La HemorroIsa
(3)
LA VÍCTIMA
Mt 9, 20-22
20 En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años
se le acercó por detrás y le tocó el borde del
manto,
21 pensando: «Con sólo tocarle el manto, me salvaré».
22 Jesús se volvió, y al verla le dijo:
- ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado.
Y desde aquel momento quedó curada la mujer.
La hemorroisa no era una pecadora. Era una víctima
de su religión. La moral vigente fue destrozándola
poco a poco. Vivía su religión sin haberse
encontrado con Jesús. Su religión no le servía nada
más que para hacerla sufrir. ¿De qué le sirvió creer
en Yahvé?
Y mientras, los levitas, los escribas, los fariseos,
los sacerdotes del Templo tan satisfechos. Ellos
sacrificaban a Dios los becerros, las vacas, los
pichones, las palomas, manejaban los dineros de los
fieles, dirigían el gran negocio de la eterna
reconstrucción del Templo, oraban tantas veces como
hiciera falta.
Pero el pueblo seguía paralítico, ciego, hambriento,
con su Ley a cuestas, con su “derecho canónico” que
quemaba de raíz todo crecimiento. Mucha ley, muchas
normas, mucho control, pero sin vida.
Tuvo que saltarse la Ley para encontrar a Jesús. Y
junto a Jesús, su vida, su crecimiento, su
salvación. El evangelio es, en primer termino
liberación. La palabra liberación –la teología
de la liberación- no gusta en la nueva Jerusalén
romana. Sin embargo fue el centro de la acción y
predicación de Jesús.
La palabra liberación no se utilizaba porque
no existía. La palabra bíblica es éxodo. Toda
la acción de Yahvé con su pueblo es un esfuerzo de
éxodo: salir de toda esclavitud. Sentir y vivir la
libertad. Condición imprescindible para ser hijo.
Ser hijo del Padre común es el proyecto de la
creación del hombre.
Ninguna ideología, ninguna religión, ningún becerro
por muy de oro que sea, ningún derecho canónico
tendrá sentido si castra la obra del Creador.
Aquella mujer tuvo la valentía y la fe para saltarse
incluso su religión, para ejercitar su libertad y
tocar a Jesús. Jesús no le falló. De víctima pasó a
ser libre.
¡Qué triste una religión, sea cual sea, sin Jesús!
Pero la consecuencia de esta página del evangelio
debería o podría hacernos temblar a todos los que
nos dedicamos a esto de la fe o teologías. Mejor
será proponerlo en forma de pregunta. ¿Ha existido,
en la historia de los hombres, algo más esclavizante
que las religiones?
Siendo yo jefe de personal en una gran empresa
hispano alemana, me encontré con la tragedia de que
un trabajador excelente y joven, fue llamado al
hospital Doce de octubre de Madrid porque allí, como
consecuencia de una alambrada, se desangraba su hijo
de ocho años. Eran testigos de Jehová. No admiten la
transfusión de sangre. Su religión no le permitía
vivir.
¡A cuántos no nos ha dejado vivir nuestra religión!
De ahí, que en el fondo de todos los fondos, el
cristianismo no sea equiparable a una religión. Sí,
ya se que teólogos más temerosos exigen y añaden
muchos matices a esta afirmación. Yo pienso y
pensaré que ser cristiano es escoger a Jesús, aquel
de Nazaret. El que liberaba, el que sanaba, el que
convertía a los hombres en hermanos y enseñaba a
llamar a Dios, Padre.
Sobre ese escoger a Jesús de forma personal, (ese
“bautismo”) intransferible y permanente comenzó
todo. Enseguida se generaron familias de creyentes
en el mismo Jesús.
Después emergen los “episcopoi” palabra griega que
no señalaba a los sucesores de los míticos
doce, sino que eran encargados de las cuestiones
de administración, económicas y vigilancia. Y sobre
ellos, no específicamente sobre la fe y pensamiento
de Jesús, aparecen las agrupaciones de iglesias
cercanas. Al modo de las provincias romanas que son
el origen de la Cristiandad. Los “episcopoi”
se convierten en los sucesores de los Apóstoles.
Nace el Derecho Romano.
Y la cristiandad tiene, no cabe duda, mucho
en su haber. Quizá ningún otro movimiento como la
cristiandad ha colaborado tanto en el desarrollado
del hombre.
Pero igualmente la cristiandad debería
reconocer que se ha aprovechado de Jesús. Se
ha convertido en un centro de poder: político,
social, económico. Y en nombre de la cristiandad se
ha subyugado y sigue subyugando al hombre. No en la
edad media, ni en la inquisición. No hay que ir tan
lejos. Por ejemplo, a su cargo hay que apuntar las
masas de hemorroisas y “hemorroisos” que hoy pueblan
sus iglesias.
Y es un auténtico sacrilegio utilizar el nombre de
Jesús para maniatar, silenciar, paralizar, castrar,
esclavizar, aumentar los súbditos de Roma. Difundir
el mensaje de Jesús, evangelizar no es imponer la
cristiandad al mundo oriental, africano etc.
Se trata de desatar lenguas trabadas, iluminar ojos
apagados, infundir vida a los muertos, hacer andar a
los cojos, expulsar ideologías endemoniadas, liberar
intimidades encadenadas. Ayudar a conseguir el
proyecto de un ser humano.
Siempre me ha parecido la mayor osadía de Dios el
haber puesto en circulación una criatura,
inteligente y libre. Tanta osadía que todos los que
no somos Dios, buscamos algún modo de controlar,
cuando no castrar la obra de Dios.
Y el hombre nace tan soberano, que nadie puede
privarle el derecho de equivocarse.
Por encima del hombre, sólo su conciencia. Y en su
conciencia, Dios
Luís Alemán