EVANGELIOS Y COMENTARIOS
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Quien imita a Jesús
se hace hijo de Dios
La liturgia de este domingo nos recuerda que el misterio de la encarnación no es cosa de niños sino algo muy serio. Tan serio que en él nos va la Vida. Retomamos la idea central de la Navidad: La palabra se hizo carne, se hizo vida, se hizo luz. La encarnación es la verdad básica y fundamental del cristianismo, pero no siempre la hemos entendido bien.
Estamos sin duda ante la página más sublime de toda la literatura universal que yo conozco. Se trata de un himno cristológico anterior a la redacción del evangelio, fruto de la experiencia de una comunidad eminentemente mística. Es una condensación de todo el evangelio. Juan lo coloca al principio como prólogo, pero podía haberlo colocado al final como epílogo.
A pesar de todo lo que he leído y reflexionado sobre el tema, me parece una osadía por mi parte atreverme a comentar este texto. Ni tengo la preparación filosófica suficiente, ni la experiencia mística requerida para hincarle el diente. El único consuelo es saber que lo que yo digo no es palabra de Dios, sino solamente un apunte provisional que pueda ayudar a alguno a encontrar la dirección de su propia búsqueda.
Querer expresar una experiencia mística con palabras es sencillamente imposible, por eso se recurre a un lenguaje simbólico, que violenta el sentido normal de las palabras. Intentan meter conceptos nuevos en palabras viejas.
El primer versículo nos dice ya tres cosas sobre Dios y el Logos:
· Que el Logos está en el origen (En el principio ya existía la Palabra).
· Que los dos estaban volcados el uno sobre el otro. (La Palabra estaba junto a Dios).
· Que aunque distintos uno y otro eran lo mismo… (La Palabra era Dios).
No se trata de conceptos trinitarios posniceanos.
Al comenzar con la misma palabra que el Génesis, nos está diciendo que la encarnación no es el comienzo de algo nuevo, sino la culminación de la creación. El Logos no comenzó, porque es el origen de todo. En un momento, se hace carne (comienza a ser en el tiempo) para terminar la creación del hombre. Arch no significa principio de tiempo sino origen, fundamento. Nos está diciendo que el Logos es el origen y fundamento de todo.
La traducción de Logos por Palabra, no creo que sea la más adecuada, porque se pierde la originalidad del concepto que quiere trasmitir el texto. La palabra Logos ya existía, pero el concepto al que quiere aludir, es nuevo.
Esta palabra se encuentra por primera vez en Heráclito. s. VI a C, (precisamente en Éfeso, donde parece que se escribió este evangelio) y significaba la realidad permanente dentro del devenir de toda la realidad material (panta rei).
La utilizan los estoicos, Platón y Filón de Alejandría que la emplea 1.200; los evangelios sólo 330. En el Nuevo Testamento tiene un amplísimo significado; desde palabra engañosa hasta el sentido cristológico único del prólogo que estamos comentando. Repito que aquí el concepto es original; no deducible de las distintas tradiciones. No se repite más, ni siquiera en Juan.
El concepto es incomprensible sin la experiencia pascual. Sin una profunda experiencia mística no se puede acceder al significado que se quiere expresar. Podríamos decir que es el Proyecto eterno que en un momento determinado se ejecuta.
Tengamos en cuenta que, en el Antiguo Testamento, Dios crea por medio de su palabra. También nos puede ayudar a comprender lo que quiere decir, la idea de Sabiduría preexistente de los libros sapienciales.
Es muy interesante la expresión: "junto a Dios" (pros ton qeon)= vuelto hacia, volcado sobre. Expresa proximidad, pero también distinción. Querría decir que está en íntima unión, por relación, no que se confunda con Dios. Se deja un margen para el misterio.
Este dato no siempre lo hemos tenido en cuenta... En griego (Kai qeos en o Logos) y en latín (et Deus erat Verbum), no se dice sólo que la Palabra era Dios, sino también que Dios era la palabra. qeos está aquí sin artículo. Podríamos traducir: lo que era Dios, lo era la Palabra.
Se nota la dificultad de expresar una idea, escapando del peligro de ser mal interpretado. Para los judíos, Dios era el totalmente trascendente; no podía haber otro. Para los helenistas, el peligro era el politeísmo. Por eso nos dice que ni es una “mónada” aislada ni son dos seres.
“Por medio de la Palabra se hizo todo”. En el Antiguo Testamento, Dios crea siempre por su Palabra. No se trata de un sonido que emite Dios. Otra vez tenemos que ir más allá del concepto primero. Nos está diciendo que el Logos es origen de todo. Con una redundancia, intenta llevarnos más allá de la misma palabra. Al margen de Dios y del Logos, no puede existir nada. No se trata sólo de lo que existe en el tiempo, sino de todo lo que existe en absoluto.
“En la Palabra había Vida, y la Vida era la luz de los hombres”. No llegamos a la Vida a través de la luz, sino al revés. Jesús no es un Maestro que nos trae salvación con su enseñanza, sino Vida que nos lleva a la comprensión total. Para nuestra vida espiritual, este concepto es clave. Vivir es anterior a comprender.
