EVANGELIOS Y COMENTARIOS   

                             
                              

 

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Lucas 12, 48-53

 

49 Fuego he venido a lanzar a la tierra, y ¡cómo deseo que hubiese prendido ya!

 

50 Pero tengo que ser sumergido por las aguas y no veo la hora de que eso se cumpla.

 

51 ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que paz no, sino división.

 

52 Porque, de ahora en adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; 53 se dividirá padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra (Miq 7,3).

 

 

Comentarios de Patxi Loidi

 

Seguimos con las enseñanzas de Jesús iniciadas hace dos domingos. El evangelista nos presenta un Jesús radical, cuyo seguimiento es causa de división. No ha venido a traer una falsa paz o una tranquilidad por encima de la realidad.

 

La causa de Jesús divide hasta a la familia misma. Este texto refleja la experiencia de los primeros cristianos, que sufrieron divisiones en sus propias familias a causa de Jesús.

 

Pero al mismo tiempo, nos muestra otra faceta del alma de Jesús: su deseo de encender en la tierra el fuego de Dios y su deseo de ser bautizado con el bautismo del Calvario, para que toda la tierra quede incendiada por su amor y salvada. Jesús nos muestra aquí su alma amorosa y misionera.

 

El fuego simboliza su deseo ardiente de extender el reinado de Dios. Hay relación entre la imagen del fuego y la del bautismo. El versículo 50 lo interpretamos como “Tengo que ser bautizado con un (nuevo) bautismo”.

 

¿Paz o división? En otros pasajes de los evangelios, Jesús ofrece la paz. La paz y la división son opuestas. Pero la religión no puede servir para ofrecer una paz falsa.

 

Las divisiones que anuncia Jesús no llevan a la violencia, pero sí cabe la confrontación en el cristianismo. Muchas corrientes actuales nos presentan a un Jesús dulce e inofensivo; y por ello, inoperante. Jesús fue confrontador, crítico, luchador, radical.

 

 

Guía para la oración personal con este pasaje.

 

V. 49-50.

Contemplar el alma de Jesús, su pasión misionera, sus ganas de transformar el mundo, su disposición de sumergirse en las aguas o sufrimientos de la cruz, si fuere preciso. Luego verme a mí mismo llamado y enviado a transformar la tierra como misionero de Jesús. Pero recordar que el que no arde no enciende.

 

V. 51.

Jesús puede traerme división y rupturas: de mis amistades, de mi familia, de situaciones contrarias al evangelio. ¿Las he tenido? Le presento a Jesús estas situaciones, mías o de otros.

 

V. 52-53.

El texto cita divisiones dolorosas que se dieron en los primeros cristianos, divisiones dentro de la propia familia. Si sigo de verdad a Jesús, puedo tener dificultades incluso con mi familia y amigos. Ante Jesús, hago el propósito de aceptarlas con valor.

 

 

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