HACIA
UN NUEVO CRISTIANISMO
Prefacio del libro
"revivir el evangelio
repensar el cristianismo"
Todo se mueve y se renueva. Se mueve el sol, la luna y
la tierra, el átomo y la estrella. Se mueve el aire, el
agua, la llama, la hoja. Se mueve la sangre, el corazón,
el cuerpo, el alma. Todo se mueve, nada se repite. Todo
es calma y danza, quietud en movimiento. Lo que no se
mueve se muere, pero incluso en lo que muere todo se
mueve. Se mueve el Espíritu de Dios, energía del amor,
verdor de la Vida. Se mueve Dios, el Misterio que todo
lo mueve y lo impulsa al amor y la belleza. Déjate
llevar.
Hace 2.500 años, un profeta lleno de fervor, de poesía y
esperanza, animaba a unos pobres judíos desterrados en
Babilonia, actual Irak:
“No recordéis las cosas pasadas, no penséis en lo
antiguo. Voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no
lo notáis?” (Isaías 43,19).
La liberación es posible. La esperanza es posible. Otro
mundo es posible, además de necesario. Abre los ojos: ya
está brotando, ¿no lo notas?
Hace 2.500 años, un poderoso viento espiritual sopló
sobre la Tierra desde China hasta Grecia, y removió y
llenó de frescura muchas tradiciones religiosas que
estaban anquilosadas, como suelen. Un aire nuevo, una
nueva era. La mística desafió al sistema, la ética se
impuso a las creencias, la razón penetró en los mitos,
el anhelo de justicia se enfrentó a los poderes, el
ansia de igualdad contestó a las jerarquías clericales.
Más allá de todos los dioses, confesaron a un Dios
único, pero al Dios único y separado lo destronaron de
su trono celeste y lo adoraron como misterio y corazón
de todo lo real, el Todo en cada parte.
Fue una obra espiritual formidable de hombres iluminados
y libres: Confucio el político y Laozi el místico en la
vieja y vasta China; Buda el despierto y Mahavira el
no-violento y los filósofos místicos de las Upanishads
en la India multicolor de todas las divinidades;
Zoroastro el profeta del bien y de la renovación del
cosmos en la sabia Persia fronteriza del Este y del
Oeste; Isaías el profeta optimista y Jeremías el profeta
lloroso en la estrecha franca de Israel o Palestina;
Pitágoras y Heráclito, Sócrates, Platón y Aristóteles, y
Zenón de Citio, fundador del estoicismo, en la luminosa
Grecia.
Se diría que estaban concertados. No lo estaban, pero
respiraban el mismo Espíritu que sopla siempre en todas
partes.
Fueron hombres geniales y llevaron a cabo una
extraordinaria revolución espiritual. ¿Y las mujeres? Es
seguro que nada hicieron sin las mujeres, pero eso no lo
reconocieron, no las reconocieron; esa revolución quedó
en suspenso, y aun sigue pendiente en las grandes
religiones.
A aquel tiempo se le conoce como “tiempo eje” o “era
axial” (K. Jaspers). Hay un antes y un después, aunque
pronto las religiones volvieron a dejarse arrastrar por
sus viejas inercias.
¿Y hoy? Si no nos mienten todos los observadores y si no
nos engañan todos los signos, nos encontramos de lleno
en un nuevo “tiempo eje” similar a aquel de hace 2.500
años. Una profunda transformación espiritual es posible
y necesaria en todo el planeta.
¿Y el cristianismo? Nos hallamos ante un claro dilema: o
convertirnos en un gueto cultural irrelevante o revivir
el evangelio y repensar el cristianismo para que sea
levadura también mañana. Más allá de la letra de todas
las escrituras y de todos los dogmas. Más allá del
Vaticano II. Más allá, hacia donde nos lleva el Espíritu
que inspiró a Jesús y su movimiento. Hacia un nuevo
paradigma. Ya está en marcha, ¿no lo notas?
José
Arregi
(Publicado en el diario DEIA)
Para orar.
TIEMPO DEL ESPÍRITU
No es la hora del miedo y la soledad.
No es el tiempo de la dispersión.
No es el momento de hacer los caminos en solitario.
No es la época de la uniformidad.
No es el instante de la pregunta sin salida.
No son los días de desesperar.
Es la hora del Espíritu.
Es la hora de la comunión.
Es el tiempo de la verdad.
Es la hora de la libertad.
Es la hora de quienes tienen oídos para oír.
Es la hora de quienes tienen corazón de carne y no de
piedra.
Es el tiempo de los que adoran en Espíritu y Verdad.
Es el tiempo de los que creen y esperan.
Es el tiempo para los que se quieran hacer nuevos.
Es el tiempo para los que quieran hacer lo nuevo.
Es ahora cuando todo es posible.
Es ahora el tiempo del Espíritu.
Es ahora cuando los creyentes pueden proclamar:
“Me ha enviado a proclamar la paz y la alegría”
Álvaro Ginel