Lc 24, 13-35
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para leer evangelio)
CREER A PESAR DE LA CRUZ
Nos sirve maravillosamente para entender la
situación anímica de los discípulos después de
la tragedia del viernes, y para renovar nuestra
fe.
"Nosotros esperábamos que
sería él el que iba a librar a Israel; pero, con
todas estas cosas, llevamos ya tres días desde
que esto pasó. ... "
Nos encontramos en presencia de "el escándalo de
la cruz". La muerte de Jesús ha dado al traste
con las esperanzas puestas en El. Los dos
discípulos de Emaús representan perfectamente la
crisis de fe de aquella primera comunidad,
motivada por la muerte de Jesús.
Cabría pensar que ellos también podrían haber
dicho, como otros, a Jesús crucificado: "Si eres
el Hijo de Dios, baja de la cruz y creeremos".
Están aplicando a Jesús las categorías humanas y
judaicas. Para ellos, la muerte es el final. Y
la ejecución como criminal, el fracaso.
Es más, están fiándose de su propia
interpretación de la Palabra de Dios. Esperaban
un Mesías triunfante. No ha triunfado, luego no
lo es. Los dos de Emaús representan la situación
de los discípulos: "se acabó; nosotros
pensábamos que Él sería... pero... se acabó".
¿Cómo pasó aquel grupo reducido del abatimiento
y la sensación de fracaso que presenta este
texto, a la seguridad y el sentido misionero
avasallador que hemos visto en la primera
lectura de hoy? ¿Cómo se convirtieron en
valerosos pregoneros los asustados y fracasados
galileos? Tenemos que dar dos respuestas,
situadas a distinto nivel.
En primer lugar, la Resurrección de Jesús no
parece que se pueda explicar simplemente por un
"convencimiento íntimo" de que sigue vivo tras
la muerte, ni una "experiencia interior".
Hubo algo que cambió su depresión y su cobardía
en entusiasmo y espíritu misionero, algo que les
lleva a anunciar a Jesús Vivo, aunque les cueste
la vida, y a llevar el mensaje al mundo entero.
No creyeron en Jesús simplemente porque -a pesar
de que había muerto- le recordaban y le seguían
admirando. Parece necesario “algo más”.
En segundo lugar, el Espíritu. El Espíritu, el
viento de Dios, hizo a Jesús como era. El
Espíritu hablaba en Jesús, curaba en Jesús. El
Espíritu la hacía sabio y confundía a sus
adversarios. El Espíritu le hizo pasar del "¿por
qué me has abandonado?" al "Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu".
Ese Espíritu que Jesús "sopló sobre ellos"
(recordamos el evangelio del domingo pasado),
como Dios mismo sopló su espíritu en el muñeco
de barro y lo hizo ser viviente está haciendo
diferentes a los que le siguieron en vida y
siguen creyendo en él después de muerto. Es la
tesis básica de Hechos: el mismo espíritu de
Jesús sigue alentando en la Iglesia.
EL ESCÁNDALO DE LA CRUZ
Jesús "les explica las escrituras", les explica
"que era necesario que el Mesías padeciese y
muriese y entrase así en su gloria". Era
necesario.
Porque era el Hijo de Dios, no bajó de la cruz,
precisamente porque era el Hijo de Dios. Si
hubiera bajado de la cruz, no sería más que una
divinidad que se había vestido con apariencia
humana (y esa es la "fe" simplona de muchos).
Pero era un hombre que arrostraba su destino, su
misión: fiel a la misión hasta la muerte.
La cruz es un escándalo, (y la humanidad de
Dios, también, y la divinidad del hombre
también) sólo superable por la fe en el
Crucificado. No hay manera alguna de escapar del
escándalo del mal del mundo. El mal del mundo
culmina por el rechazo de los hombres a Dios. La
crucifixión de Cristo es el mayor escándalo.
"En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por
El
y el mundo no le conoció.
