EVANGELIOS Y COMENTARIOS   

                             
                              

 

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Jn 18, 33-37

(pinchar cita para leer evangelio)

 

Reyes servidores debemos ser todos

 

 

CONTEXTO

 

Es muy importante que tengamos una pequeña idea del momento y el por qué motivo se instituyó esta fiesta; fue Pío XI en 1925, cuando la Iglesia estaba perdiendo su poder y su prestigio acosada por la modernidad. Con esta fiesta se intentó recuperar el terreno perdido ante un mundo secular, laicista y descreído.

 

En la misma encíclica se explican las razones para instituir la fiesta: recuperar el reinado de Cristo y de su Iglesia. Para una Papa de principios del s. XX, era inaceptable que las naciones hicieran sus leyes al margen de las directrices eclesiales.

 

Es difícil concretar una cita de la encíclica “Quas primas”, pero voy a intentarlo para que podáis haceros una idea de por donde iban los tiros. Dice Pío XI:

 

“Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad.

 

Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad.

 

Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados”.

 

Esto no es crítica sino datos históricos. Era el modo de pensar de aquella época.

 

EXPLICACIÓN

 

La imagen del rey en el Antiguo Testamento se remonta a la época de la entrada de Israel en Palestina. Para un pueblo nómada, nada podía significar la idea de un rey; pero cuando entran en contacto con la organización de la gente que vivía en ciudades, descubren las ventajas de aquella estructura social y los mismos israelitas piden a Dios un rey.

 

Esto fue interpretado por los profetas como una traición (el único rey de Israel es Dios); pero al final tienen que ceder. Bien entendido que la imagen del rey en aquel tiempo, no tenía nada que ver con la que tenemos nosotros hoy. El rey era el que cuidaba de una ciudad o de un pequeño grupo de pueblos. Tenía la responsabilidad de que hubiera orden en las relaciones sociales. Lo mismo les defendía de los enemigos, que se preocupaba de los alimentos, que impartía justicia.

 

A lo largo del Antiguo Testamento, se va espiritualizando esa idea del rey, llegándose a identificar con la del Mesías, y termina por ser la imagen clave para toda la apocalíptica. El final de la historia será un Reino de Dios que termina venciendo el reino del mal.

 

Sólo en este contexto cultural podemos entender la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Sin embargo el contenido que él  le da, es más profundo. En tiempo de Jesús, el futuro Reino de Dios se entendía como una victoria del pueblo judío sobre los gentiles y una victoria de los buenos sobre los malos. Jesús predica un reino de Dios muy distinto; un Reino del que nadie va a quedar excluido, y del que forman parte las prostitu­tas, los pecadores, los marginados... Todos los gentiles están llamados y muchos judíos se quedarán fuera. El Reino que Jesús anuncia no tiene nada que ver con las expectativas de la época,

 

Al principio de los tres evangelios sinópticos, el “poder” se presenta como una de las tres grandes tentaciones que Jesús tuvo que vencer antes de empezar su vida pública: “Te daré todo el poder de estos reinos y su gloria” (Lc 4,6). Juan, aún lo deja mucho más claro, cuando, después de la multiplicación de los panes, la multitud quiere llevárselo para proclamarle rey, se escabulle y se marcha a la montaña (ámbito de lo celeste) él solo.

 

Efectivamente, toda la predicación de Jesús gira entorno al “Reino”; pero no se trata de un reino suyo, sino de “el Reino de Dios”. En el padrenuestro decimos todos los días: “venga tu Reino”, pero después de decir “Padre nuestro”.

 

Jesús nunca se propuso como objeto de su predicación. Confundir el “reino de Dios” con el reino de Cristo es la primera causa de malentendidos. El mismo Pío XI dice en la encíclica que “a Cristo le compete en sentido propio y estricto, como hombre, el título de Rey”. ¿De qué reinado está hablando?

 

La característica fundamental del Reino predicado por Jesús es que ya está aquí, aunque no se identifica con las realidades mundanas. No hay que esperar a un tiempo escatológico, sino que ha comenzado ya.

 

Además, supera la idea de un reino externo: "No se dirá, está aquí o está allá, porque mirad: el reino de Dios está dentro de vosotros”. Esta idea desbarata todo el montaje anterior sobre el reino de Dios, y desautoriza todo intento de proyectar en el futuro ese falso reino.

 

No se trata de preparar un reino para Dios, se trata de un reino que es Dios. Cuando decimos “reina la paz”, no estamos diciendo que la paz tenga un reino. Se trata de hacer presente a Dios entre nosotros, con nuestra manera de actuar, pero después de haber descubierto a Dios en lo más hondo de nuestro corazón.

 

Es un reinado del AMOR. No es un reino de personas físicas, sino de actitudes vitales. Cuando me acerco al que me necesita preocupándome por él, hago presente el Reino de Dios y cuando me preocupo de mí pisoteando a los demás, excluyo de mí y de mi entorno el Reino. Jesús descubrió a un Dios que está al servicio del hombre.

