EVANGELIOS Y COMENTARIOS   

                             
                              

 

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Mc 2, 1-12

(pinchar cita para leer evangelio)

 

Importa Tu actitud presente.

eL pasado no cuenta para Dios

 

 

CONTEXTO

 

Jesús vuelve a Cafarnaúm. También hoy, Jesús habla a la gente, pero sigue sin decirnos el evangelista, de qué les habla. Una vez más, tenemos que adivinar el mensaje a través de los hechos.

 

Empieza en el evangelio de Marcos, la oposición de unos letrados, que va a repetirse en los próximos textos.

 

Los tres sinópticos relatan la curación del paralítico de la camilla, lo cual manifiesta que era recordado por todas las comunidades.

 

EXPLICACIÓN

 

El mensaje del episodio del paralítico es muy parecido al que leímos el domingo pasado del leproso. También al leproso se le perdonaron los “pecados”, puesto que el sacerdote le tenía que declarar puro. El paralítico era considerado impuro, porque se creía que toda enfermedad era castigo de Dios por los pecados.

 

Ambos estaban impedidos de ser plenamente humanos. A los leprosos se les consideraba como muertos. El paralítico, incapaz de moverse y sin libertad para desarrollarse como hombre. Con el de la suegra de Pedro tiene en común que los dos yacían (muertos) y los dos se levantan (resucitan).

 

Les proponía la palabra. Sigue sin aclararnos qué es lo que predicaba Jesús. Ton logon con artículo, indica una enseñanza muy concreta; la misma que proclamaba el leproso el domingo pasado. El verbo griego empleado nos indica que se trata del kerigma.

 

Parece ser que volvió a Cafarnaúm a escondidas. Nadie le vio llegar. Se enteraron luego de que ya estaba allí.

 

En casa”, alusión a la Casa de Israel, primeros destinatarios de la predicación de Jesús. Toda la escena del paralítico, se desarrolla en “casa”, no en el templo. El templo era el paradigma de la institución, pero había dejado de ser el lugar de la presencia de Dios, porque los dirigentes utilizaban su organigrama para oprimir a la gente.

 

El relato nos dice que Dios está con el hombre, no en lugares sagrados. Dios está con el hombre allí donde desarrolla su actividad normal; donde lucha, donde sufre, donde llora.

 

“Llegaron cuatro llevando a un paralítico...” El paralítico y los cuatro portadores representan la humanidad no israelita, que viene en busca de salvación. Jesús les ofrece esa salvación dándoles la misma vida que a los judíos. La muchedumbre apelotonada, les impide llegar hasta Jesús. Israel que había sido cauce de salvación, es ahora el obstáculo para alcanzarla. El pueblo elegido (la puerta), está ahora obstruida, no permite el paso.

 

“Viendo la fe que tenían”. No se trata de una fe religiosa teórica, sino de una confianza manifestada en las acciones. Jesús descubre la fe en los que lo llevan, pero habla al enfermo que no podía ni moverse. La fe, adhesión a Jesús, no sólo cancela el pasado de injusticia, sino que abre la posibilidad de nueva vida.

 

A primera vista, parece que van buscando la salud física, pero Jesús se dirige al enfermo hablándole de la salud integral. Como ya dijimos, si toda enfermedad se debía al pecado, no hay por qué distinguir entre sanar y perdonar. Jesús no quiere distinguir, y empieza por lo verdaderamente importante.

 

Tus pecados quedan perdonados”. No le dice: yo te perdono; ni siquiera, Dios te perdona, como interpretan los fariseos, sino “tus pecados quedan perdonados”. El verbo griego (aphiemi) significa soltar, desatar, dejar libre; pero también “pasar por alto, no hacer caso”. Para mí, éste último, es el significado más adecuado. Tus pecados no son tenidos en cuenta. Es una manera excelente de expresar lo que es el perdón de Dios. Tu actitud presente es lo importante. Lo anterior no cuenta para Dios. No debe contar tampoco para ti.

 

“Los letrados sentados... Éste blasfema...” Están instalados, protegidos por la gente que les rodea. Representan la doctrina oficial, que no acepta la novedad de Jesús. Una y otra vez se dice que su “razonamiento” es interior (en su corazón). Todo apunta a que su presencia es sólo simbólica. Son todos los presentes los que piensan como los letrados.

 

“Para que veáis que “el Hijo de Hombre” tiene poder en la tierra para perdonar...” Hijo de hombre es una expresión aramea que significa simplemente “hombre”. En este caso es muy importante descubrir que Jesús actúa como ser humano, no como Dios.

 

Para entender bien esta frase, hay que tener en cuenta la inseparabilidad de la enfermedad y del pecado. También la curación y el perdón del pecado son inseparables. No se trata de una demostración añadida de poder, sino de una declaración: para que veáis que ya está curado.

 

Jesús realiza una sola acción que tiene dos efectos, uno invisible: perdón de los pecados y otro visible y constatable: la curación del paralítico.

 

“Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”. Removida la causa, se quita el efecto. Nada se hubiera conseguido si hubiera quitado el efecto sin eliminar la causa.

 

Lo que hace el paralítico, que aún no se había enterado de que estaba curado, es demostrar con hechos la realidad. La movilidad no es un milagro añadido, sino la consecuencia del perdón.

