EVANGELIOS Y COMENTARIOS     

                             
                              

 

                            

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Mc 10, 35-45

(pinchar cita para leer evangelio)

  

Las ambiciones de los discípulos

 

 

Como nos viene ocurriendo en la lectura de Marcos, la escena se convierte de "histórica" en simbólica y nos representa, a cada cristiano y a la iglesia, revelando uno de los lados oscuros de nuestra religiosidad. Jesús, profeta, desenmascara un pecado oculto en el fondo de nuestro sentido religioso.

 

El aspecto histórico del evangelio se muestra aquí con claridad. Los evangelistas no disimulan la mediocridad de las intenciones de los Doce. Ni siquiera un evangelio tan "apostólico" como Mateo evita la narración de estos episodios en que se muestra la escasa comprensión de los discípulos.

 

Son personas necesitadas de conversión. Seguir a Jesús no ha significado automáticamente la transformación de sus valores, de sus expectativas. El seguimiento físico, "irse con Él", será sólo el principio del seguimiento espiritual.

 

Este proceso aparece claramente en las narraciones evangélicas y en los Hechos. Lucas nos muestra a los doce disputándose los primeros puestos en la última cena. Pero la primera comunidad reflejada en los Hechos ya ha abandonado toda pretensión de superioridad de unos sobre otros, hasta tal punto que en ella no se ven "jefes", ni mucho menos "primeros" que ejerzan su autoridad de manera ni lejanamente parecida al modo mundano de mandar.

 

Si en los evangelios aparecen los discípulos con ansias de poder mundano, en los Hechos aparecen ya "convertidos": han asumido su función: servir, como el Maestro sirvió. Esto significa que han creído en Jesús, han aceptado a Jesús por encima de todos los mesianismos patrióticos y de todas las tradiciones anteriores. Se han convertido a Jesús y han hecho de Él su norma única.

 

Con todo esto se nos ofrece la interpretación definitiva y única de mesianismo. Nada de reino con poderes humanos, nada de liderazgo, nada de triunfo espectacular, nada de riqueza, nada de esplendores exteriores. Entrega plena al servicio, para rescatar a muchos, para que se liberen precisamente de esos mesianismos, que son "del mundo", es decir, frutos del pecado.

 

Nosotros, la Iglesia, comunidad de creyentes, estamos sometidos al mismo proceso de pecado y conversión. Es innegable que la iglesia quiere seguir a Jesús y es evidente la presencia en ella de la tentación mesiánico-davídica.

 

El espectáculo exterior de la iglesia recuerda a veces a las embajadas de los grandes emperadores antiguos, que mostraban el poder de su señor por medio del esplendor de la embajada misma, a la que se tributaban los mismos honores que se debían al señor.

 

Me parece muy lógica la lectura que a veces se hace de la Iglesia como embajadora de Dios y por tanto acreedora de respeto y honores. Esta condición se muestra, también lógicamente, en el esplendor externo, en el ejercicio de una autoridad, dogmática y disciplinar, derivada de la autoridad divina, y en el autoconvencimiento de su superioridad sobre todos los demás, fundado en que Jesús, el Hijo Único, le ha encomendado a ella, y no a otros, la Misión de predicarlo al mundo.

 

Pero toda esta lógica humana se desmorona sin embargo por dos consideraciones.

 

La primera es que no es ésta la lógica de Jesús, que Jesús no fue así. Y éste es el centro del mensaje del evangelio de hoy: "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido". La Iglesia anuncia y prolonga a Jesús; y Jesús no es un Rey, no es un Mesías-davídico, no es un poder. Por tanto, la Iglesia tampoco.

 

Y la segunda consideración es que la Iglesia es embajadora de Jesús solamente por su grado de conversión, no por otorgamientos jurídicos o consideraciones metafísicas. Si la iglesia se entrega al servicio para la liberación del ser humano, es la iglesia de Jesús y su mensajera. Si no lo hace y en la medida en que no lo haga, no es más que una sociedad humana lejanamente inspirada en Jesús.

 

La condición de la Iglesia como Misión, como sacramento de Cristo, como presencia en el mundo del Resucitado no es una cuestión de fundación, de condición jurídica, de transmisión de poderes, de popularidad. Es cuestión de realidades objetivas, es decir, de hacer presente en el mundo el Espíritu de Jesús: servir para liberar, huyendo explícitamente de ser servido.

 

Cada uno de los que seguimos a Jesús recibimos en este evangelio un mensaje personal estimulante: Seguir a Jesús, convertirse, beber el cáliz.

 

Demasiadas veces, nuestra situación como cristianos es de instalación: somos creyentes, disfrutamos de la luz y de la gracia, celebramos la Acción de Gracias por los dones recibidos... Aquí también, los pasajes evangélicos se convierten en nuestros retratos. Somos como aquellos doce que siguieron a Jesús, pero seguían sin entenderle bien, tenían por delante todo un proceso de conversión y una promesa: beber como Jesús el cáliz.

 

La verdad es que el mesianismo de aquellos doce no es, la mayoría de las veces, nuestra tentación. No es que nos sintamos redentores dispuestos al servicio heroico y espectacular. Más bien nos aqueja la tentación contraria: disfrutar de la cómoda mediocridad de la salvación recibida gratis y aceptada como privilegio con escaso sentido de conversión y de misión. La Palabra de Jesús más bien nos confirma en nuestro modo de vida, no suele ser un estímulo para cambiar sino un tranquilizante para seguir igual.

