Las parábolas (17)
Viñadores malos
Marcos 12, 1-12
1.
Entonces se puso a hablarles en parábolas:
-
Un hombre plantó una viña, la rodeó de una
cerca, cavó un lagar, construyó una torre para el
guarda (Is 5,1-2), la arrendó a unos
labradores y se marchó de su país.
2 A su tiempo envió a los labradores un siervo, para
percibir de ellos su tanto de la cosecha de la viña.
3 Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron de
vacío.
4
Entonces les envió otro siervo; a éste lo
descalabraron y lo trataron con desprecio.
5
Envió a otro y a éste lo mataron; y a otros muchos,
a unos los apalearon, a otros los mataron.
6 Uno le quedaba todavía, un hijo amado, y se lo envió el
último, diciéndose: «A mi hijo lo respetarán».
7
Pero los labradores aquellos se dijeron: «Éste es el
heredero; venga, lo matamos y será nuestra la
herencia».
8 y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la
viña.
9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Irá a acabar con esos
labradores y dará la viña a otros.
10
¿No habéis leído siquiera este pasaje?: La
piedra que desecharon los constructores se ha
convertido en piedra angular.
11
“Es el Señor quien lo ha hecho: ¡qué maravilla para
los que lo vemos!”
(Sal 118,22-23).
12 Estaban deseando echarle mano, porque se dieron
cuenta de que la parábola iba por ellos; pero
tuvieron miedo de la multitud y, dejándolo, se
marcharon.
Mateo 21, 33-44
33 Escuchad otra parábola: Había una vez un propietario que
plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un
lagar, construyó la torre del guarda (Is
5,1-7), la arrendó a unos labradores y se marchó
al extranjero.
34
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus
siervos para percibir de los labradores los frutos
que le correspondían.
35
Los labradores agarraron a los siervos, apalearon a
uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.
36 Envió entonces otros siervos, más que la primera vez, e
hicieron con ellos lo mismo.
37
Por último les envió á su hijo, diciéndose: “A mi
hijo lo respetarán”.
38
Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron:
“Éste es el heredero: venga, lo matamos y nos
quedamos con su herencia”.
39
Lo agarraron, lo empujaron fuera de la viña y lo
mataron.
40 Vamos a ver, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará
con aquellos labradores?
41
Le contestaron:
-
Hará morir de mala muerte a esos malvados y
arrendará su viña a otros que le entreguen los
frutos a su tiempo.
42 Jesús les dijo:
-
¿Nunca habéis leído en la Escritura? La piedra
que desecharon los constructores es ahora la piedra
angular. Es el Señor quien lo ha hecho: ¡Qué
maravilla para los que lo vemos! (Sal
118,22-23).
43 Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de
Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus
frutos.
44 Además, el que caiga sobre esa piedra se estrellará, y si
ella cae sobre alguno, lo hará trizas.
Lucas 20, 9-19
9 Entonces se puso a decirle al pueblo esta parábola:
-
Un hombre plantó una viña, la arrendó a unos
labradores y se marchó a otro país para una buena
temporada.
10
A su tiempo envió un siervo a los labradores, para
que le entregasen su tanto del fruto de la viña,
pero los labradores lo apalearon y lo despidieron de
vacío.
11
Insistió mandando otro siervo, pero también a éste
lo apalearon, lo insultaron y lo despidieron de
vacío.
12 Insistió mandando un tercero; pero también a éste lo
malhirieron y lo echaron.
13 El dueño de la viña se dijo entonces: “¿Qué hago? Voy a
mandar a mi hijo querido; quizás a él lo
respetarán.”
14 Pero los labradores, al verlo, razonaron entre ellos:
“Éste es el heredero; lo matamos y será nuestra la
herencia.”
15 Lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Vamos a ver, ¿qué hará con ellos el dueño de la
viña?
16
Irá, acabará con aquellos labradores y dará la viña
a otros. Al oír esto exclamaron:
-
¡No lo permita Dios!
17 Él, mirándolos fijamente, les dijo:
-
¿Qué significa entonces aquel texto de la Escritura:
“La piedra que desecharon los constructores se ha
convertido en piedra angular”? (Sal 118,22).
18
Todo el que caiga sobre esa piedra se estrellará y,
si ella cae sobre alguno, lo hará trizas.
19 Los letrados y los sumos sacerdotes, dándose cuenta de que
la parábola iba por ellos, intentaron echarle mano
en aquel mismo momento, pero tuvieron miedo del
pueblo.
