EVANGELIOS Y COMENTARIOS   

                             
                              

 

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Jn 6, 60-69

(pinchar cita para leer evangelio)

 

nuestra religión,

tan anclada en la Ley como la judía

 

   

Estamos en el final del capítulo 6 del evangelio de Juan. Llega la hora del desenlace. La alternativa está clara: o acceder a la verdadera Vida, o permanecer enredados en la pura materialidad. Recordad lo que decíamos el primer día: no tomar ninguna decisión es mantener el camino fácil del hedonismo, en el que estamos. ¿Qué resultado tuvo la oferta?

 

Este modo de hablar es inaceptable. ¿Quién puede hacerle caso? Claro que son inaceptables estas palabras, para ellos y para nosotros. Van en contra de toda lógica. Quieren llevarnos más allá de lo razonable. Todo aquel que se deje guiar por el sentido común, se “escandalizará”. Lo que nos pide Jesús es salir del ego y entregarse al los demás. ¡Qué disparate!

 

Desde el punto de vista religioso, se trata de sustituir a Dios por el hombre. ¿Cómo podemos dejar de adorar a Dios para dedicarnos a los demás?  ¿No es el primer deber de todo ser humano dar “gloria” a Dios?

 

La incapacidad de comprender es consecuencia del afán de entender desde la carne. Y ojo, que no se trata de despreciar y machacar la carne. Entendido de esa manera maniquea, tampoco tiene ninguna salida el mensaje de Jesús.

 

Se trata de descubrir que el verdadero sentido de la vida fisiológica y terrena, para un ser humano, el verdadero sentido de la carne, está en la trascen­dencia; es decir desplegar las posibilidades más sublimes que el ser humano tiene de crecer y ser más que simple biología. La vida terrena, caduca, transitoria no puede ser meta para el hombre. La meta es deshacerse en la entrega total.

 

El espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada. Este versículo es clave para entender todo el capítulo. Aquí, carne y espíritu no se refieren a dos realidades concretas y opuestas, sino a dos maneras de afrontar la existencia humana. Sólo una actitud espiritual puede dar pleno sentido a una vida humana. Vivir desde las exigencias de la carne sola, lleva consigo una limitación radical, y por lo tanto cercena la verdadera meta del ser humano.

 

En teoría se entiende muy bien y es aceptable, pero en la práctica, ¿quién de nosotros se cree, de verdad, que la carne no vale para nada? ¿Por qué luchamos? ¿Por qué nos esforzamos? ¿Cuál es nuestra verdadera preocupación?

 

Después de remachar por activa y por pasiva que había que comer su carne, ahora nos dice que la carne no vale para nada; que lo único que vale es el espíritu. Estas palabras nos obligan a hacer un esfuerzo sobrehumano para poder comprender lo que nos quiere decir Jesús.

 

No es ninguna contradicción. Se trata de descubrir que el valor de la “carne” le viene de estar informada por el espíritu. Con el espíritu, la carne lo es todo. Sin el espíritu, la carne no es nada. De nuevo queda claro el profundo sentido que da Juan a la encarnación.

 

Las palabras (exigencias) que os he dicho son espíritu y son vida. Las palabras no tienen valor por sí mismas, si nos quedamos en ellas no conseguiremos el objetivo. Debemos ir más allá de las palabras y descubrir el espíritu al que ellas hacen referencia.

 

Como en el discurso de Nicodemo y el de la Samaritana, la referencia al espíritu es clave para entender el mensaje de Jesús. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”. “Dios es espíritu, y hay que acercarse a Él en espíritu y en verdad”.

 

Una vez más podemos apreciar el salto que se ha dado ya de la predicación de Jesús al mismo Jesús predicado. Todo el capítulo viene diciendo que él es el pan… Ahora nos dice que son sus palabras las que dan la Vida. Para un ser humano la única propuesta que le puede llevar a la plenitud es la que hace Jesús, con su Vida y con sus palabras.

 

Por eso os he estado diciendo que nadie puede llegar hasta mí si el Padre no se lo concede. El proyecto creador es del Padre que ofrece al hombre la plenitud de Vida. Jesús no hace más que ejecutarlo. Quién rechaza el proyecto de Dios, no aceptará nunca a Jesús.

 

El espíritu es indispensable para entrar en la dinámica de la entrega/amor. Sin una experiencia de Dios, las palabras más sublimes se quedan en palabrería vacía. Ya decía Plotino: “Hablar de Dios sin una auténtica virtud, es pura palabrería”.

 

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. En este proceso de alejamiento entre Jesús y los que le escuchan, se da el último paso, el abandono. Fijaros bien que hasta ahora los que le criticaban y murmuraban eran "los judíos", ahora son "los discípulos" los que deciden abandonar a Jesús. Tal vez la mayoría de los oyentes ya le habían abandonado antes.

 

Recordemos que todo el capítulo se ha planteado como un proceso de iniciación. Terminado el proceso, hay que tomar una decisión.

 

¿También vosotros queréis marcharos? Qué lejos estamos de la búsqueda, por todos los medios, de la aprobación general. Tanto los políticos como los medios lo condicionan todo a la audiencia. Lo importante es vender, a cualquier precio. Jesús acepta el reto que su doctrina provoca. Está dispuesto a quedarse completamente solo, antes que ceder un ápice en la radicalidad de su mensaje.

