EVANGELIOS Y COMENTARIOS
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la tarea es descubrir esa Vida
que Dios ya me ha dado
La clave de todas las apariciones, que se relatan en los evangelios, es la que Jesús hace a la comunidad reunida. La experiencia pascual de los seguidores de Jesús demostró que es en la comunidad, donde se puede descubrir la presencia del verdadero Jesús. La comunidad es la garantía de la fidelidad a Jesús y al Espíritu. Pero sobre todo, es la comunidad la que recibe el encargo de predicar.
La misión de anunciar el evangelio no se la han sacado ellos de la manga, sino que es el principal mandato que reciben de Jesús. La nueva presencia de Jesús es la legitimación de la tarea más importante de la comunidad.
Juan es el único que desdobla el relato de la aparición a los apóstoles. Con ello personaliza en Tomás, el tema de la duda, que es capital en todos los relatos de apariciones.
“El primer día de la semana”. Primero porque empieza la nueva creación y con ella, la nueva alianza. En Jesús se completa la creación del hombre, llevando a su plenitud la humanidad.
El local cerrado a cal y canto como consecuencia del miedo, delimita el espacio de la comunidad en medio del mundo hostil. Como el antiguo Israel, en su éxodo, están atemorizados ante el poder del enemigo.
El mensaje de María Magdalena haciéndoles saber que Jesús vivía, no les había liberado del miedo. Para entrar en la dinámica de Pascua, no basta conocer de oídas, es necesaria la experiencia viva para tener la seguridad y la alegría.
Jesús aparece en el centro, porque, ahora, él es para ellos la única referencia y factor de unidad. La comunidad cristiana está centrada en Jesús y solamente en él.
No atravesó la puerta o la pared, no recorrió ningún espacio; su presencia se efectúa directamente. El calor del saludo elimina el miedo y las incertidumbres.
Las llagas, signo de su amor extremo, evidencian que es el mismo que murió en la cruz. Ya no hay lugar para el miedo a la muerte. La verdadera Vida nadie puede quitársela a Jesús ni se la quitará a ellos. La permanencia de las señales de su muerte, indica la permanencia de su amor. Garantiza además, la identificación del resucitado con el Jesús crucificado.
La comunidad tiene ahora la experiencia de que Jesús Vive y les comunica esa misma Vida. Si toman conciencia de que poseen la verdadera Vida, el miedo a la muerte biológica no les preocupará en absoluto. La Vida que él les comunica, permanece.
El primer saludo pretendía quitarles el miedo; el segundo trata de darles fuerza para la misión. Se trata de una paz para el presente y para el futuro.
En los relatos de apariciones la misión es algo esencial, sobre todo en Juan; les había elegido para llevarla a cabo. La misión ha de ser cumplida como la cumplió él, demostrando un amor total. La misión es el principal encargo que les había dejado Jesús, durante su vida y es el objetivo último de todas las apariciones.
El verbo soplar, usado por Juan es el mismo que se emplea en Gn 2,7. Con aquel soplo el hombre barro se convirtió en ser viviente. Ahora Jesús les comunica el Espíritu que da verdadera Vida. Se trata de una nueva creación del hombre. La condición de hombre-carne queda transformada en hombre-espíritu. Esa nueva Vida es capacidad de amar como ama Jesús. Les saca de la esfera de la opresión y les hace libres, quita el pecado del mundo.
El Espíritu recibido es el criterio para discernir las actitudes y los hechos que se derivan de esa Vida. Debemos tener mucho cuidado al traducir estos textos y no hacerles decir lo que no dicen. El Espíritu, no se refiere a la tercera persona de la Trinidad. Se trata de la fuerza que les capacita para la misión.
Deducir de aquí la institución de la penitencia, es ir mucho más lejos de lo que permite el texto. El concepto de pecado que tenemos hoy no se elaboró hasta el siglo VII. Lo que entienden por pecado las primeras comunidades es algo muy distinto. Jesús no vino ni a juzgar ni a condenar; mucho menos a la comunidad.
El texto quiere decir que, ante la comunidad, quedará patente el pecado de los que se niegan a dar su adhesión a Jesús. Ni Jesús ni la comunidad dan sentencia, contra nadie. La sentencia se la da a sí mismo cada uno con su actitud. El Espíritu permite a la comunidad discernir la autenticidad de los que se adhieren a Jesús y salen del ámbito de la injusticia al del amor.
La referencia a "los doce", aunque sólo eran once, designa la comunidad cristiana como heredera de las promesas de Israel. Tomás había seguido a Jesús, pero, como los demás, no le había comprendido del todo. Ni él ni los demás eran capaces de concebir una Vida después de la muerte.
Separado de la comunidad no tiene la experiencia de Jesús vivo. Una vez más se destaca la importancia de la experiencia compartida en comunidad.
"Hemos visto al Señor en persona" No es una mera afirmación de visión sensorial. Significa la experiencia de la presencia de Jesús que les ha trasformado. Les sigue comunicando la Vida, de la que tantas veces les había hablado. Les ha comunicado el Espíritu y les ha colmado del amor que ahora brilla en la comunidad.
