EVANGELIOS Y COMENTARIOS
Juan 14, 15-21
No tienes que conseguir nada.
Lo que ya eres, es mucho más de lo que puedes imaginar.
¡Descúbrelo!
El evangelio que acabamos de leer es continuación del que leímos la semana pasada. Jesús sigue tratando de preparar a los discípulos para afrontar la separación que se va a producir.
Es una teología de la presencia de Jesús en la primera comunidad, que Juan escenifica y pone en boca de Jesús. Juan trata de hacer ver a los cristianos de finales del siglo primero, que no estaban en inferioridad de condiciones con relación a los que habían conocido a Jesús; por eso es tan importante, también para nosotros.
Nos pone ante la realidad de Jesús vivo que nos hace vivir a nosotros con la misma vida que él tenía antes y después de su muerte. Esto explica que entre en juego un nuevo protagonista: el Espíritu.
“Si me amáis, cumpliréis los mandamientos míos”. Quien no ama a los demás no puede amar a Jesús, ni a Dios.
Los mandamientos pierden su carácter de imposición; son exigencia interna del amor. No se trata de una obediencia a normas externas, sino manifestación de un impulso interior. Si conserva el nombre de “mandamientos” es para oponerlos a la “Ley”.
En el capítulo anterior había hablado de “el mandamiento nuevo”, uno solo. Las “exigencias” no son obligaciones impuestas desde fuera, sino respuesta del amor a las necesidades del hombre en cada caso.
Para Juan, “el pecado del mundo” era uno: la opresión, que después se manifiesta en toda clase de injusticias. El “amor” es también único, que se despliega en toda clase de solidaridad y entrega a los demás.
Cuando Jesús dice que el Padre mandará otro defensor, no está hablando de una realidad distinta de lo que él es o de lo que es Dios. Está hablando de una nueva manera de relacionarse con los que le aman, que será mucho más cercana y efectiva que su presencia física durante su vida terrena.
Primero dice que mandará al Espíritu de la verdad, después que él volverá para estar con ellos, y por fin que el Padre y él vendrán y se quedarán. Esto significa que se trata de una realidad múltiple y a la vez una, Dios.
“Valedor” (paraklêtos)=el que ayuda en cualquier circunstancia; abogado, defensor cuando se trata de un juicio. De hecho tiene un doble papel:
a) mantener vivo e interpretar el mensaje de Jesús.
b) dar seguridad y guiar a los discípulos en su lucha contra el mundo.
El Espíritu será otro valedor. Mientras estaba con ellos, era el mismo Jesús quien les enseñaba y defendía. Cuando él se vaya, será el Espíritu el valedor.
“El Espíritu de la verdad”. La ambivalencia del término griego (alêtheia) = verdad y lealtad, pone la verdad en conexión con la fidelidad, es decir con el amor.
“De la verdad” es genitivo epexegético; quiere decir, El Espíritu que es la verdad. Jesús acaba de decir que él era la verdad. Sobre Dios porque manifiesta su amor. Sobre el hombre porque le descubre la posibilidad máxima de ser.
“El mundo” es aquí el orden injusto que profesa la mentira, la falsedad. El mundo propone como valor lo que merma o suprime la vida del hombre. Lo contrario de Dios.
Los discípulos tienen ya experiencia del Espíritu, pero será mucho mayor cuando esté en ellos como principio dinámico interno.
“No os voy a dejar desamparados. En griego, órfanoús=huérfanos. Se usa muchas veces en sentido figurado. En 13,33 había dicho Jesús: hijitos míos. En el Antiguo Testamento el huérfano era prototipo de aquel con quien se pueden cometer impunemente toda clase de injusticias. Jesús no va a dejar a los suyos indefensos ante el poder del mal.
El mundo dejará de verme; vosotros, en cambio, me veréis, porque yo tengo vida y también vosotros la tendréis. La profundidad del mensaje puede dejarnos en lo superficial de la letra. “Dejará de verme” y “me veréis”, no hace referencia a la visión física. No se trata de verlo resucitado, sino de descubrir que sigue dándoles vida.
Esta idea es clave para entender bien la resurrección. El mundo dejará de verlo, porque hasta ahora sólo lo ha visto corporalmente. Ellos que lo verán de una manera nueva, lo seguirán viendo y aún con mayor claridad.
