EVANGELIOS Y COMENTARIOS
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El Dios de Jesús sólo puede ser
descubierto y aceptado desde la sencillez
Mateo acaba de narrar el rechazo del mensaje por parte de ciudades enteras, que provoca estas palabras de Jesús: “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! ¿Y tú, Cafarnaún? Hasta el abismo te hundirás”. Ante el fracaso de la predicación, Jesús no se desanima, sino que responde con una alabanza al Padre, porque hay otros que sí lo aceptan.
En el evangelio de hoy hay tres partes bien definidas. La primera se refiere a Dios. La segunda, a una interdependencia entre Jesús y Dios. La tercera, hace referencia a la relación entre nosotros y Jesús. Las tres manifiestan aspectos esenciales del mensaje.
“Te doy gracias, Padre, porque…” Lo importante no es la acción de gracias en sí, sino el motivo. Los “sabios y entendidos” eran los especialistas de la Ley. Su conocimiento de Dios les daba derecho a sentirse seguros, poseedores de la verdad. No tenían nada que aprender, pero eran los únicos que podían enseñar. Con prepotencia imponían toda clase de normas y preceptos insoportables para la gente normal.
¿Quiénes eran los sencillos? “El “nepios” griego tiene muchos significados, pero todos van en la misma dirección: infantil, niño, menor de edad, incapaz de hablar; y también: tonto, infeliz, ingenuo, débil. En todos descubrimos la ausencia de cálculo, la falta de doblez o segundas intenciones.
Para la élite, los sencillos eran unos malditos, porque no conocían la Ley, y por lo tanto no podían cumplirla.
Eran los “sin voz”, “la gente de la tierra” a quienes los rabinos despreciaban. En tiempo de Jesús, sólo los dirigentes podían hablar, los demás sólo tenían la obligación de escuchar y obedecer.
Debemos ir más allá de la literalidad. Sería mezquino pensar que Jesús se alegra porque Dios no se revela a alguien. Dios no puede tener privilegios con nadie. El evangelio no puede decir que Dios da a algunos lo que niega a otros. Lo que quiere decir es que, el Dios de Jesús no puede ser aceptado más que por la gente sencilla y sin prejuicios.
Jesús da gracias a Dios porque todos pueden acceder a la revelación del verdadero Dios. Los sabios también pueden, si quieren, ser sencillos. Los sencillos no pueden volverse sabios. Si se revelara sólo a los sabios, los sencillos no tendrían posibilidad de llegar a él.
Los engreídos, los soberbios, tienen capacidad para crearse su propio Dios, que siempre se parecerá a ellos mismos.
“Todo me lo ha entregado mi Padre…” Sorprendente afirmación de Jesús. El conocimiento de Dios no es fruto del esfuerzo humano, sino por revelación. El error garrafal de nuestra teología, fue creer que conocíamos a Jesús porque conocíamos a Dios; si Jesús era Dios, ya sabíamos lo que era Jesús. El texto dice exactamente lo contrario. La única manera de conocer a Dios es aproximarnos a Jesús.
El verbo conocer tiene en los textos bíblicos una connotación de las que carece en nuestra lengua: Indica cercanía, familiaridad, comprensión, mutua entrega. Es el verbo que se utiliza para designar la relación más íntima entre un hombre y una mujer. Significaría a la vez conocer y amar.
“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré”. La imagen de yugo se aplicaba a la Ley, que tal como la imponían los fariseos, era insoportable. El hombre desaparecía bajo el peso de más de 600 preceptos y 5.000 prescripciones. Para ellos la Ley era lo único absoluto. Jesús dice lo contrario: “El sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado”.
Jesús propone un “yugo”, pero no para ir contra el hombre, sino a favor del hombre. Jesús quiere ayudar al ser humano a desplegar su ser sin opresiones. El yugo y la carga sería como el peso de las alas para el ave. Claro que las alas tienen su peso, pero si se la quitas, ¿con qué volará? Subyugados por Jesús no tenemos que cargar con nada, sino hacernos cargo de lo que nos lleva a la plenitud.