 

En resumen y en el fondo, los Doce fueron llamados para la Misión, no para un estado de privilegio. Como el mismo Israel, pueblo encargado por Dios de darle a conocer, tenemos, como sociedad y como individuos, la tentación de apoderarnos de la misión para convertirla en privilegio, sentirnos agradecidos por lo recibido sin considerarnos llamados a la conversión y el servicio.

 

 

 

NOSOTROS LO HEMOS DEJADO TODO

 

 

La lectura continua de Marcos, que hacemos en este ciclo B, ha omitido un pasaje interesante, entre el episodio del joven rico, que leíamos el domingo pasado, y el que leemos hoy. Al final del episodio del joven rico, los discípulos se dirigen a Jesús con una "reclamación".

 

MARCOS 10, 27(paralelos en Mateo 19 y Lucas 18)

 

Pedro entonces le dijo:

 

- Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

 

Contestó Jesús:

 

- Todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos, por mí y por la buena noticia, ha de recibir en esta vida cien veces más en casas, hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones, y en el mundo futuro vida eterna.

 

SITUACIÓN VITAL

 

Prescindiendo de la ocasión, tiempo y lugar, en que se dijeron estas frases, su contexto vital fundamental es la situación de los galileos que se han arriesgado por Jesús y lo han abandonado todo: mujer, familia, oficio...

 

La presencia de "casas y campos" entre los bienes dejados nos hace sospechar la presencia de otros destinatarios de este dicho: los miembros de las primeras comunidades que ponían sus bienes en común, vendían lo que tenían y lo ponían a disposición de todos, tal como aparece en Hechos 4,34.

 

No es muy creíble que los pescadores galileos poseyeran "casas y campos", pero ésta es la misma expresión que usa Hechos. Esto muestra que "dejarlo todo por seguir a Jesús" fue tomado muy al pie de la letra por sus primeros seguidores

 

Muy probablemente es la expresión que Mateo pone en boca de Pedro la que mejor representa la intención de la pregunta: "¿Qué será de nosotros, que lo hemos dejado todo por ti?". Nos parece como si, al ver al joven rico que se vuelve a lo que posee, Pedro y los demás pensaran en Galilea, en sus barcas, en sus casas, con cierto tinte de añoranza.

 

EL MENSAJE DIRECTO

 

La respuesta de Jesús, espiritualizada en Mateo, es tajante, y su resumen sería: "Habéis ganado mucho más de lo que habéis dejado, en esta vida y en la otra".

 

Pero la respuesta que sin duda entendieron (o no entendieron del todo) los discípulos es una espiritualización de la pregunta. Jesús contesta, como siempre "a lo que debían haber preguntado".

 

Ellos seguían dependiendo de esperanzas mesiánicas muy materiales: esto lo expresa muy bien la petición de los Zebedeos, (que en el evangelio de Marcos sigue inmediatamente a esta escena) que pretenden como retribución tronos a la derecha y la izquierda de Jesús en "su  reino". Siguen pidiendo retribución en un reino mesiánico muy material, muy al estilo de la peor concepción mesiánica del AT.

 

Jesús responde prometiendo tronos "en el mundo renovado", según Mateo. Esto indica muy bien que Jesús asiente a responder a la pregunta, pero le da un sentido diferente y mayor. Y, en esta línea, es llamativo que tanto en Marcos como en Lucas, la "retribución" no se aplaza simplemente para la Vida Eterna sino que se da también en esta vida.

 

Lo peor de este pasaje es que nosotros seguimos pensando, como los discípulos, en retribución, en que Dios nos pague. Y el mensaje más importante es que no nos tienen que dar nada: ya nos han regalado el Reino: seríamos nosotros los que deberíamos pagar por el regalo que nos ha hecho, porque haber conocido el Reino es lo mejor que nos ha podido pasar en la vida.

 

Entronca aquí una de las dimensiones más profundas del mensaje de Jesús, que hemos subrayado ya varias veces: la espiritualidad del que sigue a Jesús es respuesta; respuesta a lo que ha recibido ya. Y lo que hemos recibido es una Estupenda Noticia: "estás en el Reino, la vida no es un oscuro pozo sin sentido: la vida puede ser El Reino".

 

Esta noticia produce profunda alegría, y solicita respuesta, incita a responder. Así que no se trata de esperar retribución por lo mucho que damos, sino de intentar responder a lo mucho que hemos recibido.

 

Y, sin embargo, Jesús responde que hay "retribución". Vivir en el reino es mejor que vivir fuera; y no sólo "en el Reino consumado, definitivo, sino en el Reino en construcción, aquí, mientras "atravesamos el puente". Naturalmente no porque dejamos una casa y recibimos cien (para eso podíamos habernos quedado con la nuestra), sino porque recibimos algo cien veces mejor.

 

Para entenderlo bien podríamos partir de algo que hemos expresado muchas veces: cuando disfrutamos de algo sencillo pero muy satisfactorio o muy querido decimos a veces: "no me cambio por..." y ponemos como término de comparación otras formas de disfrutar más propias de ricos o poderosos.

 

En esta línea vamos bien. Los valores de Jesús suponen una renuncia. Pero se trata de renunciar a cargas, a esclavitudes: libres de ellas, nos vamos a sentir infinitamente mejor.

 

Esto nos lleva a una espiritualidad muy de Jesús: disfrutar de los valores del Reino. DISFRUTAR. El Reino compensa en sí mismo, no sólo en "la vida eterna". El Reino es valores y criterios válidos por sí mismos, no negaciones contra-natura que se pagarán en la vida eterna.

 

(¿Cuándo desterraremos de nuestra religión el concepto "pagar", tan enteramente ajeno a Abbá y a sus Hijos?).

  

José Enrique Galarreta