Se describe en términos de visión la comunión de vida con él. Los discípulos participarán de su vida, porque participan de su Espíritu.
“Aquel día experimentaréis que yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros”. Esa vida que Jesús les comunica es la misma Vida de Dios; o mejor, Dios que es Vida. Es una experiencia de unidad e integración. Es una comunión de ser entre Dios y el hombre. Por eso, al amar ellos, es el mismo Dios quien ama.
“Uno que me ama cumplirá mi mensaje y mi Padre le demostrará su amor: vendremos a él y nos quedaremos a vivir con él”. Repite lo ya dicho: Su mensaje es el del amor al hombre y no el del sometimiento. La presencia de Jesús y Dios se experimenta como una cercanía interior, no externa.
En (14,2) Jesús iba a preparar sitio a los suyos en el “hogar” del Padre. Aquí son el Padre y Jesús los que vienen a vivir con el discípulo. En el Antiguo Testamento la presencia de Dios se localizaba en un lugar, la tienda del encuentro o el templo, ahora cada miembro de la comunidad será morada de Dios.
No será sólo una experiencia interior; el amor manifestado hará visible esa presencia. La “presencia” sería una característica de los tiempos mesiánicos (Ez 37,26) (Zac 2,14)
“Os dejo dichas estas cosas mientras vivo con vosotros”. Una vez más se hace referencia a la partida. Les acaba de exponer el plan de Dios para el hombre, lo irán comprendiendo poco a poco. Estos textos están escritos a finales del siglo I.
“El Espíritu Santo, que enviará el Padre por causa mía, él os lo irá enseñando todo, recordándoos todo lo que yo os he expuesto.” La total comprensión de lo que les ha dicho, llegará por la ayuda del Espíritu. Esta era la experiencia de las primeras comunidades.
Se le llama ahora Espíritu Santo. “Santo” significa en lenguaje semítico, separado. Es santo o separado porque pertenece a la esfera de lo divino. Es santificador o separador, porque lleva de la tiniebla-muerte a la de la luz-vida.
No podemos aplicar aquí el concepto de Espíritu Santo como tercera persona de la Trinidad. Faltaban siglos para que ese concepto se acuñase. La enseñanza del Espíritu es la de Jesús mismo.
Mientras el Espíritu no nos separe del mundo, no podemos comprender el mensaje de Jesús. De ahí tantas conclusiones equivocadas de los discípulos cuando vivían con Jesús, por esa falta de Experiencia. Será un valedor interior, a diferencia de Jesús que lo era externo.
Cuando Jesús afirma: “vendremos a él y haremos morada en él”, no quiere decir que será huésped nuestro, es una realidad mucho más profunda e íntima. Se trata de la misma realidad que él vivió con relación a Dios.
Jesús vivió una identificación con Dios que no podemos expresar con palabras. "Yo y el Padre somos uno." A esa misma identificación estamos llamados nosotros.
Hacernos una cosa con Dios, que es espíritu y que no está en nosotros como parte alícuota de un todo que soy yo, sino como fundamento de mi ser, sin el cual nada puede haber de mí.
Esa presencia de Dios en mí no altera para nada mi individualidad. Yo soy totalmente yo, y totalmente (de) Dios. El vivir esta realidad es lo que constituye la plenitud del hombre. En esto consiste todo el mensaje de Jesús. Descubrir y vivir esa presencia es nuestra tarea como cristianos, es decir, como seguidores de Cristo. Es también el objetivo del hombre, porque todos estamos llamados a alcanzar esa misma meta.
Meditación-contemplación
“Yo estoy identificado con mi Padre,
vosotros conmigo y yo con vosotros”
Nos empeñamos en meter en conceptos lo indecible.
El místico, desde su experiencia, apunta al sol.
Como la luz nos deslumbra, quedamos mirando al dedo.
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Sólo la vivencia puede saciar el ansia de conocer y amar.
Lo que te empeñas en buscar fuera de ti no existe.
El dedo que señala es sólo una ilusión.
El ojo ya no existe, ni hay nada que mirar.
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Vete al centro de ti y descubre tu esencia.
Ese descubrimiento colmará tus anhelos.
Descubre que la Luz, desde el centro de ti
ha transformado todo tu ser en Luz.
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Marcos Rodríguez