Evangelio de Tomás
El dijo: Un hombre honrado tenía un viñedo. Lo arrendó a
unos campesinos para que lo trabajaran y recibir su
fruto de ellos. Envió a su siervo para que los
campesinos le diesen el fruto del viñedo. Ellos
echaron mano del siervo y le golpearon. Poco más y
lo matan. El siervo fue y lo dijo a su señor. Su
señor dijo: “Acaso no le conocieron”. Envió a otro
siervo. Los campesinos golpearon al otro. Entonces
el señor envió a su hijo. El dijo: “Acaso respetarán
a mi hijo.” Aquellos campesinos, en cuanto
conocieron que era el heredero del viñedo, lo
cogieron y le dieron muerte. El que tenga oídos,
que oiga.
Esta parábola es única por su carácter alegórico. No
narra un hecho cotidiano con matices domésticos.
“La viña”
aquí es, evidentemente, Israel.
“Los arrendatarios”
son los que mandan en Israel. Sus jefes. En tiempos
de Jesús, los Jefes de Israel, la viña, sólo
era el clero.
El antiguo rey, cuya autoridad - según la teología
del Viejo Testamento - provenía de ser el “elegido”
por Yahvé, el Propietario, había sido sustituido por
Roma. Pero a Roma no le había arrendado la viña el
Señor. A ellos, los romanos, les importaba un bledo
la teología de Israel. Desde la vuelta del exilio de
Babilonia, el clero se hizo cargo de la “viña”.
“Los mensajeros”
enviados por el Propietario, son los profetas.
Siempre apaleados, sacados fuera de la viña e
incluso muertos.
“El propietario”
es Dios.
“El hijo”
es Jesús. Sería un abuso hablar aquí del concepto de
divinidad.
“El otro pueblo” es el pueblo de los gentiles. (Mt 21,43).
Cada personaje, cada detalle tiene su
correspondencia.
Toda esta alegoría es una transparencia clarísima
del gran...
Isaías. 5, 1-7
Una viña tenía mi amigo en un fértil otero.
2 La
cavó y despedregó, y la plantó de cepa exquisita.
Edificó una torre en medio de ella,
y además excavó en ella un lagar.
Y esperó que diese uvas,
pero dio agraces.
3 Ahora,
pues, habitantes de Jerusalén y hombres de Judá,
venid a juzgar entre mi viña y yo:
4 ¿Qué
más se puede hacer ya a mi viña,
que no se lo haya hecho yo?
Yo esperaba que diese uvas.
¿Por qué ha dado agraces?
5 Ahora,
pues, os hago saber,
lo que pienso hacer con mi viña:
quitar su seto, y será quemada;
desportillar su cerca, y será pisoteada.
6 Haré
de ella un erial que ni se pode ni se escarde,
crecerá la zarza y el espino,
y a las nubes prohibiré llover sobre ella.
7 Pues
bien, viña de Yahvé Sebaot es la Casa de Israel,
“Por eso os digo que se os quitará a vosotros el
reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca
sus frutos.” (Mt 21, 43)
¿Trasplante de las cepas del Reino a otros campos,
otros pueblos?
¿Se podrá aplicar a lo que aún llamamos
cristiandad,- incluso a lo que llamamos
cristianismo – lo ocurrido en la vieja viña
del Señor?
¿Se mantiene el oficio de mensajeros?
¿Reciben el mismo trato? ¿Aplicará, el propietario,
a lo conocido por “cristianismo” la forma de
gestionar su viña?
¿Los nuevos viñadores han cuidado de la calidad de
las cepas? ¿Han conservado el sabor de sus vinos?
¿Han llegado a considerarse los dueños?
Esta es una reflexión para los que nos sentimos, o
se sienten, dueños de la cristiandad, del
cristianismo: ¿no tendremos que ver cómo “otros
pueblos, otras culturas reciben el encargo de
rentabilizar la viña del Señor?
Es decir, que después de épocas esplendorosas,
podría ocurrir que la cosecha final pasa para la
“cristiandad”, como inevitablemente para todos, por
un viernes santo fuente de nueva vida.
No es retórica la reflexión, ni literaria. Puede
herir. Pero ahí está.
En concreto:
·
¿Tendrá el Vaticano que morir porque el Espíritu se
fue a otros pueblos?
·
¿Tendrá el creyente que purificar su teología para
interpretar de un modo nuevo la Creación, la
Historia, el Hombre, y a Dios?
·
¿Tendrá, el creyente que dedicar su vida a cultivar
la viña del Señor, esto es: los hombres apaleados y
sedientos y no considerarse dueño de nada?
