Las parábolas (16)
El buen samaritano
(Primera
lectura)
Lucas 10, 29-37
Pero el otro, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
- Y ¿quién es mi prójimo?
30
Tomando pie de la pregunta, dijo Jesús:
- Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos;
lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon
dejándolo medio muerto.
31
Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino;
al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.
32
Lo mismo hizo un clérigo que llegó a aquel sitio; al
verlo, dio un rodeo y pasó de largo.
33
Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde
estaba el hombre y, al verlo, se conmovió,
34
se acercó a él y le vendó las heridas echándoles
aceite y vino; luego lo montó en su propia
cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.
35
Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo:
“Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a
la vuelta”.
36
¿Qué te parece? ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo
del que cayó en manos de los bandidos?
37
El jurista contestó:
-
El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo:
- Pues anda, haz tú lo mismo.
Algunos especialistas piensan que más que una
creación literaria, se trata aquí de la narración de
un hecho histórico. Aún hoy, la larga y tortuosa
bajada de Jerusalén a Jericó, 27 kilómetros, es
peligrosa.
Antes de la narración, dice Lucas que, un jurista
(v.25) es decir un especialista en la Torá, o lo que
es lo mismo un teólogo culto, le pregunta a Jesús
-un laico- por el camino para la vida eterna.
Conviene no olvidar que el concepto de “vida eterna”
para el israelita, como para el egipcio e incluso
para la gran masa de los cristianos, aún hoy, era y
es sólo aplicable al tiempo después de la muerte.
Buscar la vida eterna “en esta vida” fue
misión central para Jesús. La vida eterna, para
Jesús es la vida del Padre. El creyente y seguidor
de Jesús es quien vive ya la vida del Padre. Jesús
era el Cristo, porque vivía la vida del Padre, “vida
eterna”. Un cristiano sólo es cristiano cuando vive
esa vida eterna, la vida del Padre.
Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva?
(v.25) Como buen judío, además de teólogo, plantea
la gran cuestión como un negocio. Fe, religión,
santidad, salvación, condenación, vida eterna
siempre estuvieron cerca del negocio. ¡Por favor, no
tratemos nada de la vida eterna como negocio!
El teólogo, siempre pedante: Y ¿quién es mi
prójimo? (v. 29)
Jesús no respondió con esa cursilería de ¡Me alegro
de que me hagas esa pregunta!
Jesús no responde con una lección de ideas o
reflexiones. Ninguna tesis. Solo narra una historia.
Una forma de actuar. Por lo visto, aquí no recurre
ni a una parábola. Sólo cuenta un sucedido.
“Haz tú lo mismo” (v. 37) No le habla del amor a Dios, ni de la fe. Ni del tercer, ni
cuarto, ni sexto mandamiento. Nos quedamos sin saber
si el samaritano creía en Dios o si guardaba el
Sabat.
¿Hay algo más revolucionario que la teología de
Jesús? ¿Cómo es que esta página del evangelio no la
metieron Wojtyla, Ratzinger o la conferencia
episcopal española, con su portavoz Martínez Camino
tan leído él, en el índice de libros prohibidos?
Jesús se merece un “monitum” de Roma. Ha inventado
una nueva religión. Y si no se atreven a decírselo a
Jesús, que dejen en paz a Jon Sobrino. Por ejemplo.
Luís Alemán