EVANGELIOS Y COMENTARIOS   

                             
                              

 

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Mateo 17, 1-9

 

Descubrir a Dios en nosotros.

 

 

No conocemos cómo se fraguó este relato en la primera comunidad cristiana. Sabemos que es muy antiguo porque Marcos ya lo narra completamente elaborado. Es lógico suponer que, una vez que, en la experiencia Pascual, experimentaron lo que Jesús era, trataran de comunicar a los demás esa vivencia que les había dado Vida.

 

No podemos pensar en una puesta en escena por parte de Jesús. No es la crónica de un suceso. Se trata de una teofanía, construida con los elementos y la estructura de las relatadas en el Antiguo Testamento. Veamos algunas razones por las que no podemos entender literalmente el pasaje:

 

1º. - El relato está tejido con los elementos simbólicos, aportados por las numerosas teofanías que se narran en el AT. Nada en él es original; ni siquiera la voz de Dios es capaz de aportar algo nuevo, pues repite exactamente lo que dijo en el bautismo. Se trata de expresar la presencia divina en Jesús, con un lenguaje que todos podían reconocer. Lo importante es lo que quiere comunicar, no los elementos que utiliza para la comunicación.

 

2ª. - Si los apóstoles hubieran tenido antes de la pasión y muerte, esta experiencia de lo que es Jesús, no le hubieran abandonado ni negado poco después. No podemos proponerlo como un intento de preparar a los apóstoles para soportar el escándalo de la cruz. Si fue ese el objetivo, el fracaso fue absoluto: “Todos le abandonaron y huyeron”.

 

3ª. - En los cuatro evangelios está muy claro que los discípulos no entendieron nada de lo que era Jesús hasta después de su muerte. Es en la experiencia pascual donde descubrieron lo que realmente era Jesús. Entonces se dieron cuenta de que todo lo que descubrieron después de su muerte, estaba ya presente en él cuando andaban por los caminos de Palestina. Los exegetas apuntan a que estamos ante un relato pascual. Si se retrotrae a la vida terrena es con el fin de hacer ver que Jesús fue siempre un ser divino.

 

4ª. - La gloria y el poder aparecían el domingo pasado como tentaciones para Jesús. Él nunca actuó desde esa perspectiva ni metió a Dios en ella. Mucho menos quiso engatusar a sus seguidores con promesas deslumbrantes. La tentación consiste en buscar la gloria externa y aparatosa que nos coloque por encima de los demás; o por lo menos, que nos acerque a un Dios que nos hemos imaginado todopoderoso, para poder compartir ese poder.

 

5ª. - No podemos seguir pensando en un Jesús que lleva escondido en la chistera el comodín de la divinidad, para sacarlo en los momentos de dificultad. Lo que hay de Dios en él, está en su humanidad. Lo divino nunca podrá ser percibido por los sentidos. Es hora de que tomemos en serio la encarnación y dejemos de ridiculizar a Dios.

 

6ª. - La única gloria de Dios es su amor. Nada que venga del exterior puede afectarle ni para bien ni para mal. El aplicar a Dios nuestras apetencias de grandeza, es sencillamente ridiculizarle. La única gloria del hombre es manifestar que en él está ya ese mismo amor. El don total de sí, la muerte por amor, es la mayor gloria de Jesús y la de todo ser humano.

 

7ª. - Jesús vivió constantemente trasfigurado, pero es ridículo pensar que esa plenitud de ser, tenía que manifestarse externamente (hasta en los vestidos) con síntomas espectaculares. Su humanidad y su divinidad se expresaba cada vez que se acercaba a un hombre para ayudarle a ser él. La única luz que transforma a Jesús es la del amor, y sólo cuando manifiesta ese amor ilumina. Sólo en lo humano se trasparenta Dios.

 

8ª. - Los relatos de teofanía que encontramos en el AT, son intentos de trasmitir experiencias de seres humanos concretos. Esa vivencia es siempre interior e indecible. No quiere decir que Dios anda haciendo espectáculos de luz y sonido por los montes. Mucho menos que tenga que manifestar su cercanía de manera sensible y espectacular.

 

Ahora estamos en condiciones de descubrir el verdadero mensaje del relato, tratando de descubrir lo que significan cada uno de los símbolos que en él aparecen:

 

Tomó consigo a tres: La experiencia interior es siempre personal no colectiva.