 

En el evangelio que acabamos de leer podemos encontrar alguna pista para descubrir el verdadero sentido que puede tener esta fiesta. Cuando Pilato pregunta a Jesús si era rey, responde: “mi reino no es de este mundo...  mi reino no es de aquí”. Pilato no entiende nada. Nosotros lo hemos entendido mal.

 

Para Juan, la palabra “mundo” tiene varios significados. Aquí no significa la materialidad de lo creado, sino la manera injusta como los hombres se relacionan entre sí. Jesús es lo contrario de lo que se entiende por un rey. Es el reino del amor y de la entrega al servicio a los demás. Para reinar de esa manera no necesita ni soldados ni poder. Lo va a demostrar entregando su vida en la cruz.

 

Estaremos en la verdadera perspectiva si no olvidemos que Jesús reinó desde la cruz. Aceptar la muerte como entrega total, es toda su gloria y todo su poder. Jesús hace presente el Reino que es Dios, cuando se olvida de sí mismo y pone todo lo que es al servicio de todos.

 

Otra clave para orientar bien esta fiesta puede ser lo que dice Jesús a Pilato. “Yo para eso he nacido, para ser testigo de la verdad”. Pero ¡ojo! No se trata de morir por una doctrina teórica. Se trata de morir por el hombre. Se trata de dar testimonio de lo que es el hombre en su verdadera realidad.

 

El “Hijo de hombre” (único título que Jesús se aplica a sí mismo), nos da la clave para entender lo que pensaba de sí mismo. Se considera el hombre auténtico, el modelo de hombre, el hombre verdad. Su intención es que todos lleguen a identificarse con él. Jesús es la última referencia para todo el que quiera llegar a manifestar en su vida la verdadera calidad humana.

 

Poco después del párrafo que hemos leído, Pilato saca afuera a Jesús, después de ser azotado, y dice a la multitud: “Este es el hombre”. Jesús no sólo es el modelo de hombre, sino que exige a sus seguidores que demuestren con su vida, que responden al modelo que ven en él.

 

Jesús no dice “soy rey” sino “soy el rey”. Indicando así que todo el que se identifique con él, será también rey. Esa es la meta que Dios quiere para todos los hombres. Rey de poder sólo puede haber uno. Reyes servidores debemos ser todos. No se trata de que un hombre reine sobre otro, sino de un Reino donde todos se sientan reyes porque todos están al servicio de todos. Esto es lo que expresamos cuando decimos del niño “el rey de la casa”.

 

Mucho me temo que no sea este el sentido que le damos a la fiesta. Cualquier connotación que el título tenga con el poder, tergiversa el mensaje de Jesús. Una corona de oro en la cabeza y un cetro de brillantes en las manos de Jesús, son mucho más denigrantes que la corona de espinas y la caña que le pusieron los soldados para reírse de él. Si no nos damos cuenta de esto, es que estamos proyectando sobre Dios y sobre Jesús nuestros propios anhelos de poder.

 

Ni el “Dios todopoderoso” ni el “Cristo del Gran Poder” tienen absolutamente nada que ver con el evangelio. El Dios de Jesús es el “Abba”, padre y madre que cuida de nosotros entregándonos todo lo que  Él es en cada instante. Ni se impone ni nos gobierna ni nos domina. Es esta realidad la que tenemos que descubrir y hacer presente en cada instante de nuestra vida. Esto es también lo que tenemos que expresar en todas nuestras relaciones con los demás.

 

Jesús no está contra la autoridad. En toda sociedad es necesaria una escala de responsabilidades. No todos tenemos las mismas aptitudes y la sociedad tiene que aprovechar las cualidades de todos.

 

Pero la clave de todas esas relaciones sociales, según el evangelio, es precisamente esa preocupación por servir siempre a los demás. Por eso está contra todo poder que suponga dominio y sometimiento del hombre. Si ese poder se pretende ejercer en nombre de Dios, estamos en las antípodas del mensaje y de la vida de Jesús. Tenemos que hacer reyes a los demás si queremos ser reyes como Jesús.

 

 

Meditación-contemplación

 

Dijo Jesús: yo he venido para ser testigo de la verdad.

Está hablando de la verdad ontológica.

No se refiere a verdades doctrinales o científicas.

Está hablando de la verdad de su ser.

…………..

 

Ser verdadero es lo contrario de ser falso.

Falso es todo aquello que aparenta ser una cosa

y en realidad es lo opuesto.

Ser Verdad es ser lo que somos sin falsearlo.

…………….

 

Lo que los demás ven en mí,

¿es lo que soy en lo hondo del mi ser?

El más alto objetivo de tu vida

es descubrir tu verdadero ser y manifestarlo en todo momento.

..…..

 

Fray Marcos

 

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