de la Pasión, cuando ya la situación de ruptura es irreversible. Así, el evangelio de Marcos representa una posición muy diferente a la de Mateo, que presenta a Jesús mucho más como culminación de la Ley, aunque es el que más violentamente narra la oposición y condena de los fariseos en el terrible capítulo 23.
Marcos nos muestra la evolución de las comunidades cristianas, que parten de entender a Jesús desde la Antigua Ley, como cumbre de la misma, y llegan hasta entenderle como "vino nuevo que rompe los odres viejos" (Mc.2,22).
El evangelio de Marcos nos invita a entrar una vez más en el mundo de la religiosidad, de las deformaciones de la religiosidad, y de la extremada supremacía del mensaje de Jesús sobre otras formas de religiosidad, presentes tanto en su entorno como en nosotros, hoy.
A Jesús lo llevarán a la muerte cuatro irreligiosidades básicas:
- la de los fariseos y letrados,
- la de los saduceos y sacerdotes,
- la de los políticos romanos,
- la del pueblo.
Los saduceos, los sacerdotes y el poder político romano serán los que definitivamente y como protagonistas eliminen a Jesús: lo consideran un peligro para la estabilidad y la conveniencia. Jesús desequilibra una situación conveniente: el status quo entre el poder de Israel y Roma, el enorme negocio del Templo, la religión "oficial", la estabilidad política y religiosa, injusta pero conveniente para las clases dirigentes.
Externamente, el pueblo abandona a Jesús en el momento más importante. Las autoridades temían que detener a Jesús públicamente produjera una revuelta, pero se equivocaban: el pueblo tiene que elegir entre la religión de Jesús, tan pura, tan personal y tan poco nacionalista, y la religión tradicional.
Y el pecado del pueblo es elegir "pan y circo", como se muestra en la reacción popular ante la multiplicación de los panes: un Mesías milagrero que da de comer gratis, ése es nuestro rey. Un Mesías desinteresado por esos aspectos, que predica el Reino a los pobres y propone como programa la conversión, deja de ser popular. La inmensa mayoría del pueblo no quiere conversión sino facilidades materiales.
En lo más íntimo del problema, los fariseos y los letrados, que entienden muy bien el meollo del problema, desde el principio: no se trata de política o de nacionalismo religioso, se trata del corazón de la religión.
Y esta polémica es absolutamente actual, en el corazón de cada uno y en la concepción misma de la iglesia.
Hay dos clases de "religión". Una "de fuera a dentro y de arriba a abajo". Otra "de dentro a fuera y de abajo a arriba", y éstas dos se pelean en el mundo y en cada uno de nosotros.
"De fuera a dentro y de arriba a abajo" significa
- separar el mundo en sagrado/profano,
- entender a los creyentes como privilegiados,
- dar valor objetivo al culto por el mero hecho de asistir a lo que se celebra,
- sentirse justo por cumplir preceptos,
- imaginar a Dios como juez,
- creer más en la divinidad que en la humanidad de Jesús,
- entender a la jerarquía religiosa desde los parámetros del poder civil multiplicado por el aval divino.
Es una religiosidad fundada en la seguridad, en la posesión de la Palabra, no siente la necesidad de cambio (más aún, lo teme y lo rechaza), tiende a excluir y condenar a los que piensan de distinta manera, da gran importancia a las manifestaciones externas de lo religioso, se considera maestra de todos los demás.
"De dentro afuera y de abajo a arriba" significa que
- la esencia de lo religioso es la búsqueda de sentido a la vida desde el interior,
- sentir a Dios como levadura de todo lo humano,
- entender la divinidad desde la humanidad de Jesús,
- no sentirse poseedor de la verdad absoluta sino mensajero de una palabra que es para todos,
- sentir menos seguridad que necesidad de buscar y caminar,
- sentirse inclinado a compartir la búsqueda con todos los hombres de buena voluntad,
- preferir sembrar entre los sencillos que dominar desde las estructuras,
- no entender el pecado como ofensa sino como enfermedad,
- sentirse invitado a cambiar todos los segundos de la vida,
- no utilizar la Palabra como seguridad sino como llamada a la conversión.
