JESÚS DE NAZARET    

                             
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ESTO ES UN FRAUDE CON GUANTE BLANCO

 

 

Cuando la publicidad de un producto no se corresponde con lo que después se ofrece y se paga, le llaman fraude.

 

El montaje del Vaticano para vender el nuevo libro de Ratzinger es el diseño exquisito de un fraude o engaño con resultados muy rentables.  

 

La cristología es una asignatura central de la teología cristiana. Tan central que lo que se estudia en cristología incide inmediatamente en cualquier otra asignatura del sistema teológico. Si cambia algo en cristología cambia la eclesiología, cambia la liturgia, cambia la Trinidad, cambia el estudio de Dios, cambia la antropología cristiana, y tendría que cambiar hasta el derecho canónico.

 

La cristología es estudio sobre Jesús, sobre Cristo, sobre Jesucristo. ¿Es hombre? ¿Es Dios? ¿Es la segunda persona de la Santísima Trinidad? ¿Es redentor o es liberador? ¿Nació hecho o se fue haciendo? ¿Sabia quién era? ¿Los evangelios son una biografía de Jesús? ¿Lo que dicen los evangelios que dijo Jesús, lo dijo Jesús? ¿Nació en Belén? ¿Nació de una mujer sexualmente virgen? ¿Sus antepasados son los que cuenta Mateo o los que cuenta Lucas? ¿Murió como dice Juan el día de la Pascua o murió al día siguiente como dicen los sinópticos? ¿Hizo milagros? ¿Resucitó a Lázaro? Cientos de preguntas de cuyas respuestas dependen nuestro modo de creer.

 

Es decir:

 

¿Los evangelios son una biografía histórica? O ¿son una visión teológica de unos hechos históricos vividos?

 

¿El Jesús histórico que vivió y murió en Galilea, Samaría y Judea es igual al que aparece en los evangelios escritos ya desde la fe y con fe, 30, 50, 80 años después?

 

¿Es igual el Jesús de la historia y el Cristo de la fe?

 

Jesús el de Nazaret es no sólo Palabra de Dios, sino la última palabra de Dios. Pero ¿son los evangelios la única y última interpretación posible de fe del Jesús histórico?

 

Todo cuanto queda todavía en el aire, después de leer el evangelio, ¿se puede completar y profundizar con el estudio, y con la investigación y “la ayuda del Espíritu hasta llevarnos a una verdad más plena”?

 

Es decir: ¿Los evangelios son como una nueva Torá cerrada, o el comienzo de  un camino a recorrer?

 

Durante muchos siglos a nadie en el ámbito de la iglesia, católica o protestante, pudo ocurrírsele estas preguntas. Hasta el final del siglo XVIII los evangelios se consideraban como la biografía de Jesús. Nadie había pensado que la intención de los evangelistas no era transmitir una historia, sino –por encima de la historia-  transmitir una fe.

 

No pueden ser ni similares las visiones que sobre Jesús puedan ofrecer Flavio Josefo el judío, Cornelio Tácito el romano y la visión ofrecida por las primeras comunidades cristianas. Nadie, medianamente culto, niega la existencia histórica de Jesús. Pero para ver a Jesús como “la palabra” de Dios, hace falta fe. Hace falta creer que a Jesús lo resucitó el Padre.

 

Al final del siglo XVIII un tal G. E. Lessing, discípulo de un tal Reimarus, publicó anónimamente unos estudios de su maestro, en los que se defendía que el Jesús predicado por los cristianos no se correspondía con el Jesús histórico.

 

A partir de esa fecha se formula la duplicidad de dos visiones no necesariamente coincidentes: el Jesús de la historia y el Cristo de la fe.

 

El Jesús de los evangelios es un Jesús escrito desde la fe y para divulgar su mensaje. Es un Jesús visto desde la resurrección. Los evangelios se escriben desde el convencimiento de que en Jesús había hablado y actuado Dios.

 

Si un escritor pretende decir al mundo que aquel Jesús de Nazaret, muerto y resucitado era y es la vida, crea una escena en la que se ve a Jesús comunicando la vida a un muerto. Si Jesús es luz del mundo, lo dice con una escenografía en la que da la vista a un ciego de nacimiento. Si Jesús ve a su pueblo paralizado por la ideología de una religión falsificada, corrompida y esclavizante, el evangelista lo enfrenta a un paralítico al que manda coger su camilla y que ande. Etc.

