Las parábolas (18)
el administrador sagaz
Una
parábola escandalosa
Lucas, 16, 1-8
1
Y añadió dirigiéndose a sus discípulos:
Había un hombre rico que tenía un administrador, y
le fueron con el cuento de que éste derrochaba sus
bienes.
2 Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que oigo decir
de ti? Dame cuenta de tu gestión, porque no podrás
seguir de administrador.”
3 El administrador se dijo: “¿Qué voy a hacer ahora que mi
señor me quita el empleo? Para cavar no tengo
fuerzas; mendigar me da vergüenza.
4
Ya sé lo que voy a hacer, para que, cuando me
despidan de la administración, haya quien me reciba
en su casa.”
5 Fue llamando uno por uno a los deudores de su señor y
preguntó al primero:
- ¿Cuánto debes a mi señor?
6
Aquél respondió:
- Cien barriles de aceite.
Él le dijo:
- Toma tu recibo; date prisa, siéntate y escribe “cincuenta”.
7
Luego preguntó a otro:
- Y tú, ¿cuánto le debes?
Éste contestó:
- Cien fanegas de trigo.
Le dijo:
- Toma tu recibo y escribe “ochenta”.
8 El señor elogió a aquel administrador de lo injusto por la
sagacidad con que había procedido, pues los que
pertenecen a este mundo son más sagaces con su gente
que los que pertenecen a la luz.
Es muy probable que en el trasfondo de esta
“parábola” haya un recuerdo de la vida juvenil de
Jesús en Nazaret. En Galilea predominaban los judíos
“emigrados” desde Judea en busca de trabajo. La
mayoría de galileos eran judíos pobres en régimen de
asentamiento. Los “ricos” vivían en la capital,
Jerusalén. Allí “le fueron (al hombre rico)
con el cuento de que su encargado o administrador
derrochaba sus bienes”.
El administrador actuó con rapidez y astucia:
“toma tu recibo y escribe…” Ni siquiera deja
huella con su letra. Los deudores quedaban contentos.
Se discute si ese señor del versículo 8 es Jesús o
el hombre rico. También nos quedamos sin saber si el
administrador conservó su cargo.
Se elogia la sagacidad. Es evidente. Pero no cabe
duda de que la parábola ha servido de “teología”
para el mal, para la cara dura y grandes escándalos.
Está claro que Jesús alabó al pequeño, al pobre, al
que sufría. Pero nunca dijo bienaventurados los
bobos.
La tierra que pisa Jesús está llena de astutas
serpientes e ingenuas palomas. Jesús tampoco está
creando un convento de monjas o místicos monjes. A
Francisco de Asís quizá no le gustó mucho esta
parábola.
Sin embargo, Paul Marcinkus el arzobispo financiero
y administrador del Vaticano, imprescindible
acompañante de Wojtyla en sus fastuosos viajes, se
sabría de memoria la parábola. Marcinkus, (muerto
no hace mucho en su destierro USA) con su astucia
arrastró por los caminos penales a la cúpula del
Vaticano.
Los que pertenecen a este mundo son más sagaces con su gente que los
que pertenecen a la luz.
Pero también más sinvergüenzas.
De ahí que esta parábola de Jesús, sea muy
peligrosa. Al tal Arzobispo Marcinkus, amparado por
Wojtyla, hubo que sacarlo del Vaticano en
helicóptero para burlar a la policía italiana que lo
buscaba para llevarlo a la cárcel. Fue un astuto
administrador, pero a su alrededor se multiplicaron
las muertes, latrocinios, logias y posiblemente el
asesinato de un devoto, aunque quizá no astuto,
Papa.
La iglesia sigue con institutos religiosos, que
están en la mente de todos, y que a la hora de
administrar dineros conocen de memoria la parábola
del administrador astuto.
Lo que nos demuestra que toda la Biblia incluido el
Nuevo Testamento, y con él las mismas palabras de
Jesús, pueden servir para montar un crimen, un
hospital de ayuda a enfermos del sida, una iglesia
de creyentes o una iglesia de funcionarios astutos.
Quien tenga oídos para oír que oiga. Quien tenga
ojos que vea. Y quien quiera rezar el rosario que lo
rece.
Luís Alemán