·
¿Tendrá que caerse la costra cristiana pobretona y
alicorta para que broten las yemas con racimos de
uvas abundantes?
·
¿Tendrá que sufrir Roma una sequía de sacerdotes
para caer en la cuenta de que el sacerdocio es una
figura de viñas paganas, y que lo cristiano es
designar nuevos viñadores, es decir: fieles de
madurez humana y formación evangélica que presidan
las asambleas y eucaristías comunitarias con un
nuevo vino?
·
¿No será ese un último servicio del gastado
cristianismo clerical en pro de la humanidad
laical?
·
¿No tendrá que rehacerse toda la jerga del
diccionario teológico y litúrgico para expresar un
nuevo enfoque cristiano que comunique vida al
tremendo y aburrido desconcierto de los fieles?
La cruz, el fracaso ¿sólo vale para Jesús, el hijo
amado? ¿Sólo vale para los mensajeros? ¿Las
instituciones no han de morir para salvar? ¿No están
también ellas transcendidas por la dinámica de
muerte- vida, vida-muerte? Es decir ¿no hay tarde de
viernes santo para las instituciones?
Se respira la atmósfera cargada de una última tarde,
de un nuevo viernes santo. ¡Esto se acaba! Se huele
a final. La viña no ha dado fruto a su dueño. Sólo
sirvió para emborracharnos con sus frutos.
Los conventos se vacían. Los templos se reconvierten
en museos. Los predicadores están lamentablemente
huecos. No saben de evangelio. Repiten, repiten
fervores seudo piadosos. No saben de Jesús. Son
mensajeros del Vaticano o del Papa. Venden vino
peleón.
El pueblo padece aburrimiento y anemia.
Persiste el paganismo de un cuerpo funcionarial,
célibe o casado – es lo de menos – con poderes
sagrados, como expresión tangible de un error de
base, sin fundamento evangélico. Los obispos se
siguen creyendo dueños de la viña. Presumen de
poder sagrado.
Los sacramentos no van más allá de la repetición de
ritos heredados, sin sabia ni sentido. Ya no
transparentan al Dios de Jesús, ni lo comunican. La
liturgia se soporta, pero no comunica vida. Entre
otras cosas porque ni los clérigos saben una palabra
de su significado, de su historia y de su
finalidad.
El cristianismo abandonó, hace tiempo, el sentido de
su existencia, que no era otro que ayudar a que el
hombre llegue a su plenitud. Y lo cambió por otra
finalidad, aparentemente más sublime: llevar a los
hombres al cielo. Y ahora, ese cristianismo navega
por la historia desconcertado, sin saber cual es su
cometido, ni dónde está el Cielo hacia el que dice
caminar.
Esta es la enfermedad más corriente en el cristiano,
hoy: un paralítico, sin vida ni movimiento, agarrado
a las parihuelas de una Institución que ofrece no se
sabe qué salvación. Y con la continua tentación de
mandarlo todo a hacer puñetas.
El pueblo huye aburrido o indignado; con nausea o
desconcierto, con el callado propósito de no volver
a ser engañado en nada similar.
Aunque siempre quedará el pequeño grupo (el “resto”
bíblico) que se refugia en grupos de base, y alguna
que otra parroquia que conserva el testimonio de la
fe. Y por supuesto miles de anónimos sufridores que
viven su fe mantenida por el Espíritu porque Él es
fuerte y las fuerzas de los miles de infiernos no
pueden ahogarlo
Jesús lo había dicho ya. Aquello era una farsa.
Incluso una cueva de ladrones. Pero los discípulos
insistían:
Mientras se alejaba del templo uno de sus discípulos le dijo:” Maestro,
mira que sillares y qué edificios”
Jesús le dijo:
- ¿Ves esos grandes edificios? No dejarán ahí piedra que no derriben” (Mc
13,1-2)
¡Claro ya sé la respuesta, hombre! Para Ratzinger
and company, Jesús dijo aquello porque los fariseos,
los sacerdotes y los viñadores de aquel Templo eran
malos. Pero nuestros templos, catedrales y
basílicas, estos sí son anuncios de la Jerusalén
celestial…
Aquello de que el templo en el que reside el Padre
es el hombre fue una expresión oratoria muy bonita,
poética de Jesús.
Bueno, pues vamos a ver si no llega Mahoma el de las
Mezquitas y empieza por cargarse la cúpula del
Vaticano. ¡Dios no lo quiera! ¿O sí?
Por si acaso que cada uno coja una cepa -su fe- y la
guarde muy dentro.
Luís Alemán