 

La pregunta manifiesta un deje de profunda amargura. Su oferta ha fracasado absolutamente y sigue fracasando hoy.

 

¿Con quién nos vamos a ir? Tus exigencias comunican Vida definitiva. Los únicos que entienden a Jesús son los doce que, por boca de Pedro, da la única respuesta que puede darse a las palabras de Jesús: “Nosotros creemos”; “sólo tú tienes palabras de Vida eterna”.

 

La inmensa mayoría de los que escuchan a Jesús, se sienten más seguros con el cumplimiento de la Ley, que con las promesas de nueva Vida que les hace. Les está pidiendo que dejen de confiar en la Ley, y que empiecen a confiar en él y en esa Vida.

 

En la multiplicación de los panes, eran cinco mil sin contar mujeres y niños. Quedan doce. Más tarde, demostrarían que tampoco lo entendieron...

 

Tened en cuenta que este evangelio está escrito hacia el año cien. Entonces sí habían entendido a Jesús. Para ello tuvieron que pasar por la experiencia de la Pascua. Antes de esa experiencia ni la gente, ni los discípulos, ni los doce entendieron nada.

 

Al hablar así de los doce, Juan deja claro que el fundamento de la Iglesia que se empieza a organizar, son los doce, y que Pedro es la cabeza que la dirige.

 

Debemos recordar que este mismo esquema de progresivo alejamiento se advierte en los sinópticos. En todos, Jesús empieza siendo aclamado con entusiasmo por la multitud, pero termina siendo abandonado por todos, incluido sus discípulos. “Todos le abandonaron y huyeron”.

 

Si hoy en día nos declaramos cristianos dos mil millones de personas, se debe a que no se exige la radicalidad de su mensaje y estamos en el engaño de lo que nos puede dar, no en la conciencia de lo que nos exige. Si descubriéramos que la médula del mensaje de Jesús es que tenemos que dejarnos comer, ¿cuántos quedarían?

 

En la sociedad en que nos ha tocado vivir, si no comemos a los demás, ellos nos comerán a nosotros. Eso es precisamente lo que nos pide Jesús. Antes que morder a otro hay que dejarse comer.

 

En este discurso, Juan intenta aclarar las condiciones de pertenencia a la comunidad de Jesús: la adhesión a Jesús y la asimilación de su propuesta de amor.

 

Su ‘exigencia’ es una dedicación al bien del hombre a través de la entrega personal. El mesianismo triunfal queda definitivamente excluido.

 

En contra de lo que se nos sigue diciendo, Jesús ni busca gloria humana o divina ni la promete a los que le sigan. Seguirlo significa renunciar a toda ambición, y aceptar la entrega total de sí mismo en beneficio de los demás.

 

Hoy seguimos ignorando la propuesta de Jesús. En nombre del evangelio seguimos ofreciendo unas seguridades derivadas del cumplimiento de unas normas. No se invita a los fieles a hacer una elección de la oferta de Jesús, porque no se les presenta dicha oferta. Hemos manipulado el evangelio para salir con la nuestra. No nos interesa el mensaje de Jesús, sino nuestros propios anhelos de salvación que no va más allá de la sola carne.

 

Debemos ser realistas y darnos cuenta de que arrastramos una gran dificultad para cambiar los esquemas mentales que tenemos preestablecidos. Incluso desde el punto de vista fisiológico, las neuronas son tremendamente reacias a cambiar los circuitos que ya tienen predeterminados.

 

Pero también es cierto que sin ese cambio, nunca alcanzaremos la meta que Jesús nos propone con su vida y con su mensaje. Como individuos y como sociedad, nuestro futuro depende de la capacidad que tengamos para cambiar los esquemas puramente racionales, que siempre son egoístas, por la propuesta del amor que va más allá del individualismo egoísta. Lo malo conocido es peor que lo bueno que aún no conocemos.

 

Hasta la eucaristía, que es el símbolo (sacramento) de la entrega, la hemos convertido en objeto de adoración, para evitar el compromiso de dejarnos comer. No queremos ni oír hablar de la realidad significada: el don de sí mismo.

 

Es descorazonador, seguir pensando que Dios está más presente en un trozo de pan, que en el ser humano que sufre y espera nuestra comprensión y ayuda. Es decepcionante que la celebración de la eucaristía no tenga ninguna repercusión en nuestra vida real ni me exija cambiar nada.

 

 

 

Meditación-contemplación

 

“Tú tienes palabras de Vida eterna”.

Tú manifiestas en tu vida, esa Vida plena y definitiva.

La experiencia pascual les llevó a hacer suya esa Vida.

No fue fácil superar las seguridades de su religión.

………………..

 

Nosotros, con una religión tan anclada en la Ley como la judía,

no lo vamos a tener más fácil que ellos.

 También tenemos que arriesgarnos

y perder el miedo a lo desconocido que nos desborda.

……………….

 

La oferta es absoluta: Vida definitiva.

No me debe extrañar que la exigencia sea también absoluta.

Conozco bien la oferta. Solo falta elegir…

Si no tomo una decisión, seguiré el camino de la nada.

 

Fray Marcos

 

 

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