Los fariseos y los letrados fueron expresión paradigmática de la primera actitud: Dios es para Israel; la palabra humana de la Ley está avalada por Dios; cumplir los preceptos nos hace justos ante Dios; la autoridad de la tradición es inmutable, tan importante como la misma Palabra de Dios; sólo los jerárquicamente autorizados pueden interpretar la palabra; el pueblo es pecador y sus jefes, letrados y sacerdotes son santos.
Jesús es la más sorprendente manifestación de todo lo contrario; es la gente sencilla la que entiende la Palabra; la Palabra transforma la vida desde dentro, como la semilla, como la levadura; los preceptos son para el hombre, y no al revés; nadie es más que nadie, ni el israelita más que el gentil ni el juez más que la viuda ni el sabio más que el niño ni el varón más que la mujer, ni el ortodoxo más que el hereje; los jefes no tienen poder sino más obligación de servir; no se trata de ganar la vida eterna invirtiendo lo que me sobra en limosnas, sino de ser capaz de con-padecer y evitar el sufrimiento de los hermanos.
Nuestra religiosidad es un proceso de conversión. De dentro a fuera. Religión no es someterse a unos modos culturales establecidos y convenientes sino atender a la Palabra de Dios y seguirla.
La religión que fundamenta y justifica los modos y costumbres de una sociedad es sospechosa. La Palabra llama siempre a caminar. La religión que lleva a que nos consideremos justos es más sospechosa aún. La Palabra hace que nos sintamos cada vez más insuficientes y necesitados de Dios.
La conversión es siempre conversión a la Palabra: dichosos los que escuchan la Palabra y la ponen en práctica. Y la Palabra es el Evangelio, la Palabra es Jesús. En todos los tiempos, y en el nuestro como en todos o más que nunca, volver al evangelio es la asignatura pendiente de cada cristiano y de la iglesia, del magisterio y la teología.
A veces siente uno la impresión de que la Teología considera al Evangelio como demasiado simple, que hay que desarrollar en forma doctrinal, científica y sistemática, lo que en los evangelios tiene forma de dichos y parábolas. Pero cada vez que meditamos los dichos, las parábolas, los gestos de Jesús, encontramos en ellos tal profundidad que cada uno de ellos, por sí mismos, es capaz de transformar nuestra religiosidad y revolver nuestros criterios y certezas.
A veces tiene uno la impresión de que predomina entre los cristianos cierta espiritualidad de "cumplimiento para la seguridad": obediencia a magisterio seguro, normas morales fijas y claras, observancia de lo cultual como obediencia. Todas estas cosas tienen que existir, pero no como protagonistas de lo religioso: el protagonismo de lo religioso es la disposición a cambiar urgidos por la palabra, en el ámbito individual y en el colectivo.
Por todo lo anterior debemos concluir al menos en dos reflexiones básicas, de importante aplicación actual:
- ante todo, la necesidad inexcusable de todo cristiano y de la iglesia como comunidad, de atender permanentemente a la Palabra, tal como el evangelio la presenta: entenderla, meditarla, hacer de ella alimento cotidiano. Su capacidad de cuestionar nuestra vida, criterios y valores es más que humana. Ése es el pan bajado del cielo y el único que puede dar vida eterna. No hay cristianismo ni iglesia sin el alimento de La Palabra.
- las polémicas con los letrados y fariseos son sin duda relatos históricos, pero adquieren valor de símbolo de la resistencia del pecado a la palabra, y siguen existiendo en cada uno de nosotros y en la iglesia como comunidad. La historia nos muestra a aquellas personas como soberbias, vengativas, inmisericordes... pero consideradas por los demás (y por sí mismos) como "justas", por la ortodoxia dogmática y el cumplimiento de preceptos externos. Esto no es un simple acontecimiento histórico, algo que sucedió una vez; es la cara más peligrosa del pecado, es el Mal disfrazado de Religión; y es quizá una de nuestras tentaciones más peligrosas, a nivel personal y de Iglesia.
Volvamos a la carta de Santiago, que termina con una expresión absolutamente drástica:
“Religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo”.
No se puede dar mejor resumen de la mentalidad completa de Jesús. Debemos sacar las consecuencias más severas: por decir esto lo mataron, lo mató la otra religión (¿la nuestra?).
José Enrique Galarreta