 

¡Nunca hemos visto cosa igual! No se refiere sólo a la curación sino al perdón, manifestado en el hecho de que puede caminar por su cuenta y cargar con la camilla.

 

APLICACIÓN

 

Los “letrados” tenían razón al pensar que solo Dios puede perdonar pecados. Pero lo que nos dice Jesús, es que Dios no puede no perdonar. Él es perdón y está perdonando siempre. Por lo tanto, cualquier “hombre” puede perdonar pecados, porque únicamente se trata de convencer al otro de que Dios le ama.

 

La "buena noticia" de Jesús se resume en este mensaje: Dios es amor incondicional y para todos. Para ellos, Dios era justo. Tenía que pagar a cada uno su merecido. Hoy, seguimos aferrados a esta idea farisaica. Por eso, también hoy, se llama blasfemo al que se atreve a predicar el perdón.

 

No nos damos cuenta de la monstruosidad de esa postura. Indirectamente estamos diciendo que si Dios me perdona es porque me lo he merecido. ¡Absurdo!

 

El tema del pecado y del perdón, es uno de los más embrollados de nuestra religión. Toda la doctrina que nos han enseñado sobre ambos, tiene muy poco que ver con el evangelio. En ella hemos proyectado sobre Dios nuestro concepto de justicia, y nos hemos olvidado de que el Dios de Jesús es amor. Para nosotros la justicia es restablecer un equilibrio que se ha roto por una injusticia.

 

Creemos que “pecado” es hacer daño al otro, y tenemos que resarcir al otro de ese daño. La cosa se complica aún más,  cuando pensamos que el otro es Dios, y que pecado es hacerle daño. Para salir del pecado, tenemos que pagar a Dios por la ofensa o, peor todavía, otro tiene que pagar por nosotros...

 

Pecado es una actitud contraria al bien del hombre. Cuando uno peca, se daña, en primer lugar, a sí mismo; no hace falta que nadie lo castigue. Ya se ha castigado él mismo.

 

El daño al otro no es el pecado, sino la consecuencia del pecado. Pecado no es el acto concreto con el que he hecho daño a otro o a mí mismo. Pecado es una actitud que me deteriora como ser humano. Una confesión que tienen en cuenta sólo el acto y no afecta para nada a la actitud, será completamente inútil.

 

Esta falsa concepción del pecado, es la que nos impide entrar en la dinámica del evangelio. La justicia humana trata de reparar un daño que se ha infringido a otro, y no puede ir más allá. Eso para Dios no tiene sentido. Para Dios todo está siempre en equilibrio, en ningún momento se da una situación de injusticia. Por eso el Dios de Jesús busca al pecador que es el verdaderamente dañado, impedido, muerto, para sacarle de esa situación de inhumanidad.      

 

Pecado en el Antiguo Testamento era errar el blanco; en el doble sentido de apuntar a un blanco falso o apuntar a un blanco acertado, pero errar por falta de entrenamiento. ¡Mucha atención! En ambos casos el yerro se debe a una realidad anterior al hecho mismo de disparar.

 

Un fallo no se arregla con sacrificios o lamentos; menos aún con perdón o comprensión venido de fuera. Si descubro que voy por un camino que me lleva al abismo, la única solución es que abandone el camino y emprenda otra dirección. ¿De qué me serviría lamentarme o pedir comprensión, si no abandono la trayectoria?

 

Si creemos que el perdón consiste en que Dios cambie su actitud para con nosotros, y resulta que eso es imposible, porque Dios ni puede, ni tiene nada que cambiar; y por nuestra parte no se produce ningún cambio en nosotros, porque lo único que buscamos es que nos quiten el pecado sin modificar la actitud, ¿en qué se queda la confesión puramente verbal, que todos hemos practicado tantas veces?

 

La opresión, activa o pasiva (el pecado del mundo), es la causa de toda parálisis que impide al hombre ser él. Sólo el mal moral tiene verdaderamente capacidad de paralizar absolutamente. El mal físico (una enfermedad, un accidente o algún daño causado por otro) sólo paraliza cuando la persona no es auténticamente persona.

 

En contra de lo que se oye con demasiada frecuencia, nunca como hoy se ha tenido más clara conciencia del pecado, del único que existe, la opresión. Cada vez más los cristianos, sobre todo los jóvenes, se niegan a ver pecados mortales por todas partes. Pero dentro y fuera del cristianismo, está creciendo la conciencia de injusticia y opresión que invade nuestra sociedad. Éste es el único pecado contra el que debemos luchar en nombre del evangelio.

 

 

 

Meditación-contemplación

 

¡Tus pecados están perdonados!

En el momento que te lo creas de verdad,

toda tu vida cambiará radicalmente.

La preocupación más fuerte y más paralizante se desvanecerá.

………………..

 

No pierdas el tiempo pidiendo perdón a Dios.

Perdónate tú mismo y perdona siempre a los demás.

En la medida que hagas esto último,

descubrirás que Él te proporciona perdón-amor para dar y tomar.

………………..

 

Échate a la espalda el pasado.

Por pesada que sea la mochila,

tú eres mucho más que lo que hay dentro de ella.

El mismo Dios es tu energía,

nada ni nadie podrá impedir que llegues a la meta.

 

 

Fray Marcos

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