LA FE, ¿QUÉ FE?
¿Qué es la fe sino ese consuelo que te permite pisar la
tierra, como suelo sagrado, y dar un paso hacia tu
hermano? Hablo de fe, no de creencias. Hablo de fe, no
de religiones.
Cuando digo ”fe,” digo esa llamita que chispea sin cesar
en todos los corazones, también en el tuyo, aunque a
veces la sientas apagada. Es el mismo fuego que arde en
el corazón de la Tierra y de las estrellas, de los
átomos y de las galaxias. Es la llama de la Vida. Y la
llama de la Vida es el Corazón del Universo, y late en
cada una de tus células y neuronas.
Eso es la fe, y no tiene que ver con religiones ni
creencias, sino con el latido libre y universal de la
Vida. Esa fue la fe de Jesús, más allá de sus creencias.
A esa Vida poderosa y tierna llamaba él “Dios” y la
invocaba tiernamente como abbá. Por esa Vida se
sentía feliz y libre, y por su causa arriesgó la vida.
El cristianismo –católico en nuestro caso– como sistema
de creencias, ritos y normas morales, como organización
jerárquica, como estructura de poder, como entramado de
complejos y a veces turbios intereses… eso es otra
historia. No es lo de Jesús.
Cuando 70 obispos españoles se reúnen en Asamblea
Plenaria, eso es el sistema que necesita funcionar, y no
digo que esté mal: depende de que para qué quieren que
siga funcionando el sistema.
Cuando el presidente de la Conferencia Episcopal
española, el cardenal Rouco, ante la dramática situación
de la crisis y del paro creciente, y ante las medidas
del Gobierno que empobrecen más a los más pobres, se
limita a apelar vagamente a la fe y a la caridad, me
digo que eso no es la fe que animaba al corazón de
Jesús.
Cuando el Gobierno de Rajoy acaba de aprobar un decreto
que niega a los inmigrantes en situación irregular el
derecho a ser atendidos por un médico o un hospital, y
Mons. Rouco no ha alzado la voz ni ha exigido a toda la
Asamblea que se ponga en pie y grite NO contra este
decreto en nombre de Jesús y del Evangelio, entonces me
digo que ellos están en otra cosa: que el Evangelio de
Jesús no les interesa, que a ellos les importan las
creencias y el mantenimiento del sistema, pero no los
dolores de la pobre gente, no la llamita del corazón, no
la Vida.
Cuando Mons. Rouco ha repetido por enésima vez la
obsesiva y errónea consigna del papa actual: "sin fe no
puede haber verdadera caridad”, identifica la fe con
creencias, y así profesa una gran mentira. Basta abrir
el Evangelio y leer la parábola del buen samaritano o
del buen increyente. Basta mirar la historia: ¿qué
guerra, tortura, explotación y dictadura no ha sido
legitimada por la jerarquía católica con todas sus
creencias? Hace justo 75 años, Gernika fue bombarbeada
por un caudillo católico creyente y practicante que
contaba con el beneplácito y la bendición de todos los
obispos españoles (solo uno, Mateo Múgica, alzó la voz y
fue desterrado).
Seas o no creyente, cuida la fe: esa llama profunda y
secreta, pues de ella depende el brillo de tu sonrisa y
el futuro de la Tierra. Cuida el corazón de tu vida, el
corazón de la Vida. No dejes de palpitar y de sentir. No
dejes de respirar, de sentirte libre y de tender la mano
a la Vida que, muy cerca de ti, reclama cuidado.
¿Y las creencias? Están bien si te hacen más bueno y
feliz. Están bien, si no te aferras demasiado a ellas.
Si te aferras demasiado a ellas, acabarán impidiéndote
ser más bueno y feliz.
José Arregi
Para orar
AHORA EN CAMBIO...
Hubiera entregado el Dios que no poseo
hubiera aprendido tres o cuatro signos,
y así desalentado,
así fiel, ceniciento,
invariable como un recuerdo atroz,
me hubiera respondido,
me hubiera transformado en ademanes,
me hubiera convencido como todos,
refugiado en el hambre universal,
salvado para siempre y para nada.
Ahora en cambio, estoy un poco solo,
de veras un poco solo y solo.
Mi tristeza es un vaso de oraciones
que se derraman sobre el césped
y desde el césped nace Dios
y está también un poco solo,
de veras un poco solo y solo.
Mas yo le ayudo a conocer las aves
y en toda su extensión la herejía vegetal,
los corazones de sus alegres huérfanos,
la tierra que es la palma de su mano.
MARIO BENEDETTI
(Solo mientras tanto)