“Y la tiniebla no la recibió”. “El mundo no la conoció”. “Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”. Esta insistencia tiene que hacernos reflexionar mucho. En el evangelio de Juan se percibe esa incesante lucha entre la luz y la tiniebla.
Era una idea que flotaba en el ambiente de la época. En un escrito de Qunrám (Odas de Salomón s. I finales), se dice: “Que la luz no sea vencida por las tinieblas”.
Ni siquiera “los suyos” fueron capaces de descubrirla y aceptarla. Tenemos aquí el primer reproche al pueblo judío que no fue capaz de descubrir en Jesús la Vida que podía llevarles a la comprensión de la misma Ley.
“Pero a cuantos la recibieron…” Descubrimos aquí que lo anterior era una exageración. Unos no la recibieron pero otros sí la recibieron.
Se habla aquí de “creer” en sentido bíblico. No se trata de la aceptación de verdades o historias sobre Jesús, sino de la aceptación de su persona como camino de transformación personal. Sería: los que confían en todo lo que significa Jesús.
“Les da poder para ser hijos de Dios”. Tenemos aquí la “buena noticia”. El que cree es engendrado como hijo de Dios. En Juan se advierte una diferencia clara en el concepto de "hijo" cuando se dice de Jesús y cuando se dice de otros. Para designar a Jesús se emplea “uios” y “tekna” para designar a otros, que se emplea sólo aquí y en Jn 11,52.
Es muy importante aclarar, en lo posible, este concepto. En el Antiguo Testamento se usa la expresión “hijo de Dios” para referirse a los ángeles, al rey y al pueblo en su conjunto. Aunque estos conceptos no sirven ni para aplicarlos a Jesús ni para los demás hombres, nos dan una pista para poder comprender lo que quiere decir Juan. En estratos primitivos del Antiguo Testamento, el término hijo, se empleaba con sentido mesiánico: se decía del enviado a cumplir una tarea de salvación como representante del Padre.
Esta idea unida a la de la Sabiduría pudo dar origen al concepto de “Hijo”, ser preexistente vuelto al Padre.
Para los semitas "ser hijo" es, sobre todo, reproducir lo que es el padre, imitar, salir al padre, obedecer. En 5,19: “un hijo no puede hacer nada que no vea hacer al padre”. Se descubre que Jesús es Hijo porque actúa como Dios, no porque conozcamos su naturaleza. De ahí que todo el que se adhiere a Jesús y actúa como él, se está asemejando a Dios y por lo tanto se hace hijo.
La naturaleza de Dios ni la conocemos ni la podremos conocer nunca; es un concepto que no se puede aplicar a Dios. En contra de lo que se ha intentado tantas veces, no podemos llegar por razonamiento al conocimiento de Jesús como hijo de Dios. Es ridículo pensar que Jesús es hijo de Dios como yo soy hijo de mi padre.
Esto aclararía también el versículo siguiente. Lo importante no es nacer de la carne y de la sangre, sino de Dios. Es decir actuar como Dios. Este es el signo del nuevo nacimiento. La fe en Jesús nos capacita para actuar como Dios, es decir, para hacer presente a Dios en nuestra condición de criaturas. Esto es lo que significa ser hijo.
“Estos no han nacido…” Alusión al nuevo nacimiento del agua y del Espíritu que después exigirá Jesús a Nicodemo.
“Y la Palabra se hizo carne…”. Ahí quería llegar toda la exposición anterior. Se trata de una nueva presencia de Dios. Dios no está ya en el templo, no está en la tienda del encuentro. Ahora está en Jesús. Una vez más no se identifica Palabra y Jesús. Se deja un margen para el misterio.
Para entender lo que significa "carne" debemos recordar la antropología semita: hombre-carne, hombre-cuerpo, hombre-alma, hombre-espíritu, son cuatro aspectos de una sola realidad, el ser humano.
Pues bien, se hizo lo más bajo, hombre-carne; limitado pero susceptible de Espíritu. Se hizo carne, sin dejar de ser Logos, sin dejar de estar volcado sobre Dios. No se trata del simple paso de una preexistencia a la existencia histórica. Juan parte de la realidad histórica que le permite elevarse a la suprahistórica.
"Y habitó entre nosotros". “eskenosen" significa plantar una tienda para vivir en ella. Hace referencia a la presencia de Dios entre el pueblo (tienda del encuentro). También de la Sabiduría se dice: “Habita en Jacob, pon tu tienda en Israel”. Siendo uno de nosotros, levantando su tienda en nuestro propio campamento, hizo presente y visible a Dios.
Meditación-contemplación
En la Palabra había Vida y la Vida era la luz de los hombres.
La Vida es lo primero.
Sin ella no podremos entender nada de la Palabra.
La Vida esta presente en cada uno de nosotros.
………………..
Descubrir esa Vida es el comienzo de todo proceso espiritual.
No serán los conocimientos y los conceptos,
los que nos llevarán a la vivencia.
Es la realidad de Dios vivida, la que nos dará la Sabiduría.
………………..
Entra dentro de ti.
Sólo en lo más hondo de ti mismo, encontrarás al Dios Vida.
Si crees que lo puedes descubrir en otra parte,
estás buscando un ídolo, y a lo peor, lo encuentras.
Fray Marcos