Lo que acabamos de leer es, sin duda, evangelio (buena noticia). Pero no hemos hecho mucho caso a este mensaje. En cuanto pasaron los primeros siglos de cristianismo, se olvidó totalmente este evangelio, y se recuperó “el sentido común”. Nunca más se ha reconocido que Dios se pueda revelar a la gente sencilla.
Es tan sorprendente lo que nos acaba de decir Jesús, que no nos lo hemos creído nunca. ¡Qué sabe Cristo lo que significa ser cristiano! Sin embargo, Dios no comparte con el hombre los secretos de la ciencia, sino su misma Vida. La “revelación” no consiste en conocimiento, sino en una manera nueva de vivir. Para Jesús la vida es más importante que el conocimiento.
Si Dios se revela a la gente sencilla y no a los sabios y entendidos, ¿qué cauces encontramos en nuestra institución para que esa revelación sea escuchada? ¿No estamos haciendo el ridículo cuando seguimos siendo guiados por los “sabios y entendidos” que están incapacitados para escuchar al verdadero Dios?
A todos los niveles estamos en manos de expertos. En religión la dependencia es absoluta, hasta tal punto, que se nos ha prohibido pensar por nuestra cuenta. “Eso no me lo preguntes a mí que soy ignorante; doctores tiene la Iglesia...” decía el catecismo que yo aprendí de memoria a los siete años.
Jesús no propone una religión menos exigente. Esto sería tergiversar el mensaje. Jesús no quiere saber nada de religiones. Propone una manera de vivir la cercanía de Dios, tal como él la vivió. Esa Vida profunda, es la que puede dar sentido a la existencia, tanto del listo como del tonto, tanto del sabio como del ignorante, tanto del rico como del pobre. Todo lo que nos lleve a plenitud, será ligero. Este camino no es fácil.
Hoy podíamos decir que, “sencillo” es todo aquel que descubre la necesidad de pasar de lo que es, a lo que tiene que ser. Por eso está dispuesto a aprender y a cambiar. Sólo el que tiene preguntas que hacer, estará dispuesto a escuchar.
Los cansados y agobiados eran los que intentaban cumplir la Ley, pero fracasaban en el intento por la dificultad de abarcar todos los preceptos y prescripciones. De esas conciencias atormentadas abusaban los eruditos para someterlos y oprimirlos. Nada ha cambiado.
Ahora sólo nos queda revisar todo esto que llamamos religión y ver en qué medida separamos la fe de la vida, la experiencia del conocimiento, el amor del culto, la conciencia de la moralidad, y así sucesivamente.
Los predicadores seguimos imponiendo pesados fardos sobre las espaldas de los fieles. Nuestro anuncio no es liberador. Seguimos confiando más en los conocimientos teológicos, en el cumplimiento de unas normas morales y en la práctica de unos ritos, que en la sencillez de sabernos en Dios. Seguimos proponiendo como meta, la “Ley” de Dios, no la Vida de Dios.
Creo que es un error dar a entender, que la crisis de la Iglesia es una crisis doctrinal. Es una crisis de vivencia. Por eso nunca se podrá superar por medio de más doctrinas y más documentos que tratan de zanjar cuestiones discutidas.
Lo que hay que enseñar a los hombres es a vivir una experiencia del Dios cercano, el de Jesús. Sólo ahí encontraremos la liberación de toda opresión. Sólo teniendo la misma vivencia de Jesús, encontraremos la libertad necesaria para ser nosotros mismos.
Meditación-contemplación
Venid a mí todos, dice Jesús.
Sólo él conoce a Dios y sólo él nos lo puede revelar.
Debemos superar todo prejuicio
y aceptar ese Dios como el único que libera.
………
Todo dios, que venga de otra parte
o que nos hayamos fabricado nosotros, será opresor.
Mientras más agobiados nos sintamos,
más necesitaremos al Dios de Jesús.
………..
Ese Dios de Jesús, sencillo y cercano
sólo puede ser descubierto y aceptado desde la sencillez.
No se trata de una exigencia de Dios,
sino de una incompatibilidad.
Dios sólo se puede dar como lo que es.
Dios sólo cabe en un corazón vacío.
……….
Marcos Rodríguez