 

Un evangelio sólo puede escribirlo el que ha visto y sentido la resurrección de Jesús. El evangelista no miente. Comunica con hechos reales y con formas literarias lo que realmente para él ha sido y sigue siendo Jesús.

 

Pero si no tienes fe, Jesús será sólo un buen o mal revolucionario, o simplemente un iluso. Los evangelios no crean la comunidad cristiana. Es la comunidad cristiana, con fe y fiel a Jesús, quien escribe los evangelios. Esa comunidad de fe es previa a los evangelios.

 

Nos sigue quedando la pregunta ¿Cómo era el judío Jesús? No visto desde la resurrección. No visto desde la fe y con fe, sino aquel que veían los discípulos y los fariseos y los sacerdotes y los gentiles. Si, además de ser creyentes, queremos conocer los hechos históricos desnudos, es importantísimo no volcar sobre ese Jesús nuestras ideologías, nuestras perversiones, nuestros intereses.

 

Hay montones de libros, montones de estudios escritos por personas creyentes y no creyentes, judíos, protestantes, católicos que han dedicado sus vidas al estudio de Jesús. Tanto al Jesús de la fe como el Jesús ciudadano. Los evangelios que conocemos son fuentes históricas, pero también son obras literarias y escritos teológicos. No se puede afirmar que Jesús fue como aparece en los evangelios, ni que dijo todo lo que dicen que dijo, ni que nació donde dicen que nació, ni se fue al cielo como dicen que subió al cielo.

 

No vale argumentar con el hecho de que lo leemos en los evangelios. ¿Dios hizo al hombre de un muñeco de barro? ¿El Espíritu Santo se encarnó, también, en una paloma?

 

Miren ustedes. El Sr. Ratzinger será todo lo intelectual que ustedes quieran. (Mi opinión ante su preclara inteligencia, es la de algunos condiscípulos suyos: que en su carrera destacó como estudiante listo y estudioso. Pero un segundón, no un primero). Además, su especialidad nunca fue el estudio de la escritura. Su teología es más especulativa, sistemática, aristotélica, escolástica. Hábil en el regate del distingo. Llegado un momento en su vida, se pasó al escalafón del vaticano. ¡Y vive Dios cómo ha prosperado!

 

El Sr. Ratzinger debería haber pasado su manuscrito, antes de publicarlo, al Cardenal Martini, uno de los mejores especialistas en escrituras que tiene la Iglesia Romana. Pero eso hubiese supuesto una humildad con la que, por lo visto, no cuenta.

 

Un ejemplo: presupone que las bodas de Caná son un hecho histórico. Con ridícula y audaz precisión afirma que transformó el agua en 520 litros de vino. Se ve que no conoce los estudios arqueológicos que ilustran cómo eran las casas en las aldeas galileas de aquellos tiempos. ¡6 tinajas de cien litros en una casa! ¿No será que las bodas de Caná son más que un hecho histórico una escena literaria cargada de teología para explicar cual era la misión de Jesús? Si hay un evangelio en el que predomine la teología sobre la historia ese es el de Juan. Si dentro de Juan hay un “hecho” que sea pura teología ese es la boda de Caná. Al menos hasta que el teólogo Ratzinger ha encontrado los 520 litros de vino.

 

¿O es que el discurso largísimo, según Juan, después de la última cena también es histórico? Lo más seguro es que si el Jesús histórico hubiese leído el evangelio de Juan no lo habría entendido.

 

Sr. Ratzinger, yo no puedo admitir que usted venga ahora a decirnos que el Jesús de los evangelios es el Jesús histórico. Usted, si estudia y lee algo más sobre el asunto, podrá descubrir datos históricos –no cabe duda - en los evangelios. Pero vaya con cuidado que si, con sus estudios, se encontrara usted con el Jesús de Nazaret que recorría los caminos de Galilea, Samaría, Judea, podrían ocurrir dos cosas: primero, usted lo manda a Él a las mazmorras del Vaticano; o segundo, usted abandona el Vaticano, su piano, sus ropas, sus pompas y sus vanidades, para seguirle.

 

Tengo un conocido al que hicieron presidente de una nación. Y como no sabía economía, alguien se ofreció a enseñársela en dos tardes. Como usted es papa y no ha estudiado mucho del Jesús histórico, le sugiero llame a Torres Queiruga, José Ramón Bustos, Rafael Aguirre, José Luís Sicre… y compre además todos los libros de Juan Mateos. A los profesores alemanes los conocerá mejor que yo.

 

 

Luís Alemán

 

 

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