CARISMA
El
Espíritu empuja
y sigue
fermentando la masa humana.
Él es el
protagonista de la película.
Un
“regalo” de Dios. Carisma viene del griego jaris que
significa gracia, gratuito. Y la “gracia” no es algo que da
Dios. Es Dios el que se da a si mismo.
Cronológicamente, primero es el carisma. La institución viene
después. El carisma es Dios. La institución, el hombre. Primero
es la poesía, después el derecho. Primero el paisaje, luego los
caminos y carreteras. El fogonazo es la intuición, luego vendrá
la lógica.
Hoy
sabemos que las carreteras pueden destrozar el paisaje; el
derecho, matar la vida; y la lógica convertirse en falacia y
engaño. Llegan los pastores y se hacen los amos del rebaño.
Llegan los arquitectos e ingenieros y encauzan el salvaje y
libre torrente de agua.
Las
religiones suelen nacer como una inspiración poética, como una
utopía virgen, como un desgarro profético.
Luego se
debilita el fogonazo del carisma y comienza la normativa, la
burocracia, la rutina. Todo para garantizar su supervivencia. Es
verdad. No parece posible la permanencia de un carisma en una
sociedad, sin algo de institución.
Lo malo
ocurre cuando la institución se convierte en becerro de oro y se
hace venerar como si fuera un fin en sí misma. La Institución se
sacraliza. El Espíritu, el mensaje inicial, el carisma pasa a
segundo plano, o hiberna.
El
resultado no puede ser más nefasto. Las gentes descubren la
estafa. Y huyen de la institución, como se huye de un esqueleto,
en medio de la oscuridad.
Puede que
la Religión Católica sea la más institucionalizada. Al menos,
sus instituciones son las más reconocidas socialmente: El
Papado. El Episcopado. El Sacerdocio. Los sacramentos... La
Iglesia Católica es lo que es - en gran medida - por sus
instituciones. Y brilla tanto su organización, que cada vez
resulta más difícil que los que dirigen, necesiten al Espíritu.
Ni de sacristán en la Capilla Sixtina.
Y así, sin
pretenderlo, la Fe en Jesús se difumina en un bosque tan
frondoso, tan complejo, tan sometido al Derecho Canónico que
éste pasa a convertirse en el quinto evangelio.
Sin
embargo, mi convencimiento es que la Fe y el Carisma de Jesús el
de Nazaret, sobreabundan. No en contra de, pero sí al margen de
las instituciones. El Espíritu empuja y sigue fermentando la
masa humana. Él es el protagonista de la película. Las
instituciones eclesiásticas desempeñan un papel muy secundario
en el auténtico reino de Jesús. No han podido con el Espíritu.
Bella
dinámica entre la Ley y el Espíritu. Trágica historia entre el
Profeta y el Poder. La utopía es débil, pero nadie la puede
matar.
La
desbandada de las masas, el cierre de conventos, las catedrales
vacías, la falta de vocaciones sacerdotales... no son más que
pruebas de que el Espíritu va por donde quiere. Sin muletas
institucionales, presuntamente sagradas.
Existen
ideas, corrientes subterráneas que pueden más que la mano
controladora del hombre: como el viento del Espíritu al que no
domestica ni encauza ningún poder, ninguna muralla. ¿Preguntáis
qué es el Espíritu? ¿Preguntáis qué es el carisma? Eso que une a
tantos cristianos, a tantos creyentes que no caben en el Derecho
Canónico. Los que mantienen la débil llama de la utopía.
Ahora,
quizá más que nunca, la iglesia de Jesús necesita hombres y
mujeres que, sin encargo del clero oficial o incluso con la
resistencia de ellos, llenen de un nuevo vigor, con comunidades
de creyentes, la sociedad desconcertada y dolorida de los
hombres.
Se hicieron dueños de la viña. El dueño se marchó a otro país para una
buena temporada. A su tiempo quiso que le entregasen su
tanto. Pero los labradores lo empujaron fuera de la
viña.
[Marcos, 20, 9-19.]
“A pesar de la decadencia de la iglesia, Jesucristo
nunca se ha perdido”
[Hans Küng, La iglesia Católica.
Editorial Mondadori]
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