El relato insiste en que Jesús no es un recuerdo del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. A pesar de todo, los testimonios no pueden suplir la experiencia, y Tomás es incapaz de dar el paso.
“A los ocho días" Puede indicar que la comunidad ya seguía un ritmo semanal de celebraciones. Jesús se hace presente en la celebración comunitaria, cada 8 días. La nueva creación del hombre que Jesús ha realizado durante su vida, culmina en la cruz el día sexto.
Estaban reunidos dentro, en comunidad, es decir, en el lugar donde Jesús se manifiesta, en la esfera de la Vida, opuesto a "fuera", el lugar de la muerte. Tomás se ha reintegrado a la comunidad. Ahora puede experimentar lo que los demás le contaron y no creyó.
Jesús se dirige a Tomas, porque viene para todos, y una vez dentro de la comunidad, también Tomás encontrará a Jesús.
Una vez más, las señales son inseparables de la muerte por amor y el don del espíritu. La resurrección no lo separa de la condición humana anterior. No es el paso a una condición superior a la del hombre, sino la misma condición humana llevada a su culminación, pero asumiendo su historia anterior.
La respuesta de Tomás es tan extrema como su incredulidad. Al llamarle Señor, reconoce el amor de Jesús y lo acepta dándole su adhesión. Al decir “mío” expresa su cercanía, como la Magdalena.
Después de Jn 1,18 es la primera vez que es llamado simplemente “Dios”. Los judíos lo habían acusado de hacerse igual a Dios e incluso Hijo de Dios. En 1,1 se había dicho: “un Dios era el proyecto”. Jesús ha cumplido el proyecto, amando como Dios ama. (14,20) “Aquel día experimentaréis que yo estoy identificado con mi Padre...” (14,9) “Quien me ve presente a mí, ve presente al Padre”. Dando su Espíritu, Jesús quiere que ese proyecto lo realicen también todos los suyos. Jesús descubre al hombre todas sus posibilidades: trascenderse a sí mismo y llegar a ser divino.
Tomás tiene ahora la misma experiencia de los demás: ver a Jesús en persona. El reproche de Jesús se refiere a la negativa a creer el testimonio de la comunidad. Tomas quería tener un contacto con Jesús como el que tenía antes de su muerte. Pero la adhesión no se da al Jesús del pasado, sino al Jesús presente, que es a la vez, el mismo y distinto. El marco de la comunidad hace posible la experiencia de Jesús vivo, resucitado.
Por exigir esa presencia externa y sensorial, la experiencia de Tomás no puede ser modelo. Fijaros lo curioso del caso. El evangelista elabora una perfecta narración de apariciones y a continuación nos dice que no es esa presencia externa la que debe llevarnos a la fe.
La demostración de que Jesús está vivo, tiene que ser el amor manifestado en la comunidad. Descubrir ese amor tiene que llevar a la fe en Jesús vivo. Dichosos los que al descubrir ese amor manifestado, descubran la presencia de Jesús.
La advertencia es para los del tiempo en que escribió el evangelio y para todos nosotros. En 14,19 había dicho: “Vosotros me veréis porque yo tengo Vida y también vosotros la tendréis”. El mensaje queda abierto al futuro. Muchos seguirán creyendo aunque no lo vean. Éste es el objeto del relato.
En el relato se puede apreciar el afán por dar la máxima veracidad y viveza a cada detalle, pero a la vez, la falta de coherencia en la sucesión cronológica de los hechos, nos está advirtiendo de que no se trata de una crónica de sucesos. Lo que se trata de comunicar son vivencias internas de los discípulos reunidos. Lo que quieren trasmitirnos está más allá de lo que entra por los sentidos o podemos imaginar. La clave para entender todos estos relatos está en descubrir que se empeñan en hablar de lo inefable.
El mensaje para nosotros hoy es muy claro: Sin una experiencia personal, llevada a cabo en el seno de la comunidad de los creyentes, es imposible acceder a la nueva Vida que Jesús anunció antes de morir y ahora está comunicando a todo el que se abre a su mensaje.
Todos nosotros tenemos que pasar por el mismo proceso que tuvieron que superar los discípulos. Se trata del paso, del Jesús “aprendido”, al Jesús experimentado. Ese cambio siempre será difícil, pero sin él no hay posibilidad ninguna de entrar en la dinámica de la resurrección. Que Jesús siga vivo, no significa nada si no vivo yo mismo.
Meditación-contemplación
¡Dichosos los que crean sin haber visto!
Todos estamos en esas circunstancias,
porque la confianza hay que ponerla en lo “invisible”.
Lo que se puede ver y palpar, no puede ser objeto de fe.
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La fe tampoco consiste en esperar algo de fuera.
Ni en confiar en que un día tendré lo que ahora no tengo.
Pero para confiar en lo que ya tengo,
primero hay que descubrirlo, aceptarlo y vivirlo.
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Mi principal tarea es descubrir esa Vida que Dios ya me ha dado
Y poner todo mi ser al servicio de su desarrollo.
Mi objetivo debe ser desplegar la Vida al máximo
y manifestar su plenitud (amor) a través de todas mis obras.
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Fray Marcos