EVANGELIOS Y COMENTARIOS
EL EVANGELIO ES PROFANO
El Evangelio no es un ente abstracto. Jesús, su actividad y mensaje constituyen el Evangelio. Jesús de Nazaret, desde su concepción hasta su muerte ignominiosa en la cruz, aparece en nuestra historia y camina con nosotros como una persona laica. Su quehacer y su mensaje tienen que ver con las personas normales de su tiempo, con sus preocupaciones, luchas, y marginación; él, que siempre sintonizaba con la gente oprimida, las iba liberando según sus necesidades, poniendo comprensión y alivio donde había marginación y desesperación.
Lo profano, en términos religiosos, es lo opuesto a lo sagrado. Pues bien, la Palabra no se encarna en lo sagrado, sino en lo humano. En Jesús, la divinidad se funde con la humanidad, que es profana, como sabemos por la Anunciación (Lucas 1,26-38) y el Prólogo de Juan (1,1-18); con esta condición humana, semejante en todo a nosotros menos en el pecado (Hebreos 4,15), y, al margen de todo lo sagrado, Jesús proclama y realiza el reinado de Dios (Lucas 4,14-43).
La lectura reposada del Evangelio nos muestra que el Padre se humaniza en Jesús, y, en esta humanización de Dios, comprendemos mejor el Evangelio.
En el Antiguo Testamento todo es sagrado: Moisés, la Ley mosaica, las principales instituciones, los sacerdotes, el templo; no así en el Nuevo Testamento: “La ley y los profetas llegaron hasta Juan, a partir de ahí se anuncia el reinado de Dios” (Lucas 16,16).
Esto significa que el Nuevo Testamento no viene a completar el Antiguo; viene a iniciar algo radicalmente nuevo: el reinado de Dios, que no se presenta en lo sagrado, sino como un estilo de vida nuevo, el de Jesús, que incorpora los valores de este reinado. Y esta es la principal novedad del cristianismo, que no se nos ofrece como una religión más con carácter sagrado, sino en el ámbito de lo profano, en el que Jesús vivió y llevó adelante su misión.
Lucas lo pone de manifiesto desde el comienzo de su evangelio: en el anuncio a Zacarías (Lucas 1,5-25), todo es sagrado: Zacarías es sacerdote, y está en el templo ofreciendo el incienso, rito sagrado. Sin embargo, con todo este aparato de lo sagrado, no creyó en el mensaje de Dios y, por eso, se quedó mudo; con él enmudece el sacerdocio y lo sagrado del Antiguo Testamento.
El contrapunto viene a continuación en la Anunciación: María, una joven desconocida, está en su casa, en Nazaret, lejos del poder religioso de Jerusalén, y, a pesar de que el mensaje de Dios era de total novedad, acepta este mensaje por la fe. La primera bienaventuranza del evangelio de Lucas es para ella: “Dichosa tú porque has creído que lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lucas 1,45). Esta revelación es trascendente y gratuita, pero el mensaje se realiza en la vida normal de María y de Jesús, en el ámbito de lo profano.
Si seguimos leyendo el Evangelio, podemos constatar que todo lo relacionado con Jesús se desenvuelve en este terreno de lo profano: nace en un pesebre (Lucas 2,7.12); se bautiza en el Jordán (Lucas 3,21-22), donde tiene lugar otra revelación celeste: se rasga el cielo, desciende el Espíritu sobre él, y el Padre lo proclama su Hijo predilecto. A partir de ahí, nuestra comunicación con el Padre es directa –el cielo abierto- y no necesitamos de intermediarios sagrados, porque tenemos el mismo Espíritu que Jesús.
En las tentaciones de Jesús (Lucas 4,1-13), que anticipan realmente las que tuvo en su vida pública, éste vence la gran tentación de poder y dominio sobre los seres humanos.
Como sabemos, la Iglesia jerárquica, que desde hace muchos siglos reivindica todo el poder sagrado –que encierra todos los demás poderes-, sigue en nuestro tiempo en estructuras de poder y ejerciéndolo de mil maneras, codeándose siempre con los grandes de este mundo. Este poder, fuente de injusticias, margina, divide y corrompe. Pierden pues la capacidad de comprender y trasmitir lo fundamental del Evangelio, ya que Jesús opuso a este poder servicio y solidaridad hacia los más necesitados y excluidos. Es impensable que Jesús les haya transmitido este poder sagrado. Los apóstoles tampoco acababan de entender que Jesús no venía como el Mesías esperado con poder y majestad, sino como el servidor de todos.
Para terminar, y en un resumen muy apretado, baste recordar que Jesús echa por tierra las instituciones más sagradas de Israel: la Ley, el sábado, el templo; rebate también las tradiciones, a las que el sistema religioso atribuía autoridad divina (Marcos 7); para él no son más que tradiciones humanas que marginaban a la gente. No es menos importante que Jesús se mezcle y se sienta a gusto con los pecadores públicos y con aquellos que estaban fuera de la Ley, y no formaban parte del pueblo: los recaudadores y las prostitutas, entre otros. Rompe, pues, las reglas de juego del sistema político-religioso de Israel, oponiendo los valores del reinado de Dios, que reina como Padre sobre toda la humanidad y no discrimina a nadie.
Carlos Escudero Freire
Autor del libro “El evangelio es profano” (Ed. El Almendro)