LOS CREDOS QUE RECITAMOS
Son
credos filosóficos,
que saben
demasiado.
Un credo
humilde es un credo con pausas de silencio.
A lo largo de la historia cristiana se han rezado, se han
discutido, se han propuesto muchos y diferentes credos.
Hoy alternamos en las misas dos credos, uno más corto y otro más
largo y también más ininteligible. Cada credo responde a una
época.
Al comienzo del siglo V aparece ya el Símbolo de los
Apóstoles. Por supuesto que no lo hicieron los Apóstoles.
Pero busca sus raíces en la predicación de los primeros
creyentes. Es el más corto de los que se recitan en las misas
actuales.
En el siglo X el emperador Otón el Grande impone este Symbolum
Apostolorum en Roma para sustituir el largo, complicado y
farragoso credo producido por los concilios de Nicea y
Constantinopla.
Pero Trento, -que fue un Concilio montado para poner orden, de
una vez por todas, en todas las cosas, después del lío que montó
Lutero,- volvió al credo niceno-constantinopolitano.
“Nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz
de Luz, engendrado, no creado... Bajó del Cielo... y subió al
Cielo y está sentado a la derecha del Padre... Y en el Espíritu
Santo que procede del Padre y del Hijo...”
Sin duda, este credo sabe demasiado. El magisterio eclesiástico
pretende saber de todo, incluso de las entrañas de la Santísima
Trinidad. Su historia demuestra que no es la prudencia su
virtud.
Los credos que recitamos en las iglesias son credos
filosóficos, que no se entienden ni hacen vibrar, ni interesan.
Quizá por eso se recitan y no se profesan. No se
discute el grado de verdad de lo que se proclama o se reza. Es
su inutilidad vital.
No tengo objeciones, ni parciales ni totales. Me acostumbré a
creer y me trago los dogmas como los antibióticos, de golpe y
sin masticar. Pero entre tanto dogma se me ha perdido Dios.
Un credo institucional no es compatible con la duda. La
Institución no puede dudar. Mi credo, sí es compatible con la
duda. Mi fe, porque es mi fe, camina siempre junto al
abismo de la inseguridad.
La fe, la creencia, la teología no es equiparable a la ciencia
exacta, ni al silogismo filosófico. La fe convertida en
catecismo es como una paloma disecada. Bella, pero muerta.
Jesús fue más listo, más precavido que los Concilios. Jesús dejó
muchos puntos suspensivos. Un credo humilde es un credo con
pausas de silencio, con espacios en blanco y algo de poesía.
Si la creación no está terminada, si nos falta la perspectiva de
la última colina, si todavía no hemos visto el rostro del
Padre... ¡cómo llevar en la mochila verdades con punto final!
Subir
tema
relacionado
EL
CREDO CATÓLICO NO SIRVE SI NO ES CRISTIANO
Podría
estar amaneciendo
una
descristianización evangélica.
Quizá se
huye de Roma para un encuentro en Jericó.
|