 

El monte: El ámbito de lo divino. El lugar donde siempre está Dios (Sinaí)

 

Rostro resplandeciente: Moisés al bajar del monte (tuvieron que taparle el rostro)

 

La luz: Presencia de la Gloria de Dios.

 

La nube: Símbolo de la presencia protectora de Dios.

 

Moisés y Elías: Conexión con el AT. La Ley y los Profetas apuntando a Jesús

 

La voz: Expresión de la voluntad de Dios.

 

¡Escuchadlo! Es la clave de todo el relato. Sólo a él, ni siquiera a Moisés y a Elías.

 

El miedo, aparece en todas las teofanías. Miedo incluso de morir por ver a Dios.

 

La raíz del mensaje del evangelio de hoy, está en proponer a Jesús como la presencia de Dios entre los hombres. Por eso hay que escucharlo. Su humanidad llevada a la plenitud es Palabra. Escuchar al Hijo es transformarse en él y llevar una vida como la suya, es decir, ser capaces de manifestar el amor a través del don total de sí.

 

No se trata de tener la antena dirigida al cielo para esperar de allí unas palabras. Se trata de descubrir la voz de Dios en el grito de cada uno de los seres humanos que encontramos en nuestro caminar.

 

Ni la plenitud de Jesús ni la de ningún hombre está en un futuro propiciado por la acción externa de Dios. La plenitud del hombre está en la entrega total, en cualquier circunstancia, en la dicha y en el sufrimiento. No está la resurrección después de la muerte ni la dicha después del sufrimiento. La Vida y la gloria están allí donde hay amor como el que Dios nos tiene.

 

Ni Jesús aguantó el sufrimiento, porque esperaba en la resurrección, ni a nosotros se nos pide que aguantemos porque después se nos recompensará con creces. No se trata de aspirar a una meta lejana, sino de descubrir una realidad presente.

 

También la vida de Jesús se presenta como un éxodo, pero el punto de llegada será el Padre que ya estaba en unidad indisoluble con él en el momento de empezar el camino.

 

¡Qué fácil es caer en la tentación de Pedro! Construir chozas en un mundo soñado, fuera de la realidad, para disfrutar de privilegios egoístas. Se está bien con el Jesús glorioso, pero no queremos saber nada de la cruz. “No puedo cantar ni quiero, a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar”. Nuestra concepción religiosa y nuestros prejuicios sobre un Dios de poder, son el mayor obstáculo para escuchar a Jesús.

 

El relato está manifestando que a los cristianos les queda aún un paso por dar. No se trata de aceptar el sufrimiento y la prueba como un medio para llegar a “la gloria”. Se trata de ver en la entrega, aunque sea con sufrimiento, la meta de todo ser humano.

 

El amor es lo único que nos hace hijos de Dios, que es don total y nunca busca nada de nosotros, sino que se da gratuitamente. Darse a los demás porque esperas una recompensa, no tiene nada de cristiano. La meta no está en la “gloria”. La gloria está en el deshacerse por los demás.

 

Jesús nos descubre otra idea de Dios. Un Dios que se da totalmente sin pedirnos nada a cambio. La idea que nosotros tenemos de recompensa no es más que una ficción. Dios no puede darme más de lo que ya me ha dado. No es la esperanza en un premio, sino la confianza de una presencia enriquecedora lo que me debe animar.

 

La transfiguración nos está diciendo lo que era realmente Jesús y lo que somos realmente cada uno de nosotros.

 

 

 

Meditación-contemplación

 

¡Escuchadle a él!

El objetivo no es oír y aprender lo que ha dicho,

sino empaparse de lo que ha vivido para vivirlo nosotros.

Lo importante no es lo que nos ha dicho con palabras,

sino lo que ha manifestado en su vida diaria.

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No se trata de esperar que se produzca en nosotros

una transfiguración,

sino de descubrir nuestro ser no desfigurado.

No tengo que caminar hacia una meta fantástica que me prometen,

sino descubrir ya en mí el más sublime don, Dios mismo.

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No se trata de esperar que me añadan abalorios y capisayos externos,

sino de vivir mi realidad esencial que ya está en mí.

Durante mucho tiempo se le ha imaginado en las alturas (monte).

Jesús nos dijo que está en la profundidad de mi propio ser.

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 Marcos Rodríguez

 

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