Vino a los suyos y los suyos no le recibieron"
Pero la crucifixión actual de tantos y tantos
que contemplamos, en los males y en los pecados,
son el mismo escándalo: la aparente ausencia de
Dios. De este escándalo no escapamos más que por
la fe en Jesús, el crucificado/resucitado.
Como casi siempre, la fe no nos da
explicaciones, sino motivos para creer a pesar
de lo que vemos. En la cruz no se cree. La cruz
se ve. La resurrección no se ve. Se cree en
ella, porque se ven las obras del Espíritu.
Pero se puede dar un paso más. No sólo creemos a
pesar de la cruz; creemos por la cruz. A varios
niveles:
§
ver a un hombre que arriesga la vida por
proclamar sus valores y sus criterios hasta el
final, sin echar marcha atrás, sin arrugarse
ante nada, sin escaparse, hasta arrostrar la
muerte ... es un fortísimo argumento para creer
en él. Y así fue Jesús. “Obediente hasta la
muerte y muerte de cruz” admite otra traducción:
“consecuente hasta la muerte y muerte de cruz”.
§
reflexionando en quién mató a Jesús volvemos a
creer en él. A Jesús lo mató el Templo y sus
sacerdotes, los mayores agentes de opresión, los
mayores deformadores de Dios. A Jesús lo mató La
Ley y sus doctores y sus purísimos cumplidores,
monopolizadores de la Palabra, despreciadores de
la gente (podemos leer Mateo 21–23). Lo mataron
los manejos políticos, el mesianismo
nacionalista... La cruz exige tomar partido: con
todos esos o con Jesús.
§
la elaboración teológica de todo lo anterior
lleva a decir: el Padre es capaz de dejar que su
mejor hijo se arriesgue por todos los demás:
¡mirad cómo ama el Padre, que no escatima ni
siquiera a Jesús, por el bien de todos!
Ser cristiano se define por tanto como:
"el que cree en Dios,
el Padre,
por Jesús a pesar de la cruz,
y por la cruz”
"VIENDO Y OYENDO"
Nuestra resurrección es una realidad interior.
La vida del hombre no es más que signo,
ropaje... de la Vida. La Resurrección es tener
ya La Vida.
La simple vida biológica es el soporte de la
vida intelectual. Y todo eso no es más que el
soporte de LA VIDA, la condición de Hijos.
Nuestra fe es que en Jesús se mostró posible que
la humanidad "lleve dentro" la divinidad. Decía
el catecismo que estudiábamos de pequeños: "Sin
dejar de ser Dios, quedó hecho hombre" Y podemos
invertir los términos: "Sin dejar de ser hombre,
estaba lleno de Dios". Éste es el sentido
profundo, desmitologizado, de la Encarnación.
La Resurrección, la Vida, no se ve. Pero sus
frutos sí se ven. Los que participan de la Vida
viven como resucitados "buscando las cosas de
arriba" "vestidos del hombre nuevo". Su código
moral son las Bienaventuranzas; su oración, el
Padre Nuestro; su culto a Dios, la vida; sus
actos religiosos, las celebraciones festivas del
amor de Dios presente en todo, los sacramentos.
Esta es la Vida Nueva, manifestándose en la vida
normal.
Vivir de otra manera es "inútil y efímero".
Nosotros vivimos la vida como El nos enseñó,
porque tenemos Fe en El y tenemos puesta en El
nuestra esperanza.
SALMO 16
Guárdame, Señor, que me refugio en Ti.
Decid al Señor: "Tú eres mi Dios,
Tu eres mi Bien y no deseo otro"
Me tientan los ídolos del mundo
pero mi herencia eres Tú, Señor.
Eres Tú quien garantiza mi suerte
Eres Tú mi herencia y mi riqueza.
Yo bendigo al Señor, mi consejero
y lo tengo presente sin descanso.
El Señor a mi diestra. El es mi guía.
Así encuentra mi espíritu la paz,
mi corazón reposa seguro
porque Tú no abandonas mi vida.
Tú me enseñas el camino de la vida
y encuentro ante tu rostro
la plenitud de vida y de alegría.
José Enrique Galarreta