LO QUE ES Y NO ES PECADO
Si ofendes
u olvidas a tu hermano
no te
hagas la ilusión de creerte cristiano.
El pecado
no es infringir una ley.
El pecado.
Es decir: no la imperfección, no el mal en abstracto, no la
fragilidad, no el descuido. Sino la maldad consciente e
individualizada. El egoísmo que mata al hermano, lo utiliza,
aplasta, viola, olvida, manipula, margina, la locura
autodestructiva.
¿Tenemos
que demostrar su existencia? Es curioso cómo se duda de la
existencia de Dios y, en paralelo, de la existencia del pecado.
Con demasiada facilidad se acude a la locura para no enfrentarse
ante una mente canalla. Y sin embargo, vivimos inmersos en Dios
y en el pecado.
“Creer” en
el pecado es admitir que el ser humano es capaz de las mayores
heroicidades pero también de las más refinadas atrocidades.
Pecado es
caer en el pozo de la egolatría. “Y seréis como Dios”. El hombre
no acepta sus dimensiones de ser humano. No admite la
fraternidad. En consecuencia, se convierte en producto altamente
contaminante de la sociedad. Quiere utilizar a los demás y a
Dios, en beneficio suyo.
Para ser
hijo necesitas ser hermano. No hay modo de entablar relación con
Dios que es Padre, si no es desde la fraternidad humana. Si
ofendes u olvidas a tu hermano no te hagas la ilusión de creerte
cristiano, hijo del Padre. No hay filiación si no hay
fraternidad.
El pecado
no es infringir una ley.
Desde muy antiguo imperó el concepto legalista del
pecado. Es decir: Dios o delegados suyos emiten leyes que
prohíben o permiten. Y quien no cumpla esas leyes comete pecado
contra Dios.
Eso es
sacralizar una ley. Pero a partir de Jesús, si Vd. cree que por
cumplir leyes, Vd. es amigo de Dios y se “salva”, Vd. no
entendió nada de la buena nueva.
Jesús
derogó la ley. Nos dejó sólo la conciencia.
Aviso para
abogados. No estamos hablando del derecho penal o civil,
imprescindibles para la convivencia social. En Teología hablamos
de esas otras leyes que, desde antiguo, y en todas las culturas
y religiones, se imponen a los hombres con promesas y amenazas
de vida y de muerte eternas.
Estas
leyes generan esclavitud, estafan al hombre, convierten a Dios
en capataz. Esa fue la obsesión de Jesús. Liberar a su pueblo de
un sistema religioso basado en el cumplimiento de ritos, leyes y
purificaciones, un sistema opresor. Y es que las dictaduras
religiosas esclavizan al hombre, con sus leyes, mucho más que
las dictaduras y leyes civiles.
La
relación de Dios Padre con el hombre no entra dentro de un marco
legal. La paternidad y la filiación se mueven en otra atmósfera.
¿El pecado
es verdaderamente una ofensa a Dios? ¿Dios se ofende? ¿Tiene el
hombre la capacidad de ofender a Dios?
Si Vd.
tiene hijos me comprenderá mejor. Si un hijo suyo le levanta la
mano o le mira con desprecio, a Vd. se le parte el corazón, no
por la ofensa sino por el fracaso de su hijo.
¿El pecado
no es una mancha? La mancha es algo externo. Demasiado infantil.
Si el pecado fuera una mancha bastaría con un rito
purificatorio, con un confesionario: la lavandería clerical, que
además es gratis. Por el confesionario no se cobra ningún
“estipendio”.
Dios
también está donde hay pecado. Incluso diría que el pecado puede
ser una puerta trasera para encontrar a Dios. Esa “ausencia de
Dios” es como una grieta por la que se cuela Dios. El que
“cumplió todos los mandamientos” puede que no sienta la
necesidad de Dios. El satisfecho no tiene hambre.
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Tanto el
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