La HemorroIsa
(1)
La Institución
24 [b] Lo seguía una gran multitud que lo apretujaba.
25 Una mujer que llevaba doce años con un flujo de sangre,
26 que había sufrido mucho por obra de muchos médicos y se
había gastado todo lo que tenía sin aprovecharle
nada, sino más bien poniéndose peor,
27
como había oído hablar de Jesús, acercándose entre
la multitud le tocó por detrás el manto,
28 porque ella se decía: “Si le toco aunque sea la ropa, me
salvaré”.
29 Inmediatamente se secó la fuente de su hemorragia, y notó
en su cuerpo que estaba curada de aquel tormento.
30 Jesús, dándose cuenta interiormente de la fuerza que había
salido de él, se volvió inmediatamente entre la
multitud preguntando:
-
¿Quién me ha tocado la ropa?
31 Los discípulos le contestaron:
-
Estás viendo que la multitud te apretuja ¿y sales
preguntando “quién me ha tocado”?
32 Él miraba a su alrededor para distinguir a la que había
sido.
33 La mujer, asustada y temblorosa por ser consciente de lo
que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él
y le confesó toda la verdad.
34 Él le dijo:
-
Hija, tu fe te ha salvado. Márchate a la paz y sigue
sana de tu tormento.
No es coja, no es ciega, no está paralítica, no es
pobre, no es pagana.
Está rota por dentro. Arrastra un drama en secreto.
Lleva una vida oculta que nadie conoce. Quiere amar
y no puede. Crea “impureza”. Según su ley, convierte
en impuro todo lo que toca. Es todo angustia. Es
todo amargura. Le corroe en silencio su negrura
interior. “Ha malgastado toda su fortuna en médicos
sin que ninguno pudiera curarla” (Lc 8, 43)
Sometida a una institución religiosa, esa
institución la está destrozando sin ofrecerle vía
alguna de esperanza. La institución le aumenta la
angustia. La angustia aumenta su problema.
Levítico 25 ss.
“Cuando
una mujer tenga hemorragias frecuentes fuera o
después de la menstruación, quedará impura… mientras
le duren las hemorragias. La cama en que se acueste…
quedará impura, lo mismo que en la menstruación. El
asiento en que se siente quedará impuro. El que los
toque quedará impuro. Lavará sus vestidos, se bañará
y quedará impuro hasta la tarde.
Si
(la mujer) cura de sus hemorragias, contará siete
días y después quedará pura. El octavo día, tomará
dos tórtolas o dos pichones, los presentará al
sacerdote… Así expía por ella, por la impureza de
sus hemorragias ante el Señor”.
A esta mujer la ha destrozado su religión. La
angustia le lleva a romper con su Ley. La
institución le prohíbe acercarse al que sana. Tiene
que prescindir de la institución para acercarse a
Jesús, por su cuenta, saltándose todas las normas.
“No podía tocar a ningún hombre, porque convertía a
ese hombre en impuro”. Y lo “toca”.
Está claro. La religión no daba la vida. Creaba
impurezas. Era su religión la que manchaba la
Creación. La Ley, la Torá producía esclavos
torturados por dentro. Era causa de muerte.
- ¿Quién me ha tocado la ropa?
33 La mujer, asustada y temblorosa por ser consciente de lo que le había
ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó
toda la verdad.
34 Él le dijo:
- Hija, tu fe te ha salvado. Márchate a la paz y sigue sana de tu
tormento.
No. No creo que a esto haya que llamarlo “milagro
médico”. Se trata de otra cosa. Puede que ocurra
todos los días. La angustia almacenada hace que los
creyentes, hartos ya, se salten la institución
religiosa para poder llegar a Jesús.
Que la fe pueda más que los miedos: ese es el
milagro. Romper cadenas de escrúpulos, superar
hábitos de esclavitud interior. No creo que la
hemorroisa se liberara por “milagro” de su angustia
y de su anormalidad.
Aquí no se trata de probar la divinidad de Jesús. Se
trata de una demostración de que Jesús fue
consciente de la depresión religiosa, moral, humana
de su pueblo y de que luchó por despertarlo. Era
como un profeta con fe en su Padre Dios y fe en el
hombre. En quien no creyó fue en el Templo y sus
normas ni en los que conducían al pueblo.
Tu fe en Dios, tu necesidad de Vida, tu decisión de
ser como Jesús está por encima de todo Derecho
canónico, de toda institución religiosa. Y si la
normativa de una institución se interpone entre tu
desarrollo humano y tú, tendrás que tener la
valentía de escoger. Hay que ser muy valiente para
ser libre. Hay que tener una gran fe. Por eso Jesús
fue tan peligroso para el Templo.
Que te la juegas. Ya lo sé (y por experiencia
personal) Pero merece la pena.
Que te puedes engañar a ti mismo. También lo sé (y
también por experiencia)
Pero si quieres vivir la Vida de Jesús has de
anteponerlo a todo y aprender a romper viejos
grilletes.
La Ley del Templo no te salvará. De ningún templo.
La fe, sí. Esto no te lo dirán el Vaticano, ni los
escribas. Pero Jesús, sí.
No invento nada. Lo recuerdo.
Luís Alemán