FORMATOS
Después del viaje del Papa me han quedado preguntas
abiertas y una de ellas es qué tipo de impacto habrá
tenido en la “población diana” a la que iba dirigido
en gran parte el mensaje papal: aquellos cuya fe
está más debilitada y amenazada por el secularismo.
Porque aunque el contenido del discurso haya sido
excelente, no estoy segura de que el “formato
impacto-estético” elegido para acompañarlo, consiga
que muchos vayan más allá de la admiración: qué
hermoso, qué espectacular, qué solemne, qué
magnífico…
Me pregunto si esa vía es la más adecuada para
transparentar el Evangelio y mostrar ese otro tipo
de esplendor, alternativo al del mundo, que hacía
decir a Jesús:
“Mirad los lirios…, ni Salomón con todo su
fasto logró vestirse como ellos…” (Lc 12,27).
Tuve que esforzarme mucho para convencerme de que
los lirios estaban también allí, aunque lo que
estaba viendo me evocaba más a Salomón y su fasto.
Me viene también a la memoria aquella pregunta
evangélica sobre qué salimos a ver en el
desierto: creo que hoy es esa desnuda belleza lo
que despierta en muchos el deseo y la nostalgia de
Dios, más que los oros y destellos de un decorado
barroco.
Ya sé que es muy difícil, pero a la hora de llevar
el Evangelio al mundo ¿no podríamos imaginar otros
caminos que no se parezcan tanto al estilo
ostentoso de los grandes espectáculos?
Otro formato que me ha resultado poco acertado ha
sido el de las religiosas limpiando el óleo del
altar, pero no por una “reacción histérica de las
feministas” como ha criticado alguien, sino porque
pienso que a los que diseñaron la ceremonia les
faltaron luces y tino. Con lo fácil que hubiera sido
repartir la limpieza (este pañito para ti, este otro
para ti…) entre dos religiosas y dos diáconos. A no
ser que alguien considere impropio de un diácono
realizar un servicio de ese tipo.
En próximas visitas ¿dejaremos que el Espíritu que
todo lo renueva nos inspire nuevos formatos?
Dolores Aleixandre